Homozapping
El ocaso de la reina de la telebasura
“¿En qué momento se jodió el Perú?”, se preguntaba Mario Vargas Llosa en su célebre Conversación en la Catedral. Para algunos peruanos, el país sejodió cuando Laura Cecilia Bozzo Rotondo comenzó su andadura en televisión. Fue a principios de los 90, a través del canal limeño RBC. Ahí nació la hoy conocida como Reina de la Telebasura, la diosa de los talk shows, un auténtico animal televisivo cuya habilidad para la polémica y el teledrama deja en simples aprendices a nuestros gurús españoles del morbo en directo.
Peleas
diarias, infinidad de montajes y engaños a la audiencia, gritos, insultos
a sus invitados (casi todos gente humilde), jugosas entrevistas a
supuestos cornudos, hijos bastardos, confesiones de homosexualidad,
víctimas de abusos, y así un largo etcétera. Desde sus inicios, Bozzo
acumula un tumultuoso historial televisivo e incluso criminal que la
obligó a huir de Perú, apestada por sus conciudadanos. Hoy es conductora
estrella de un talk show en Televisa, la principal televisión
de México y la empresa de medios más poderosa en lengua española en todo
el mundo. Allí se revolvía gustosa en el fango desde 2011 la “señorita
Laura”, como la llama su fiel audiencia, hasta que hace días volvió a
pillarse los dedos en uno de sus ya clásicos espectáculos circenses. Un
desliz que podría costarle muy caro.
La presentadora viajó como reportera
estrella de Televisa a Coyuca de Benítez, un pueblo muy pobre arrasado
por el huracán Manuel, que azotó la costa del Pacífico mexicano. Llegó
en un helicóptero de los equipos de rescate vestida con el traje rojo de
los operativos especiales. Es decir, utilizó recursos públicos en un
momento muy necesario (los víveres en el lugar escaseaban y sólo había
cuatro helicópteros) y usurpó las funciones de rescatista, dos delitos
con consecuencias penales según la ley mexicana.
Y la gallina de los huevos de oro enfureció a los mexicanos
No sólo eso: Bozzo podía haber bajado
del helicóptero en un campo de fútbol habilitado para ello, pero decidió
volver a tomar vuelo y descender unos cientos de metros más allá, en
pleno barrizal, deslizándose por una cuerda mientras sus camarógrafos
grababan la escena como si estuviera en medio de la jungla. Una vez en
tierra, se dedicó a hurgar en la tragedia de las víctimas (llantos y
desesperación por doquier) y luego se negó a transportar víveres en el
aparato que estaba utilizando, prestado por cierto por el gobernador del
Estado de México, Eruviel Ávila, quien también ha sido blanco de un
torrente de críticas por su negligencia.
Periodistas del semanario Proceso fueron
testigos del improvisado plató de televisión que la “señorita Laura”
montó en medio de la tragedia. Pronto la información fue rebotada por la periodista más respetada de México, Carmen Aristegui,
quien en su programa de radio mostró su total incredulidad por “la
bajeza” a la que había llegado Televisa. “Este país no merece esa
bazofia”, dijo Aristegui parafraseando un editorial del diario La Jornada.
El episodio ha enfurecido a buena parte de la sociedad mexicana, harta
del triste nivel de pan y circo para aborregar al personal del que hacen
gala los dos grandes conglomerados televisivos nacionales, Televisa y
TV Azteca.
Lucha a muerte entre dos formas de entender el periodismo
Decenas de miles de personas llevan días pidiendo en las redes sociales que el programa Laura,
que se emite a las 15:00 h, en pleno horario infantil, sea suprimido y
hasta han exigido que se cancele el permiso de residencia de Bozzo en
México por la comisión de esos delitos. Incluso en la plana mayor de
Televisa, poco dada a sensiblerías que puedan disminuir puntos de rating, surgieron grietas por el nuevo bochorno de su conductora estrella.
