martes, 1 de octubre de 2013

No encender Televisa el cuatro de octubre

¡¡Exijamos lo Imposible!! 
Por Esto!
El analfabetismo de los televisivamente manipulados 
María Teresa Jardí

Todo movimiento social verdadero es una fiesta y fiesta fue el Movimiento Estudiantil de 1968, por supuesto. Una fiesta que mañana cumple 45 años de haber sido masacrada por “las fuerzas del orden”, que continúan aniquilando al pueblo mexicano

Casi medio siglo en el que se pudo escribir para los mexicanos otra historia. Cuarenta y cinco años que pudieron ser de gloria para el país que hoy encabezaría, con el liderazgo ganado, si se hubiera apostado por la democracia y en particular por la libertad y por la justicia. Pero se apostó a la represión, como se está haciendo ahora ya con obscenidad sin maquillaje desde que Calderón, para hacer la entrega del país, organizara una guerra contra el pueblo para hacer con ella una limpia de pobres que sigue viento en popa incluso por los males que se achacan a la naturaleza, aunque los responsables tengan también nombre y apellido. Represión que a Díaz Ordaz convirtió en un asesino y a Echeverría también en criminal, amén de en entreguista y responsable del inicio de la baja en la educación que hoy afecta por completo al país, al punto de que la telebasura ha podido imponernos a un analfabeta, como Peña, al frente del Ejecutivo federal, a los mexicanos, que o tomamos nuestro destino en nuestras manos o se nos convierte en esclavos.

Hay un llamado a no encender los canales de la Televisa el cuatro de octubre. No. No es suficiente. Apagar el televisor de manera definitiva por ahora o al menos todos los canales de la televisión abierta, aunque no sean mejores tampoco los de paga, es un acto, hoy en México, de amor a la patria mexicana que se encuentra a punto de dejar de ser de los mexicanos.

No entenderlo tiene que ver con la baja en la educación, por supuesto. Pero no intuirlo al menos es probable que tenga que ver con lo que los mexicanos, por dejados, nos merecemos.

El cambio de sistema es imprescindible y quizá se puede hacer de manera pacífica. Pero no va camino de ser posible sin llamar al menos a tomar todas las medidas que afecten los bolsillos de quienes tanto daño le están haciendo al país. Y como cabeza sin duda está la telebasura, aunque también estén involucradas las grandes cadenas que a los mexicanos venden la comida y los productos chatarra que en otros lugares del mundo ya no se quieren.

Ayer domingo me llamó mi hijo que vive en el Distrito Federal para ver si quería ir a ver una función de teatro con mi nieta. Le dije que sí y los hermanos y la otra abuela incluida intentamos llegar a uno de los teatros que se ubican detrás del Auditorio Nacional. Pero... ¡Oh!, sorpresa, por Reforma pasan los ciclistas domingueros de Mancera, transitan autobuses para turistas vacíos y una especie de autobús que pasa imágenes anunciando algún evento ocupa parte de la vía. Mancera contribuye al malestar ciudadano que las marchas de los maestros y otros grupos, como los cañeros condenados a morir de hambre, grupos a los que asiste la razón, de suyo también causan. Todos sumados a la represión en marcha. No llegamos, por supuesto, a la obra de teatro y entonces a mi hijo se le ocurre que vayamos al Museo de Cera, que hace años que no vemos las abuelas, y que no conoce mi nieta y además a ver el de Ripley que tampoco conocemos ninguna de las tres mujeres. Y en el de Cera, lleno, muy lleno, lo que me parece muy bien, veo que con las que más se retratan, los muchos que se retratan, es con figuras de cera de Fox, en medio, con Zedillo por un lado y Calderón, por el otro, y no dejo, de regreso en mi casa y mientras esto escribo, de pensar en si el pueblo mexicano tendrá o no remedio. Falta tanto para que la clase media baja y más aún la media alta, porque no es nada barata la entrada a esos museos, lo entienda, que quién sabe si dentro de cuarenta y cinco años más, no estén los hijos de mis nietos luchando por abolir la esclavitud del pueblo mexicano.

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