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El “intelectualismo”, otra vertiente de la izquierda colaboracionista
Jorge Canto Alcocer
Escudados en un academicismo que en realidad los aleja de la cotidianidad, algunos editorialistas críticos al gobierno y supuestamente comprometidos con la transformación del país, juegan el papel colaboracionista que hemos denunciado en la izquierda corrupta, haciéndole el juego a los grupos políticos y económicos que detentan el poder y nos condenan a la vida de miserias, degradaciones e inseguridad que se ha convertido en el día a día para millones de familias mexicanas.
Escudados en un academicismo que en realidad los aleja de la cotidianidad, algunos editorialistas críticos al gobierno y supuestamente comprometidos con la transformación del país, juegan el papel colaboracionista que hemos denunciado en la izquierda corrupta, haciéndole el juego a los grupos políticos y económicos que detentan el poder y nos condenan a la vida de miserias, degradaciones e inseguridad que se ha convertido en el día a día para millones de familias mexicanas.
Recientemente, descontextualizando y atacando de un modo desproporcionado palabras pronunciadas en entrevista radiofónica por Andrés Manuel López Obrador, la doctora Denise Dresser, quien alcanzó notoriedad mediática en los foros de Carmen Aristegui, se lanzó de frente contra el líder de MORENA, a quien reputó de ignorante, intolerante, conservador y populista.
Contextualicemos nosotros: En la mencionada entrevista radiofónica, cuestionado sobre su apoyo a la legalización del aborto y del matrimonio gay –obviamente un cuatro que buscaba precisamente poner contra las cuerdas a López Obrador, pues cualquier respuesta provocaría polémica- Andrés Manuel respondió textualmente: “Eso, con todo respeto y con autenticidad, lo considero, para nuestro país, como algo no tan importante. Lo importante es que se acabe con la corrupción. Nada ha dañado más a México que la deshonestidad”.
López Obrador intentó con estas palabras eludir el misil recibido. A una pregunta polémica respondió que la agenda de MORENA no contemplaba dichos temas como prioritarios. En ningún momento se pronunció por mantener la criminalización de la mujer en los casos de aborto o en prohibir el derecho al matrimonio en razón de la preferencia sexual. Simplemente planteó que la prioridad para su movimiento –algo en lo que coincidimos- es el combate a la corrupción.
Dresser, una politóloga graduada en Princeton, aprovechó para satanizar al único líder político del país que conserva credibilidad, tachándolo además de autoritario y anti-democrático. Llegó en su discurso incluso a equipararlo con los partidos criminales: “Plataforma indistinguible de la de sus adversarios”, “Plataforma de lugares comunes”, sentenció la cotizada académica del ITAM, una de las universidades privadas más caras de México. Lo llamó incluso “desmodernizador de la izquierda”. Bueno, sólo faltó que lo acusara de la desaparición de los 43.
Efectivamente, a López Obrador le faltó habilidad discursiva para esquivar la trampa de su entrevistador. Jamás debió decir que temas como el aborto o el matrimonio gay no fueran tan importantes. Siendo un personaje público, víctima desde hace 15 años de una “guerra sucia”, en la que cada una de sus palabras es desmenuzada y utilizada en su contra, debió encontrar otra fórmula para explicitar que existen temas mucho más urgentes, como la corrupción, la miseria, la protección de los recursos naturales, la tragedia de la juventud… Cometió un desliz, y un comentario que demandara aclaraciones y posicionamientos hubiera sido oportuno, pero un ataque tan desmedido y frontal como el de Dresser termina siempre siendo un búmeran para quien lo lanza.
Como la propia Dresser reconoce explícitamente, López Obrador se ha desempeñado como un político honesto e incorruptible, algo que en un país como el nuestro no sólo es rara avis, sino un capital político de extraordinario valor. Andrés Manuel es un actor imprescindible para la transformación de México, así no estemos de acuerdo plenamente con sus métodos y con algunas de sus ideas. Descalificarlo únicamente por no haber tenido habilidad política para desahogar una coyuntura tramposa, eso sí es intolerancia.
Y justamente ese es el problema de la academia: pretender aplicar criterios puristas como si no estuviéramos en un país con decenas de millones de pobres y miserables, con servicios educativos y de salud absolutamente quebrados, con cientos de miles metidos a la delincuencia y muchos más víctimas de adicciones, y como si no gran parte de la responsabilidad de que esto esté ocurriendo se deba a políticos corruptos, deshonestos y mentirosos, coludidos con los intereses de la oligarquía y del imperialismo norteamericano, único beneficiario de la “guerra” estúpida.
Mientras la academia siga pensando con ideas de Princeton y Harvard, construyendo en su imaginación democracias “liberales e incluyentes” en un país que sigue admirando a “Chabelo” y a Laura Brozzo, seguirán ajenos a las luchas populares. Y seguirán haciendo el juego a los poderosos, a los que pretenden perpetuar la dictadura de TELEVISA, de los deshonestos y de los corruptos.
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