¡¡Exijamos lo Imposible!!
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Venganza no es justicia
Por María Teresa Jardí
Es
diáfano que Elba Ester Gordillo es una delincuente de altos vuelos. Una
mujer perversa que es clara demostración de la amoralidad
característica de eso que seguimos llamando “clase política”, aunque no
responda a la prestación del servicio que todo mandatario electo por la
mayoría ciudadana debe dar en beneficio del pueblo. Aquí ya se sabe que
eligen los poderes fácticos y el IFE y el TRIFE convalidan el fraude.
Aunque no responda ni de manera mínima desde hace tantos años como tenía
al frente del Sindicato de Maestros esa siniestra mujer, que se llamaba
a sí misma líder vitalicia, aunque a la misma se le hubiera regalado o
al menos permitido que lo usara como si fuera su dueña, no sólo el
sindicato de maestros sino incluso la Secretaría encargada nada menos
que del rubro educativo. Ni siquiera el homicidio de Misael Acosta —y
quién sabe el de cuántos más, si se buscara un poco a lo largo de la
carrera por el poder de esa mujer siniestra— mereció una investigación
mientras a los adueñados, también de mala manera, del poder les sirvió
la Gordillo.
Pero...
La venganza no es justicia y la justicia no debe parecer nunca venganza.
Y no deja de ser curioso el momento elegido para su detención, en medio
de una “reforma” a la educación que no satisface, porque tiene visos de
buscar privatizar también la educación. “Reforma” que pareciera que se
quisiera dejar enterrada entre dos eventos que despiertan el interés de
la mayoría: el nombramiento del nuevo Papa y la reforma a la ley de
telecomunicaciones que, de hacerse bien, —pero quién sabe—, afectaría a
uno de los poderes fácticos más cretinos para la nación. Y no se puede
olvidar que ese poder convertido hoy en una teletiranía fue el hacedor
de Peña como presidente de la república.
Es inmoral que la Gordillo gastara 150 millones en cirugías estéticas en
un país donde se está asesinando también a las personas por la falta de
acceso a las medicinas en los hospitales públicos que quedan en pie
merced a médicos, por vocación, que no cuentan las más de las veces ya
ni siquiera con un par de guantes para practicar una sencilla operación
de apendicitis por más imprescindible que la misma sea y aunque el no
realizarla signifique la muerte de quien, según la Constitución, tiene
derecho a que el Estado le garantice la salud, como derecho humano, tan
importante, como el de que se le respete la vida. Vida que aquí ya se
sabe que no vale nada y con la que fuerzas oficiales y las fuerzas
criminales, protegidas por las oficiales, pueden acabar como “daño
colateral” asesinando, impunemente, a quien se le cruce en mala hora por
su camino.
Gordillo es clara exponente del abuso de los que se encuentran adueñados
del poder, a pesar de ser exponentes claros de la mafia que privatiza a
México con un entreguismo cobarde y servil, a cambio de dinero y de
prebendas que se han tornado escandalosas. Eso que seguimos llamando
clase política, aunque de política tenga poco y mucho de mafiosa, ha
perdido la vergüenza y convertido en regla al cinismo.
Ojalá y vaya en serio la detención de la Gordillo y a la misma sigan las
detenciones de otros que por escandalosos deben convertirse en ejemplo
de lo que no puede ser tolerado. Incluso porque hasta para un pueblo tan
falto de respuesta pronta, como es el caso del mexicano, llega un
momento en que se torna en intolerable y explota.
Pero no es suficiente si no se cambia la forma de funcionamiento de eso
que llamamos clase política. Los abusos deben dejar de imperar como
regla si se aspira a generar un mínimo de credibilidad necesaria para
que el pacto se firme con la sociedad y no entre cuates mafiosos, lo que
nada significa para millones que están llegando a un hartazgo muy
peligroso.
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