Decadencia moral del PAN
Quedaron lejos los dias en que el PAN defendía valores democráticos y
proponía una renovación moral, Calderón acabó con ese proyecto histórico
y convirtió a ese instituto en una simple mafia política
MEXICO, DF, 10 de marzo (proceso/ John M. Ackerman).- Manuel Clouthier,
Rogelio Sada Zambrano, Javier Corral y Manuel Espino tienen razón: Los
días en que el PAN defendía valores democráticos y enarbolaba una
propuesta de renovación moral han concluido. Felipe Calderón consolidó
el cambio histórico, iniciado en 1988 a partir del pacto con Carlos
Salinas de Gortari, que ha convertido a este partido en una simple mafia
política basada en intereses personales y redes de complicidad. La
inclusión tanto de Fernando Larrazabal como de la hermana del presidente
de la República en las listas plurinominales para el Congreso es
solamente el indicador más reciente de esta decadencia moral. El caso de
Florence Cassez también nos recuerda que la falsificación y la
impunidad han sido el sello del gobierno federal calderonista desde su
inicio.
El actual cisma en el PAN no es menor, sino que recuerda la desbandada
histórica de 1992, cuando renunciaron al partido destacados dirigentes
agrupados en el Foro Democrático y Doctrinario. En ese momento, Bernando
Bátiz, Jesús González Schmal y Pablo Emilio Madero encabezaron un
amplio movimiento de denuncia de la colusión del PAN con las medidas
antidemocráticas y represivas del gobierno de Salinas, así como de la
“burocratización” del partido y la “intransigencia con los grupos y
opiniones divergentes”. En su carta, destinada a la dirección del
blanquiazul, estos dirigentes señalaron que el PAN ya no era “el partido
de inspiración humanista que defendía los derechos humanos contra los
abusos de la autoridad y que buscaba una justa distribución de la
riqueza, que se oponía con valor y con espíritu de libertad e
independencia al régimen y que movía voluntades con ideas, con
principios y con programas propios, inspirados en su doctrina. Hoy el
PAN es prosalinista, proliberal y pragmático”.
Ahora, sin embargo, la situación del PAN es aún peor. Los 12 años al
mando del gobierno federal han terminado por corromper los escasos
restos de ética que le quedaban. La actitud evasiva, descalificadora y
despreciativa del nuevo secretario de la Función Pública (SFP), Rafael
Morgan Ríos, en su comparecencia en la Cámara de Diputados el 7 de
marzo, revela que el tema de la renovación moral y el combate a la
corrupción ya fueron abandonados hace mucho por este grupo político. Los
informes de la Auditoría Superior de la Federación y de Transparencia
Internacional también revelan anualmente el nulo avance en la materia
bajo las administraciones panistas.
Recordemos que en 2009 Calderón llegó al extremo de presentar una
iniciativa que desaparecería a la Secretaría de la Función Pública
(SFP). El cinismo y la insolencia de altos funcionarios como Juan
Molinar Horcasitas, Ernesto Cordero, Alonso Lujambio y Luis Téllez son
otros claros botones de muestra del abandono de cualquier principio
democrático a favor del más puro pragmatismo.
El PRI tampoco ofrece nada nuevo en esta materia. Los enormes boquetes
en las finanzas del Estado de México y Coahuila, las maletas de dinero
del gobierno de Veracruz y las acusaciones de complicidad con el
narcotráfico que pesan sobre exgobernadores de Tamaulipas son apenas
unos cuantos ejemplos que demuestran que el “nuevo” PRI es el mismo PRI
de siempre. Este partido también se exhibe con la inclusión en sus
listas plurinominales al Congreso de tan cuestionables figuras como los
líderes petroleros Carlos Romero Deschamps y Ricardo Aldana, los
ejecutivos de TV Azteca Jorge Mendoza y Tristán Canales, así como la
esposa de Jorge Hank Rohn, María Elvia Amaya, y “el rey de la basura”,
Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre.
Hasta Ulises Beltrán ha tenido que aceptar, en su encuesta presidencial
más reciente, que únicamente 29% de los encuestados creen que Enrique
Peña Nieto “es más honrado para manejar el dinero del pueblo”. Aun los
que hoy dicen que votarían por el PRI saben perfectamente que el viejo
partido de Estado no se ha reformado. No es la esperanza sino
precisamente la desesperación ante el fracaso tan contundente de los
gobiernos panistas lo que en su caso los llevaría a votar por el PRI.
En este contexto, llama poderosamente la atención que ni un solo
intelectual, académico o periodista letrado se haya atrevido a apoyar
públicamente las aspiraciones presidenciales de Enrique Peña Nieto.
Existen, desde luego, numerosas figuras en los medios, las universidades
y las instituciones públicas que en los hechos trabajan arduamente para
que los dinosaurios regresen al poder, pero curiosamente les da
vergüenza hacerlo abiertamente. Esta realidad refleja una de las
grandes debilidades del exgobernador del Estado de México. A pesar de
todo el ropaje y la sobreproducción mediática que lo rodean, Peña Nieto
ha fracasado de manera rotunda en generar la confianza de la clase
pensante del país.
Esto sin duda tendrá un impacto importante una vez que inicien las
campañas presidenciales. A la hora de los debates y el intercambio de
propuestas, ninguna voz de peso podrá salir a dar la cara por el
candidato priista ofreciendo argumentos de fondo para apoyar su
candidatura. En estas condiciones, debería ser relativamente sencillo
desarmar la gran mentira que lo rodea.
El presidenciable que potencialmente podría sacar mayor ventaja de este
talón de Aquiles del candidato puntero sería Andrés Manuel López
Obrador. El candidato de las izquierdas cuenta con un vasto caudal de
intelectuales y académicos que apoyan su causa, e incluso ha invitado a
numerosas figuras a participar directamente en la elaboración de su
plataforma electoral.
Tristemente, este poder de las ideas ha sido despreciado tanto por los
principales medios electrónicos como por los partidos de izquierda. Cada
día existen menos espacios en radio y televisión que incluyan debates
plurales y profundos sobre la realidad nacional. Asimismo, las listas
plurinominales del PRD, el PT y el MC tampoco destacan por la pulcritud y
el nivel intelectual de las figuras propuestas. La determinación de
candidaturas por la vía de encuestas también ha dejado a la izquierda
con un candidato para el Gobierno del Distrito Federal carente de
propuestas claras y convicciones progresistas.
Una vez más tendrá que ser la ciudadanía, y en particular los
universitarios, quienes lleven la voz cantante para elevar el nivel de
debate y obligar a los candidatos a comprometerse con una verdadera
renovación moral de la política en el país.
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