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El saludo que Peña negó
Francisco Rodríguez
Indice Político
Dicen que la costumbre de estrecharse las manos, a manera de saludo, nace a partir de la necesidad de mostrar al otro que no se portan armas. Que el encuentro es y será cordial.
Negar el saludo, en cambio, es un acto violento. De animadversión, cuando menos.
Por eso es que durante la semana llamó enormemente la atención el encuentro que en un evento, ante el público y ante las cámaras de televisión tuvieron Enrique Peña Nieto y Miguel Ángel Osorio Chong, durante el cual el inquilino de Los Pinos no sólo negó el estrechón de manos a su secretario de Gobernación, sino incluso lo ignoró. Pasó de largo frente a él.
El video que retrata el desencuentro entre Peña y Osorio se convirtió rápidamente en viral en las redes sociales. Hasta ayer por la mañana se había reproducido casi un millón 730 mil veces.
Las notas periodísticas también dieron cuenta de este episodio en el que, al llegar Peña Nieto al foro y tras saludar al encuestólogo Roy Campos, a la analista María Amparo Casar y, muy efusivamente, al joven gobernador de Chiapas, se salta olímpicamente al jefe del numeroso Grupo Hidalgo incrustado en el gabinete presidencial. Osorio Chong, discretamente, repliega la mano derecha, mientras el mexiquense se dirige a besar a la controvertida María Elena Morera.
El inquilino del palacete de los Covián ya ni levantó la diestra cuando Peña Nieto se retiraba del presídium y, sin voltear a verlo siquiera, pasara de largo frente a él.
Una vez superado el impacto de la noticia misma, pues no es habitual que se le niegue el saludo a alguien en un acto tan protocolario, queda en evidencia que la educación fue mal y va mal, y que es la raíz de la mayor parte de los problemas que padece este país.
No se niega el saludo a nadie, decían los mayores cuando intentaban educarnos.
Es más que obvio, entonces, que alguien por ahí no muestra la mínima educación.
O, por el contrario, que –nuevos tiempos, nuevas costumbres— la ropa sucia ya no se lava en casa, sino ante auditorios y frente a las cámaras de televisión.
EL CHISMORREO, A TODO LO QUE DA
La política “a la mexicana” es ritual y consagra a los símbolos. Un largo apretón de manos del poderoso a uno de sus “súbditos”, implica de inmediato prestigio e influencia para el que lo recibe. Se está, así, en “el favor del señor”.
Negar el saludo, en cambio, no es sólo un acto majadero, también se interpreta como el tener al “señor” en contra. Enojado, temperamental, cuando menos.
¿Por qué le negó Peña el saludo a Osorio?, también fue una pregunta que se convirtió en viral en las mesas de los desayunaderos y comederos donde suelen reunirse los políticos y, claro, los autodenominados observadores políticos.
— Está enojado con él por el asunto de la CNTE, ya ves que le dio todo y los maestros siguen chingando en las calles –decía uno.
— En todo caso que se enoje con Luis Miranda –respondía otro—, fue a él a quien le encomendaron el asunto… y fracasó.
— Újule no –terciaba otro—, Miranda es el consentido de consentidos.
¿La CNTE? ¿El sonoro fracaso en materia de seguridad pública? ¿Los gobernadores desbalagados? ¿La ausencia de negociación con los partidos opositores para la aprobación de las-reformas-que-el-país-necesita? ¿La falta de alerta y de respuesta ante los embates ciclónicos?
Son tantas y tantas las tareas que concentra ahora Gobernación, que el evidente desaire de Enrique Peña a Miguel Ángel Osorio puede tener una y mil razones. También otras del orden metaconstitucional o hasta si usted quiere, personal, privado.
“Haiga sido lo que haiga sido”, cual decía aquél de quien todos debemos olvidarnos, Peña Nieto ya liquidó a su secretario de Gobernación.
¿Quién va a querer sentarse a dialogar con él, si de antemano sabe que no está en el favor del Presidente? Que pasa de largo frente a él y lo ignora. Que no le extiende la mano, en señal de cordialidad.
¡Vaya episodio de la política “a la mexicana”!, ¿o no?
Índice Flamígero: Los viejos comunicadores aconsejaban a los personajes en pugna sentarse a comer juntos en un restaurante-vitrina que, durante años, fue el Champs Elysees, de Paquita y Francoise Bouitelle. Transformado en cafetería de cadena, la clientela se ha trasladado ahora al Arturo’s, de Arturo Cervantes, quien fuera capitán del Champs. ¿Veremos a Peña Nieto y a Osorio –porque la vieja comunicación no ha cambiado— sentados ahí, a la misma mesa? O a’i muere, ¡y ya! Seguimos como si nada.
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