¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
Cuánto cuesta comprar la Presidencia
Juan José Morales
Escrutinio
No
por esperado deja de ser aberrante el fallo del tribunal electoral
sobre la elección presidencial. No se preocuparon los magistrados —ni
uno solo de ellos— por al menos guardar un poco las apariencias
aceptando siquiera alguno de los muchos elementos de prueba que el
Movimiento Progresista aportó para demostrar lo que es evidente para
todos, excepto para los integrantes del Trife. Es decir, que no se
cumplieron los requisitos de igualdad y equidad que, según el Art. 41
constitucional, deben regir las elecciones.
Para nadie es un secreto que hubo compra y coacción del voto por parte
del PRI, que Peña Nieto rebasó holgadamente el tope de gastos de campaña
—que según la ley era de 336 millones—, que hubo una confabulación
entre el propio Peña Nieto y las empresas del duopolio televisivo para
impulsar su candidatura, que la campaña priísta se financió con dinero
de oscuro origen que fluyó a raudales a través de empresas fantasmas,
que diversos gobiernos —en particular el del Estado de México— aportaron
también enormes cantidades mediante transferencias ilegales, que hubo
repartos de láminas, despensas, materiales de construcción y otros
productos para inducir el sufragio, que a cambio de su voto se
entregaron a los electores tarjetas —equivalentes a dinero en efectivo—
para adquirir mercancías, tarjetas que se harían válidas al día
siguiente de la elección (obviamente, sólo si triunfaba Peña Nieto, lo
cual los obligaba a ejercer su voto en tal sentido).
Una tras otra, tales pruebas fueron desechadas por los magistrados,
aduciendo que no las consideraban suficientes para probar que hubiera
habido compra y coacción del voto, o que no se demostraba las acciones
en cuestión hubieran tenido como propósito vulnerar la ley. Se llegó al
extremo —para citar un caso— de aducir que, si bien quedó demostrado que
Peña Nieto, en su calidad de gobernador del Estado de México, firmó
contratos con Televisa y Televisión Azteca para promover su imagen en
todo el país y no sólo en su propia entidad, eso no significaba que
hubiera sido con propósitos electorales (quizá fue sólo porque EPN
buscaba mostrar a todas las mujeres de México su copete envaselinado y
su rostro de galán de telenovela).
A despecho del fallo del tribunal, siguen ahí sin embargo, a la vista de
los mexicanos, todos esos hechos que los magistrados minimizaron o no
quisieron aceptar. Ahí están, por ejemplo, los famosos monederos
electrónicos Monex, que —según facturas hechas públicas— tuvieron un
valor de 160 millones de pesos, o sea casi la mitad del total de gastos
de campaña. Ahí están las no menos famosas tarjetas de Soriana, que
costaron no menos de cien millones de pesos y de las que primero se negó
su existencia y después, al tener que admitirla, llegó a decirse en el
colmo del cinismo que las había utilizado López Obrador para
desprestigiar al PRI.
Ahí está la verdadera flota de helicópteros y grandes aviones —uno de
ellos de cien pasajeros— que Peña Nieto utilizó durante su campaña
electoral. El alquiler de tales aviones asciende en un caso a 10 mil
dólares la hora y en el otro a 12 mil. O sea, 22 mil dólares la hora por
ambos. Suponiendo un mínimo de tres horas de vuelo durante los 90 días
de la campaña, estamos hablando conservadoramente, en números redondos
de dos millones de dólares, o sea unos 26 millones de pesos. A ello hay
que sumar la renta de los helicópteros.
Y desde luego, esos no fueron los únicos gastos. Ahí están también la
renta de cientos y cientos de autobuses para el acarreo en los actos
masivos, la profusión de anuncios espectaculares, los millones de
gorras, camisetas, sombrillas y demás parafernalia electoral, y otros
muchos —muchísimos— gastos.
No resulta exagerado decir, como afirmó el Movimiento Progresista, que
la campaña de Peña Nieto costó más de 4,500 millones de pesos. O sea más
del mil por ciento por encima del límite legal.
Eso le costó comprar la presidencia de la República. Y, obviamente, él y
sus patrocinadores pronto comenzarán a recuperar —y con creces— la
inversión. De modo que, si ya los gobiernos priístas dejaron en
bancarrota a sus estados por haber destinado el dinero del erario a
financiar la campaña de EPN, sólo nos queda esperar que las cosas
empeoren.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
No hay comentarios:
Publicar un comentario