viernes, 18 de octubre de 2013

Los grades beneficios al pueblo no se ven

 Más impuestos, + desempleo + pobreza +hambre ¿beneficios? no hay
¡¡Exijamos lo Imposible!! 
Por Esto!
La hora de la verdad se acerca
Guillermo Fabela Quiñones


Apuntes

Es indudable que el grupo en el poder conoce muy bien los mecanismos para lograr que su agenda marche como la tiene programada. Así lo está demostrando en las negociaciones con la “oposición” para aprobar en tiempo y forma la reforma fiscal. Juega a su antojo con el PAN y con el PRD, simples marionetas que se prestan a mantener abierto el juego de la simulación, cuando el país se cae en pedazos por tantos años de estancamiento real, que parece estar tocando fondo, aunque ello no signifique que vaya a producirse un rebote salvador de último momento.

El gobierno de Enrique Peña Nieto le apuesta a la aprobación de las reformas estructurales para tener una tabla de salvación momentánea, aun cuando al país se lo cargue la tristeza porque dichas reformas lo único que traerán será más pobreza, más desempleo, más inseguridad y mayor incertidumbre en el futuro. Y lo habrá de conseguir gracias al Pacto por México, instrumento demagógico que habrá de morir cuando menos se lo piense, porque la dramática realidad se habrá de imponer a la simulación como fórmula de gobierno.

Las reformas podrán darle una indispensable bocanada de oxígeno al régimen, sobre todo por el contento que motivará en sectores oligárquicos, y por el apoyo “moral” de los organismos internacionales, pero el impacto se diluirá muy pronto porque se iniciará una etapa de feroces reacomodos entre las elites para sacar el mayor provecho de las reformas, sobre todo de la que más les interesa, o sea la energética. Los supuestos beneficios al pueblo no se verán ni ahora ni nunca, lo que acelerará una nueva etapa de lucha social, cada vez más enconada.

El problema de fondo es que el gobierno de Peña Nieto no tiene ningún margen de acción favorable, pues en la realidad sólo es un peón de intereses extra nacionales dispuestos a todo con tal de conseguir sus mezquinos objetivos. El Estado mexicano no existe como tal, sino como un despacho desde el cual se buscan acuerdos que beneficien a los grupos de la burguesía mejor posicionados. Las presiones serán más feroces para el inquilino de Los Pinos, pero no por parte del pueblo, sino de esos grupos oligárquicos que ven la oportunidad de sacar el mayor provecho.

Podría decirse que las cosas marchan bien para Peña Nieto, aun cuando no tan bien como quisieran él y sus principales asesores. Se aprobarán las reformas que faltan, pero no por ello podrá cantar victoria, porque una cosa es el aspecto formal de los hechos públicos y otra muy distinta el sustrato que subyace debajo. México en este momento es un volcán a punto de estallar, lo que podría acontecer más temprano que tarde si la ciudadanía no se moviliza en serio para enfrentar las feroces acometidas de las elites en su desbocada voracidad .

El problema mayor en este contexto parte, paradójicamente, de los éxitos incontrastables de la oligarquía en su desenfrenada carrera por apoderarse de las principales riquezas nacionales. Tal situación habrá de acarrear problemas económicos y sociales de mayor envergadura que los conocidos a la fecha. En la rebatiña, la realidad nacional se agravará en todas sus partes, y las elites no lo verán sino hasta que las cosas ya no tengan solución ni con la compra de votos.

Tan dramática perspectiva podrá modificarse, sin embargo, en la medida que la ciudadanía tome conciencia de su fuerza. No serán los partidos los que eleven la capacidad de lucha de la sociedad y contribuyan al fortalecimiento de la organización colectiva, sino las iniciativas de los propios ciudadanos encaminadas a retomar una agenda política favorable a ellos y a los intereses nacionales. Está muy claro que la única alternativa para favorecer cambios democráticos favorables a la sociedad, está lejos de los partidos. La izquierda está en la gente, no en estructuras partidistas corruptas y sin visión, carentes de principios y de una elemental conciencia del momento tan complejo que estamos viviendo.

Aun cuando las reformas estructurales sean aprobadas en el Congreso y por ello se conviertan en instrumentos legales para que la oligarquía siga depredando a la nación y al pueblo, una respuesta ciudadana en sentido contrario podrá evitar que sus consecuencias sean devastadoras para el país. El pueblo organizado y consciente de sus derechos es el mejor muro de contención a la rapiña

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