sábado, 5 de octubre de 2013

Los granaderos arremetiron contra todos

¡¡Exijamos lo Imposible!!
La Jornada
Es la segunda ocasión que sufro represión de la policía del DF, dice una estudiante
Más testimonios de ataques de granaderos a gente pacífica el pasado 2 de octubre

Fotorreporteros narran cómo uniformados los obstaculizaron y agredieron a golpes
Arturo Jiménez y Emir Olivares

Los testimonios de violencia de granaderos e infiltrados contra manifestantes pacíficos, transeúntes y periodistas durante la marcha del pasado 2 de octubre, continúan su flujo y cada vez más parecen completar un rompecabezas de la intimidación.

Diana, de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM, avanza con sus compañeros sobre la avenida Puente de Alvarado, luego de cruzar Rosales. Dos calles adelante se les vienen encima varios granaderos. La mayoría de los jóvenes se dispersa, pero Diana y otros quedan pegados a un puesto de revistas y los encapsulan. “Entre los empujones de los granaderos y la gente que quería salir, quedé al frente. Me empezaron a golpear con escudos y a patear. Intenté abrirme paso, pero nos lanzaron gas en los ojos. Empecé a llorar y les grité que por favor me dejaran salir. Se abrió un espacio y un policía me dijo: ‘Corre antes de que me arrepienta’.

Caminé pero de nuevo se vinieron encima los granaderos. Corrí y alcancé a los de la escuela por el panteón de San Fernando. Estaban con los de la FES-Aragón. Todos nos reintegramos a la marcha a la altura de El Caballito. Aún estoy dolorida; no he ido al doctor, tendré que hacerlo. Tengo la pierna derecha hinchada y llena de golpes, también la izquierda, y en un brazo, las costillas del lado derecho y la pelvis del lado izquierdo. Es la segunda ocasión que sufro represión por parte de la policía del Distrito Federal. La primera fue durante la marcha del 10 de junio pasado.

Empleados de una zapatería sobre Paseo de la Reforma, cerca del Metro Hidalgo, quedan atrapados junto con otras personas porque afuera se enfrentan granaderos y sujetos embozados. Debido a los estruendos de bombas molotov, disparos de balas de goma y gritos del exterior, algunos de los agazapados comienzan a ser presas del miedo. ¡Hay que salir!, ¿Quién tiene las llaves?, ¡Abran!, exigen algunos. Pero otros están convencidos de que es más seguro quedarse. Entonces los policías capitalinos lanzan gases lacrimógenos y dentro se desata el pánico. De nuevo algunos exigen que alguien abra las puertas de las cortinas metálicas. Los policías y provocadores llevan los enfrentamientos hacia la avenida Juárez. Y sólo entonces alguien abre las puertas.

Marco Peláez, fotógrafo de La Jornada, sigue a granaderos que se meten en un estacionamiento de la calle de Lafragua. Otros uniformados van hacia él y le impiden el paso, pese a que se identifica como fotorreportero de este diario. Peláez observa que varios granaderos han encapsulado y golpean a varios de sus compañeros, y trata de evadir el bloqueo. No puedes pasar, le dice un policía mientras le lanza un golpe con su escudo, que el fotógrafo esquiva. Sin embargo, otro guardián de la ley lo golpea en la espalda, también con su escudo, mientras otro trata de sujetar al periodista por el cuello y unos más intentan encapsularlo, aunque logra escaparse hacia Paseo de la Reforma.

Me agredieron, cuenta Peláez a un compañero, quien a su vez le comparte que un granadero pasó y le dio un escudazo en el estómago. Oiga, sus muchachos acaban de pegarme, reclamó el compañero de Peláez a un jefe de los granaderos. Si quiere denuncie ante Derechos Humanos, respondió el oficial.

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