La Jornada
Correa y Chávez
Pedro Miguel
El primero planchó en
las elecciones del domingo pasado en Ecuador y logró ser relecto por una
mayoría abrumadora. El segundo, quien recientemente había conseguido la
relección, no parece dispuesto a cumplir los sombríos pronósticos de la
prensa amarillista occidental y ya está de regreso en Venezuela, aunque
su diagnóstico siga siendo reservado. Pero en uno y otro casos el
asunto principal no es el destino político (o clínico) de dos
individuos, sino el futuro de dos procesos de transformaciones
económicas, políticas y sociales que han contribuido en forma
protagónica a dar al traste con los designios para América Latina que
habían definido los capitales occidentales, sus gobiernos y sus
organismos financieros internacionales.
En el caso ecuatoriano el vuelco de estos días ha sido menos
sorpresivo pero más contundente que en el venezolano. A la Alianza País
el gran margen de su victoria electoral le da legitimidad y tiempo
sobrados para consolidar un Estado de vocación social y ciudadana y para
profundizar el rediseño del modelo económico y político. Puede ser que,
en lo sucesivo, los riesgos principales del proceso ecuatoriano no
estén en los desgastados reclamos oligárquicos por los supuestos ataques
de Correa a la libertad de expresión –que han sido, más bien,
pertinentes acotaciones, tanto discursivas como judiciales, al abuso de
ésta y a la impunidad habitual de los consorcios mediáticos– sino en los
desencuentros entre la Presidencia y sectores progresistas y de
izquierda –dirigencias indígenas y grupos ambientalistas, por ejemplo–,
desencuentros que, de no resolverse, podrían generar grietas mayores en
el conglomerado de fuerzas disímiles y diversas que es la formación
gobernante.
En todo caso, se consolida y se confirma el avance de Sudamérica en procesos orientados a restituir la prioridad de lo social por sobre los planes de negocio convertidos en programas de gobierno, así como su tránsito hacia algo distinto al canon neoliberal y a la tradicional sumisión a Washington, al Banco Mundial, al Fondo Monetario Internacional y a la Unión Europea.
A propósito de Europa, el contraste resulta crudo: mientras que en la porción sur de aquel continente la ortodoxia económica provoca estragos sociales, dramas nacionales, crisis políticas y situaciones de escasa gobernabilidad, en la mayor parte de América del Sur se reduce la pobreza, se atenuan las desigualdades sociales y se sienta las bases para un periodo de estabilidad. En tal circunstancia, la capacidad de chantaje político y económico de los gobiernos europeos sobre los sudamericanos está más que menguada. Washington, por su parte, carece de la capacidad que antaño tenía para contener y deponer a gobernantes insumisos a sus dictados. Y ojalá que no la recupere nunca.
http://navegaciones.blogspot.com
Twitter: @Navegaciones
En todo caso, se consolida y se confirma el avance de Sudamérica en procesos orientados a restituir la prioridad de lo social por sobre los planes de negocio convertidos en programas de gobierno, así como su tránsito hacia algo distinto al canon neoliberal y a la tradicional sumisión a Washington, al Banco Mundial, al Fondo Monetario Internacional y a la Unión Europea.
A propósito de Europa, el contraste resulta crudo: mientras que en la porción sur de aquel continente la ortodoxia económica provoca estragos sociales, dramas nacionales, crisis políticas y situaciones de escasa gobernabilidad, en la mayor parte de América del Sur se reduce la pobreza, se atenuan las desigualdades sociales y se sienta las bases para un periodo de estabilidad. En tal circunstancia, la capacidad de chantaje político y económico de los gobiernos europeos sobre los sudamericanos está más que menguada. Washington, por su parte, carece de la capacidad que antaño tenía para contener y deponer a gobernantes insumisos a sus dictados. Y ojalá que no la recupere nunca.
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