Homozapping
La caída del PT. “La izquierda está podrida”
Podemos poner en duda este testimonio si así lo deseamos, aunque, hay que decirlo, fue dicho por la informante —una persona honorable ajena a la vida partidaria—, de manera espontánea, casual y sin que mediara pregunta alguna, como quien cuenta algo gracioso que le aconteció durante una jornada cualquiera; sin embargo, no podemos negar que las prácticas que esta anécdota retrata son un secreto a voces entre quienes conocen, así sea superficialmente, el modo de operar de cierta izquierda que desde hace décadas se ha rendido al juego de las “conveniencias” coyunturales, los acuerdos cupulares y la descarada negociación de posiciones de poder y otras prebendas a cambio del llamado “voto corporativo”.
La novedad del caso es que ese voto corporativizado, manipulado mediante presiones y pagos en especie o efectivo, está dejando de ser lo que era y está perdiendo su eficacia, como lo vimos en las recientes elecciones de Nuevo León, en las que la candidata oficial fue barrida por un candidato independiente, a pesar de la estratosférica suma de 4 mil millones de pesos que el PRI gastó para este proceso electoral, según cálculos de la columna Fricasé del periódico El Norte publicada el 3 de febrero pasado (como ya señalé anteriormente en este espacio). Mucho menos le fue efectiva esta forma de manipulación electoral al Partido del Trabajo, pues le dejó como saldo una debacle total, con la pérdida de su registro al no conseguir siquiera el 3 por ciento de los votos válidos emitidos que exije la ley electoral (liga).
Esta caída del PT ha sido poco comentada por los columnistas y analistas políticos a nivel nacional a pesar de la importancia que sin duda tiene, ya que por un lado es, a mi paracer, uno de los resultados directos e inmediatos del hartazgo de la ciudadanía hacia los partidos políticos en general; aunque por otra parte, significa la pérdida de un espacio de representación que ha jugado un papel importante a nivel federal a la hora de enfrentar lo peor de las iniciativas oligárquicas como las contra reformas privatizadoras del gobierno de Enrique Peña Nieto, e incluso antes, a través de legisladores como Gerardo Fernández Noroña, quien supo encarar a un poder legislativo ineficiente y corrupto, alzando la voz y despertando muchas conciencias en todo el país desde esa alta tribuna pública.
El PT se ha negado a reconocer como válida la pérdida de su registro al señalar que le “desaparecieron” 37 mil votos (liga), y el propio Fernández Noroña calificó como un “despojo” y un “atropello” de las autoridades electorales contra ese partido el resultado de la elección, lo cual le impidió a él llegar de nuevo a una curul por la vía plurinominal (video).
Nadie duda que los órganos electorales mexicanos sean capaces de cometer semejantes irregularidades, pues hemos visto hasta el cansancio cómo perdonan aberrantes delitos al Partido Verde y al PRI (nota), mientras castigan con severidad a otros partidos, como sucedió de manera ridícula en 2013, cuando el IFE multó al Movimiento Progresista (PRD, PT y MC), por “un rebase en el tope de gastos” en la campaña presidencial de Andrés Manuel López Obrador en 2012 (liga), sin tocar con sanción alguna al PRI.
Sin embargo, es un hecho que incluso con esos 37 mil votos que le hubieran salvado el registro, el PT sufrió una severa caída en preferencias electorales, si tomamos en cuenta que por ejemplo en 2012 logró un 5.16 por ciento de los sufragios para la presidencia (gráfica), más de dos puntos porcentuales arriba de ese 3 por ciento necesario. La explicación de esa caída tendrían que buscarla los dirigentes y militantes del PT más allá de una trampa de las autoridades, con un ejercicio de autocrítica que cuestione de fondo el porqué la izquierda partidista casi sin excepción está dejando de ser una opción viable para la ciudadanía, y por qué el hartazgo que los mexicanos sentimos en contra de la partidocracia los incluye a ellos, que en su discurso dicen ser diferentes, mientras que con sus hechos demuestran lo contrario, como nos ilustra el testimonio de doña Antonia y como queda claro en el mensaje del electorado en las urnas: no vemos diferencia alguna entre la izquierda y la derecha de los partidos políticos, pues una vez en el poder todos terminan comportándose igual, salvo raras excepciones que sólo ratifican la regla y que diluyen ese papel de contrapeso legislativo que tanto enarbolan los defensores de la vía partidaria, un contrapeso que, es obvio, no ha impedido que la oleada privatizadora nos arrolle.
