domingo, 3 de mayo de 2015

Michoacán bello estado convertido en ...

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La tierra del narco

Desde hace muchos años en Michoacán no hay paz

Sus pobladores parecen condenados a vivir entre balas, ejecuciones y cadáveres decapitados o mutilados.

Sus bellos paisajes se han opacado. Hoy el panorama que domina es el de la sangre y el horror.
La guerra que los cárteles de la droga han desbordado por todo México, hace epicentro en esta entidad de 113 municipios y 4 millones 400 mil habitantes, ubicada en el Occidente del País, junto al mar del Océano Pacífico.

Es la tierra desde donde se gestó la conspiración que terminó con la Independencia de México, hace ya 200 años.

Es la tierra donde nació uno de los políticos más encumbrados que ha dado este País: el General Lázaro Cárdenas del Río, Presidente de la República de 1936 a 1942 y cuyo nombre se replica en las escuelas, plazas y edificios públicos por todos los rincones del territorio nacional.

Es la tierra de la cultura purépecha, una de las razas más aguerridas de la época prehispánica antes de la Conquista. Las ruinas de aquella sociedad ancestral, aún subyacen en algunos pueblos como Tzintzuntzan o Tingambato.

Es la cuna del Generalísimo José María Morelos, el mayor héroe de la Independencia de México después del cura Miguel Hidalgo.

Sendas batallas fueron marcando el carácter de este pueblo a lo largo de su historia, pero tal vez ninguna con la crueldad y terror que ahora se vive.

Cuerpos cercenados, decapitados o colgados en puentes, fueron parte ya del paisaje en muchas localidades del Estado.

La mafia no solamente se ensaña y aterroriza, sino que además pone sello a su obra: marcan los cuerpos de sus víctimas o dejan mensajes dirigidos a organizaciones rivales, a capos enemigos.

Uno de esos ataques ocurrió el 6 de septiembre de 2006, en un bar de Uruapan, la segunda urbe más grande en Michoacán, después de la capital Morelia.

Mientras la música divertía a los clientes del bar Luz y Sombra, un comando armado aparcó sus camionetas en la calle y enseguida descendieron varios hombres portando fusiles de alto poder y bolsas de plástico negras.

Ya sobre la pista de baile, rompieron con navajas los plásticos y rodaron cinco cabezas sobre el suelo.

Esa fue la presentación de La Familia Michoacana, el grupo delictivo dominante en aquel entonces en el territorio estatal y cuyos integrantes eran aleccionados no solamente en el uso de las armas, la autodefensa, la ejecución y el combate con grupos rivales, sino también en ideología religiosa y moral.

Bajo su lógica, la existencia de una organización criminal así era necesaria para impedir la entrada de cárteles enemigos.

Desde entonces la guerra no cesaba, no daba tregua.

En estos años el saldo de esta pugna ronda las 3 mil muertes, incluyendo la de jefes de la mafia, autoridades, políticos, mandos policiacos, elementos del Ejército y población civil.

La violencia incontenible provocó que en diciembre de 2006 el entonces Presidente Felipe Calderón Hinojosa lanzara aquí la Operación Conjunta, mediante la cual se declaraba la guerra al crimen organizado y a los cárteles de la droga, y que poco a poco se fue extendiendo a otros lugares del territorio nacional.

En Michoacán, el objetivo de esa ofensivaque en un principio implicó el despliegue de 5 mil efectivos militares y policiacos- era detener a 300 integrantes de esas organizaciones criminales y tomar el control de sus zonas de refugio.

Pero la operación falló.

Después de siete años la violencia no se ha ido de Michoacán y los cárteles de la droga tampocoSolamente mutaron. La Familia Michoacana hoy se llama Caballeros Templarios y sigue en su lucha por contener la incursión de grupos rivales, que se han multiplicado o aliado para esta batalla.

De acuerdo al sexto Informe de Gobierno de Calderón, después de seis años de operaciones en Michoacán solo se detuvo a cinco de las cabezas del principal grupo delictivo que subsiste en la entidad: Sergio Carriedo Hernández, El Rayo; Javier Beltrán Arco, “El Chivo; José de Jesús Méndez Vargas, El Chango Méndez; Arnoldo Rueda Medina, La Minsa, y Rafael Cedeño Hernández, El Cede.

Ese reporte presidencial no confirma la muerte de Nazario Moreno, El Chayo, a quien el mismo Gobierno calderonista dio por abatido en diciembre de 2010, tras un largo enfrentamiento en el Municipio de Apatzingán.

Un diario de circulación nacional publicó un análisis en el que da otros datos sobre esa fallida guerra.

