miércoles, 3 de junio de 2015

El maestro fue y continúa siendo peón

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Homozapping

¿Pruebitas al profe?
Autor Invitado
Joaquín Hurtado

En un acto temerario ¿desesperado? el presidente Peña nomás ya no quiso evaluar al magisterio. Ni siquiera dio razones. Renegó de su propia iniciativa con sólo cuatro líneas en un apurado boletín de prensa. El mensaje presidencial parece más epitafio que anuncio oficial.

Así de seco fue el golpe, fatal para la reconstrucción y credibilidad de nuestro sistema educativo. En el comunicado 129 de la SEP se deja en el limbo “de manera indefinida” la médula del Reformón que tanto ruido, angustias y raspones provocó cuando fue aprobado.

Yo creo que debemos dejarlo así. RIP a la evaluación docente, descanse en la santa paz de los sepulcros. Yo estoy de acuerdo con el presidente.

El producto era inviable, el aborto necesario. El Instituto Nacional para la Evaluación Educativa puede argumentar con pulcritud lógica, pelear con garras científicas y fundamentos constitucionales; la resistencia social de los ciudadanos preocupados por el destino de la niñez puede subir de tono. Los defensores acérrimos de la medición quizás tengan la razón, pero qué pena, no tienen el poder.

Peña se dio cuenta que tampoco él tiene el poder. Ningún instituto, ninguna estructura burocrática, puede evaluar a los maestros enrabiados. No hay modo en el México convulso y descoyuntado actual. Las y los profesoras de México no quieren ser evaluados, lo que les urge es ser valorados. Exigen dejar de ser chácharas en el tráfico de posiciones y prebendas entre las camarillas del poder. Evaluar o valorar, esa es la cuestión. Parece pero no es lo mismo.

La planta docente es el fiel de la balanza en la evaluación popular cotidiana al gobierno en turno. El sistema está presente para bien o para mal en la escuela pública. El magisterio resguarda la viabilidad de la nación con sus vicios y lastres. El profesor tiene en sus manos el tesoro del país, su infancia. Casi nada.

No es cursilería ramplona afirmar lo anterior. El sistema devora al país, el profe tritura a los críos. El sistema miente, el profe engaña impunemente. El sistema roba, el profe se larga a la grilla y hace pinole con las horas lectivas que debe dedicar a su alumnado. El maestro mexicano fue y continúa siendo peón, rehén, letra de cambio del Partidazo en turno y sus jerarcas. El sistema impone, el profesor se somete, el chavillo obedece y calla. El paterfamilia paga las cuotas y el Partido Verde disfruta de un filón demagógico. Todo un aparato cimentado en la desconfianza, la esquizofrenia, la mentira, infamia.

¿De qué nos admiramos?, ¿por qué rasgarnos las togas y morder los birretes si el presidente opta por retirar como cosa de capricho infantil un instrumento ideado para el toma y daca de las facciones en pugna? Evaluar significa filtrar, discriminar, desechar en la semántica retorcida del tecnócrata. Valorar es algo ajeno a su vocabulario. Podemos evaluar un objeto de consumo, en cambio se valora la utilidad. La utilidad es algo intangible, imposible de medir puesto que yace en la relación sujeto-objeto, la que instauró Descartes. Quien violente esta regla ontológica se atiene a las consecuencias.

No es gratuito ni mucho menos casual que la polémica decisión de Peña Nieto se haya tomado a unas horas de las elecciones, las intermedias, donde candidaturas broncas auguran lo ídem. La suspensión de la evaluación docente atisba un vuelco importante en la historia moderna de México. Quizás alguien vio venir el trancazo y sugirió retirar el pelotón de fusilamiento.

El gobierno no quiso arriesgarse a seguir jugando con el fuego de las revueltas magisteriales. Hay un polvorín feroz en el eje Michoacán-Guerrero-Oaxaca, ahí la agitación docente, política y narca es mayúscula y va in crescendo. Es contagiosa. El país se despeña a pasos apresurados. La rebeldía magisterial anticipa las exequias prematuras de un sistema que antes va a luchar con todo para perpetuarse en el trono.

Retirar temporalmente, suspender o cancelar (eufemismos que esconden lo esencial de tan grave decisión) la evaluación docente y mandar al cuerno la madre de todas las Reformas, lleva un mensaje claro. El sistema quiere salvar lo que queda de mismo: va a negociar la paz facciosa. El gobierno federal ha retirado el dedo del gatillo, ha desactivado el disparador de una bomba suicida. Perdiendo un poco de credibilidad gana tiempo en los frentes innominados, donde se asientan los poderes fácticos de un país decapitado.

La patria no puede evaluar a sus maestros. La patria ahora tiene la opción de valorarlos, procurarlos, protegerlos. ¿Lo hará? Lo dudo. Fracasados el peñismo y sus corifeos empresariales que quieren hacer de la educación pública una línea de ensamblaje de mentes serviles, no proponen nada a cambio. Por eso la quema de instalaciones electorales como respuesta magisterial al epitafio educativo.

No se pueden determinar con pruebas o cuestionarios inanes los saberes de las y los maestros del país, su necesidad y utilidad históricas. La diversidad cultural del país, sus ritmos distintos en el desarrollo, sus ancestrales olvidos hacen imposible meter en un solo guión el fenómeno educativo. Es fútil si no es que idiota cualquier intento de medirlo con una misma vara. El polvorín sureño significa que la espina más lastimada del país ya se valoró y no acepta hacer de sus maestros un objeto estandarizado de idoneidad productiva industrial, filial del confesionario, consumidor de modelos chatarra en nombre de la calidad.

Adiós mamá Carlota, adiós Evaluación.

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