Viví en carne propia esa incongruencia de la “izquierda” que el PT representa, al ser traicionada por su dirigencia cuando fui candidata al Senado en 2012, tal y como lo plasmé en mi libro Perfume y pólvora, que está disponible en línea de manera gratuita: libro.
En vez de la sana autocrítica el Partido del Trabajo ha emprendido una batalla legal para impedir que le sean asegurados bienes por 65 millones de pesos (2), de un total de más de 6 mil millones de pesos del erario que ese partido recibió en sus 24 años de existencia (3), lo cual nos da una pista sobre cuáles son las prioridades de la dirigencia.
El ejemplo de lo que ahora sucede con el PT debería ser un fuerte llamado de atención para toda la izquierda partidaria en general, con obvia dedicatoria a ese PRD pactista aliado de la oligarquía, pero sin dejar fuera a Morena, partido que aunque obtuvo relativamente buenos resultados en la reciente elección y cuenta con una militancia honesta y comprometida con el país, arrastra muchos vicios como el sectarismo, pero sobre todo el mesianismo y una muy dañina fe ciega en el liderazgo de un solo hombre que posee casi nula tolerancia a la crítica y un talante autoritario que lo lleva a imponer dirigencias y candidaturas de espaldas a la militancia (como en el caso de Nuevo León) y se acerca peligrosamente a posturas de la ultraderecha conservadora en temas como el respeto a los derechos de la diversidad sexual, lo que le valió recientemente una airada oposición de sus propios correligionarios (liga).
Un país sin una izquierda combativa, auténtica y defensora de los sectores más desprotegidos y explotados, es un país sin madurez política y sin opciones ante el embate del neoliberalismo anti humano y depredador.
“La izquierda está podrida”, nos dice el académico Héctor Ibarra en la entrevista que nos brindó en exclusiva y cuyo video ahora les comparto. Coincido con él en su pesismismo respecto a esa izquierda partidaria que en muchos casos tiene en sus orígenes la explicación de su traición al pueblo que dice representar; pero también en que la verdadera izquierda, aunque dispersa, ahora se encuentra en los movimientos sociales que no creen en la partidocracia, combatiendo día a día y acumulando fuerza para algún día alzarse como una verdadera opción de lucha para el sufrido pueblo de México que ahora más que nunca está despertando de su letargo para darse cuenta que puede tomar su destino en sus propias manos.
Deseo de todo corazón que esa izquierda de los partidos políticos nos demuestre que estamos equivocados y que aún posee la vitalidad, imaginación y valor para rectificar y retomar el camino de humanismo y honorabilidad que debe ser contrapeso a la barbarie que ahora nos gobierna. No es posible que las doñas Antonias de todo el país tengan que conformarse con alinearse al cinismo de quienes lucran con su pobreza y le “venden” como un favor sus derechos elementales, mientras entregan al mejor postor las posiciones políticas que deberían ofrecer a los más desposeídos herramientas de lucha y defensa contra quienes acumulan día a día más poder a costa de las mayorías.
El Partido del Trabajo es un espejo en el que toda la clase política, y no sólo la izquierda, debe verse reflejada; es el anuncio de que aunque con grandes dificultades y tropiezos, la ciudadanía puede quitar del mapa político a quien no ha sabido o querido cumplir con su papel histórico.
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