En las cuatro fases de esa operación, reveló, cayeron abatidos 197 presuntos criminales en más de 120 enfrentamientos urbanos y rurales.

En esas incursiones, según la misma fuente de consulta, el Ejército sufrió 31 bajas, más de un centenar de heridos y cinco desaparecidos. La Policía Federal, el cuerpo policiaco élite en México, perdió a 40 elementos y la Marina a tres.

En medio de esa guerra, la capital Morelia fue escenario del primer atentado de tipo terrorista en México.

El ataque ocurrió cuando miles de personas se congregaban en el centro de la ciudad para conmemorar un aniversario más de la Independencia mexicana y dos granadas explosivas estallaron entre la multitud.

Era 15 de septiembre de 2008.

Una de las granadas explotó sobre la plaza Melchor Ocampo, a sólo unos metros del Palacio donde el entonces Gobernador Leonel Godoy, emanado de la izquierda, daba el tradicional Grito de Independencia.

El estallido dejó un escenario de horror, digno de un campo de guerra.

La sangre, las heridas y las mutilaciones se mezclaban con los gritos de dolor y el lamento de la agonía.

Segundos después vino la segunda explosión, a tres calles de distancia, también contra civiles que se dirigían al festejo sin saber que aquello era ya un infierno.

El recuento gubernamental fue de ocho civiles muertos, entre ellos un niño de 13 años, y más de un centenar de heridos, incluida una decena que sufrió amputaciones o pérdida de algún sentido.

En una investigación poco convincente, el Gobierno mexicano atribuyó el atentado a la organización criminal conocida como Los Zetas, un escuadrón fundado por ex militares para dar protección al Cártel del Golfo y que después se independizó.

Pero esta guerra no nació ni se recrudeció en el periodo calderonista. Sus raíces se remontan a finales de la década de los 90.

Entonces en Michoacán se había asentado una organización criminal liderada por Luis y Armando Valencia, conocida como el Cártel de Los Valencia, que controlaba el trasiego de la droga, cuando la mariguana y la naciente producción de drogas sintéticas fluían sin problemas hacia los Estados Unidos.

A ese cártel las autoridades atribuían el traslado de enervantes en grandes cantidades, desde Centroamérica hasta el sur y centro de Estados Unidos, vía las aguas del Océano Pacífico.

Así fue hasta que un operativo internacional, coordinado desde el Pentágono, dio un golpe letal a esta organización. La detención de varios de sus integrantes debilitó sus redes y, una serie de traiciones internas después, le dieron el tiro de gracia.

El mercado fue tomado entonces por poderosos cárteles provenientes del norte del País y de estados vecinos como Jalisco.

La actividad del narco retomó su auge hasta que en 2002, una matanza atrajo de nuevo la atención de las autoridades federales: nueve hombres fueron encontrados ejecutados y apilados en un rancho del Municipio de Aquila, en la zona costera que utilizaban los traficantes para descargar, a bordo de lanchas rápidas, las cargas de enervantes.

El Gobierno de Michoacán reveló que una carga incompleta de droga, fue lo que provocó la masacre. Se trató pues, de un ajuste de cuentas.

La penetración de estos cárteles comenzó a expandirse por todo el Estado. De concentrarse en Apatzingán, Uruapan, Lázaro Cárdenas y otras regiones, trasladaron sus operaciones a la misma capital Morelia.

Su presentación en la ciudad más importante del Estado la hicieron ese mismo año de 2002, con un tiroteo en plena zona comercial de la Ciudad, que dejó al menos dos muertos.

En 2005, cuando el entonces Gobernador Lázaro Cárdenas Batelnieto del legendario ex Presidente Lázaro Cárdenasintentó hacer frente a este problema, los narcos lo aplacaron con un golpe mortal: le ejecutaron a su director de Seguridad Pública.

La ejecución fue espectacular y en público, al estilo del narcotráfico cuando pretende dejar claro el mensaje de su poderío.

Mario Zarazúa Ortega no solamente era el jefe de la Policía, sino amigo personal del Gobernador y el hombre que ayudó, con su estrategia multimedia, a llevar al Partido de la Revolución Democrática a ganar el poder tras más de 70 años de gobiernos del PRI.

Los sicarios llegaron hasta él un 15 de septiembre de aquél 2005, cuando comía en el famoso restaurante Las Trojes, y lo acribillaron frente a su esposa y otros comensales con los que departía la víctima con motivo de su onomástico.

Abatido anímicamente por la pérdida, Cárdenas Batel terminó replegándose ante el avance del narcotráfico.

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