Este gran disco que llamamos Tierra
Juan José Morales
Escrutinio
Si es usted de los que creen que la Tierra es redonda, se equivoca por
completo. Es plana, tiene forma de un gran disco de 40 mil kilómetros de
diámetro, cuyo centro es lo que el común de los mortales llamamos
erróneamente Polo Norte, y por todo su borde se extiende un muro de
hielo de 45 metros de altura: la Antártida.
Al menos eso es lo que sostienen los miembros de cierto pequeño grupo
llamado Sociedad de la Tierra Plana (The Flat Earth Society), que es en
realidad uno de esos negocios con los cuales alguien obtiene modestos
ingresos además de divertirse un poco.
La existencia de esta sociedad la recordé al leer el pasado viernes, que
a la sede de las Naciones Unidas en Nueva York llegó un paquete con
varios kilos de cocaína, enviado desde México, en el cual no se había
anotado nombre ni dirección de algún destinatario. Pero como tenía un
logotipo parecido al de la ONU, los empleados de la empresa de
mensajería decidieron entregarlo en las oficinas de la organización
mundial.
Pues bien, la relación entre este asunto y la Sociedad de la Tierra
Plana, estriba en que uno de los argumentos que esgrimen los miembros de
esta agrupación en favor de sus ideas, es precisamente que en el
logotipo de la ONU la Tierra aparece como un disco plano, y esto
demuestra que “los máximos dirigentes mundiales sí conocen la verdad”.
Desde sus inicios, la tal sociedad ha tenido un sello religioso. Fue
fundada en el siglo XIX por cierto inglés de nombre Samuel Rowbotham,
quien se basaba en la interpretación literal de varios pasajes de la
Biblia para probar que la Tierra no es redonda como se cree, sino plana.
Tras la muerte de Rowbotham, sus ideas fueron adoptadas por la Iglesia
Cristiana Católica Apostólica, fundada por un escocés, predicador y
sanador mediante la fe, llamado Alexander Dowie, quien llegó a tener
bastante éxito. Incluso fundó una pequeña ciudad llamada Zion, a orillas
del lago Michigan, cerca de Chicago en Estados Unidos, en la cual
reunió a buen número de sus seguidores. Pero finalmente la comunidad
entró en decadencia y se disolvió a principios del siglo XX.
Lo que no se disolvió, sin embargo, fueron las ideas sobre la Tierra
plana. En 1956 las retomó —nuevamente en la Gran Bretaña— un tal
Shenton, miembro de la Royal Astronomical Society y la Royal Geographic
Society.
Muerto Shenton, tomó las riendas de la sociedad el norteamericano
Charles K. Johnson, quien le infundió aliento y llegó a incrementar su
membresía hasta tres mil afiliados, aunque se quejaba de que muy pocos
pagaban sus cuotas. Johnson, también fervoroso creyente, sostenía que
eso de la Tierra redonda era sólo una conspiración de los científicos
para desacreditar a la Biblia, pues de ser esférico el planeta, no
podría haber arriba ni abajo, y por lo tanto tampoco habría lugar para
Dios, que —como se sabe, o se dice— está allá arriba.
Johnson también sostenía que la Luna y el Sol miden sólo 50 kilómetros
de diámetro y están situados a 4,800 kilómetros sobre la Tierra, y que
la fuerza de gravedad se debe a que el disco terrestre se mueve hacia
arriba, impulsado por una energía oscura. Y su esposa, nacida en
Australia, decía muy seriamente que la Tierra no podía ser redonda
porque cuando vivió en aquel país, nunca sintió que estuviera cabeza
abajo.
Actualmente la Sociedad de la Tierra Plana funciona mitad en serio mitad
en broma. Quien desee ser miembro benefactor de ella, debe enviar
cierta cantidad de dinero a cambio de un bonito diploma y —si las hay en
existencia— algunas chucherías relativas a la sociedad, que también
vende camisetas estampadas y cada año realiza una colecta benéfica para
—dice— ayudar a un centro de atención a perros callejeros en Tailandia.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
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