Bozzo quiso contraatacar ante estas
acusaciones y cargó con toda su artillería contra Carmen Aristegui. La
peruana amenazó, vociferó y tildó de “mentirosa” a la periodista. “Yo
fui a ayudar, a rescatar gente”, bramó Bozzo, pura furia, encuadrada en
primer plano. “La reto: hablemos de lo que el pueblo quiere. Vayamos a
Coyuca de Benítez y veamos a quién reconoce el pueblo, a quién quiere,
quién es una esperanza para la gente”, prosiguió. Un duelo eléctrico que
se ha extendido durante días y que por primera vez en la historia de la
televisión en español enfrenta directamente dos formas de entender el periodismo.
Por un lado Bozzo, que se autoproclama “abogada de los pobres”, reina
del morbo y de los montajes periodísticos. Por otro, Aristegui,
respetada por su rigor informativo y constante azote del poder y la
corrupción.
Bozzo se negó a transportar víveres
No esperaba Bozzo, sin embargo, que la
tortilla fuera a voltearse bruscamente en su contra. Primero fue la
carta abierta del alcalde de Coyuca de Benítez, Ramiro Ávila, que vino a
confirmar el montaje de un teledrama a costa de las víctimas del
huracán. “Me uno a la indignación general por este acto inmoral de este
personaje que sin escrúpulos se aprovechó del dolor de un pueblo”,
escribió el alcalde. Y añadió: “En ese momento teníamos víveres para
llevar a comunidades incomunicadas pero se negaron a prestar su
helicóptero para transportarlos”.
También el Agrupamiento de Rescate
Relámpagos del Estado de México exigió una disculpa pública. Pero el
asunto ya sí se puso peliagudo para Bozzo cuando el semanario Proceso confirmó
que la presentadora incurrió en dos delitos penales al usurpar un
helicóptero público y hacerse pasar, traje incluido, por un funcionario
público del cuerpo de rescatistas. Faltas que, ley en mano, deberían ser
castigadas con penas incluso de cárcel, tal como incidió Aristegui en
las ondas.
“¿Pero qué le he hecho? ¿Por qué me odia
de esa manera?”, volvió a dirigirse Bozzo a Aristegui dos días más
tarde. Esta vez sin gritos ni amenazas, sino con calculadas lágrimas en
los ojos. Sabía Bozzo que estaba perdiendo el combate, más aún después
de que Aristegui refrescara la memoria a los mexicanos al recordar el
muy turbio pasado de la presentadora en Perú, donde es uno de los personajes públicos más repudiados por la sociedad.
“Quién diría que la televisión mexicana ha adoptado como su figura
humanitaria a un personaje de estas características. Vaya degradación”,
lamentó la periodista. También las más altas esferas de Televisa son
conscientes de que el espectáculo y la posterior actitud de Bozzo
podrían desatar un terremoto social en contra de la cadena, y habrían
ordenado a Laura cerrar el pico sobre este asunto y centrarse sin hacer
más ruido en su talk show, el cual por cierto ha sufrido en la última semana una preocupante caída de audiencia.
La mejor amiga de Fujimori… por tres millones
“Lo que hizo el programa de esta señora fue inventar en Perú lo que se llamaron psicosociales. (En formato talk show) presentaban una serie de eventos muy efectistas para desviar la atención de algunos problemas. Una acción deliberada para distraer la atención pública hacia el escándalo y el teledrama”,
indica Julio Arbizu, procurador público especializado en Delitos de
Corrupción en Perú. “Más allá del efecto denigratorio de muchas de estas
escenas, lo que hubo fue una especie de campaña a favor de la
reelección de Alberto Fujimori (en el año 2000): elogios
públicos, injurias contra opositores…”, recuerda Arbizu, uno de los
fiscales que desmontó y enjuició la red de corrupción política al más
alto nivel que asoló a Perú a finales de los 90 y principios de este
siglo, y en el que Bozzo desempeñó un activo papel como correa de
transmisión, además de amante de Vladimiro Montesinos, siniestro jefe de la inteligencia peruana.
La causa judicial determinó que Bozzo había recibido tres millones de dólares de Montesinos,
además de varios kilos de oro y diamantes en joyas, gracias a su labor
de ayuda a la figura de Fujimori, por lo que fue sentenciada a cuatro
años de cárcel. La presentadora logró atenuar la condena a un arresto
domiciliario desde el que pudo seguir grabando programas para su emisión
fuera de Perú a través de Panamericana Televisión. De allí pasó a
Telemundo y más adelante a la mexicana TV Azteca (2009), desde donde dio
el salto al olimpo de Televisa.
“¿Alguien en México habrá pensado en
recurrir a las habilidades de Laura Bozzo para atacar a críticos u
opositores a través del Canal 2 de Televisa? ¿Habrá por ahí algún Montesinos mexicano usando a Laura Bozzo?”, se pregunta Aristegui. Un reciente análisis reincide en lo que muchos críticos llevan años denunciando: la alianza tácita entre Televisa y el Partido Revolucionario Institucional (PRI),
la gran fuerza política de México en el último siglo que regresó al
poder en julio de 2012 bajo la presidencia de Enrique Peña Nieto, bien
respaldada por su televisora de referencia.
Dinero público contra adversarios políticos
El periodista Jenaro Villamil, experto
en medios y azote del histórico compadreo entre Televisa y los políticos
mexicanos, denunció hace días el “caudal de componendas” entre Laura,
Televisa y los gobernadores Eruviel Ávila, del Estado de México, y Ángel
Aguirre, de Guerrero, “quienes gastan millonadas de dinero público en
su adicción a la publicidad televisiva” para “lanzar guerras sucias contra adversarios políticos y mediáticos”.
En 2012, el gobernador de Guerrero gastó tres millones de dólares
procedentes de fondos públicos en un espectáculo pirotécnico en Acapulco
para festejar el cumpleaños de su querida amiga Laura Bozzo.
“Televisa y Peña Nieto abrieron brecha
en México a la llamada telecracia o mediocracia, entendida ésta como una
nueva forma de gobernar en la que los medios de comunicación se
convierten en grupos de poder capaces de incidir directamente en las
decisiones del gobierno o del Estado. (…) Laura Bozzo ya tiene
experiencia y sabe del negocio de la política, el marketing y las
campañas de imagen en las televisoras”, indica un artículo de Proceso titulado El affaire Bozzo, la tragedia como negocio.
Una peligrosa triangulación entre alta política, telebasura y negocio
del drama a costa de los estratos más bajos de la sociedad que, si bien
alcanza su máximo exponente con Laura Bozzo, no es ajeno a otros muchos
entornos audiovisuales en decenas de países.
“¡Que pase el desgraciado!”
Así reza una de sus frases más célebres,
con la que da entrada al plató a abusadores de menores, maridos
infieles, maltratadores y todo un elenco de delincuentes que pasan
diariamente por su programa. Todos ellos supuestos, porque a Laura Bozzo ya se le han descubierto un buen puñado de historias que resultaron falsas,
tanto en Perú como en México. Gente proveniente de entornos muy
humildes que fueron pagados para hacerse pasar por víctimas sexuales,
hijos bastardos u homosexuales por precios que rondan los 500 pesos (30 euros). Algunos incluso han llegado a olvidar el guion en medio del programa, para furia de la presentadora.
La tónica es que mientras el talk show se
desarrolla y van entrando personajes al plató (ahora el padrastro
abusador, ahora la madre que lo permite, ahora el novio de la chica que
duda de que el hijo que esperan sea suyo), Laura se va encendiendo,
pasando de gran defensora de las causas feministas a juez penalista (de
hecho Bozzo es abogada y ejerció durante años). Es entonces cuando
comienza a insultarlos, a denigrarlos y a humillarlos para alborozo del
público, que jalea los exabruptos de su heroína como si estuviera en un
circo romano. No obstante, Laura parece haber pulido el programa en su
etapa en México. Ahora ya no se estila que los invitados acaben por los
suelos a puñetazo limpio mientras ella pide a los encargados de
seguridad se los lleven. Al fin y al cabo, como ella gusta de recordar,
su talk show es “un programa familiar que promueve los más altos valores”.
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