Apuntes
Guillermo Fabela Quiñones
¿No hay más que la Zeta?
Mientras
va en aumento la crisis penitenciaria, como consecuencia obvia de la
que se vive en el país luego de doce años de dramático retroceso en
todos los campos de la vida nacional, Felipe Calderón nos sale con que
la solución está en construir más reclusorios, porque hace dos décadas
no se construye uno solo. Aun cuando ese fuera el caso, lo cierto es que
por más penales que se edificaran a lo largo y ancho de la República,
no alcanzarían para dar cabida a tantos miles de jóvenes que se ven
obligados a delinquir porque son las principales víctimas de un sistema
social y económico que obstaculiza su desarrollo humano.
La situación que se vive en la mayor parte de los centros
penitenciarios, tiene su razón de ser en la descomposición que padecen,
la que a su vez reproduce la que experimenta el país luego de tres
décadas de exclusión creciente de la mayor parte de los jóvenes del
proceso de desarrollo. Tal realidad se agravó a partir de este sexenio
por la malhadada política anticrimen de Calderón, que en realidad sirvió
para avivarlo y darle una dimensión inédita, mucho más redituable para
quienes se aprovechan de ella. Esto también se vive al interior de los
penales, con saldos cada vez más trágicos.
El sangriento episodio del penal de Apodaca, Nuevo León, que dejó 44
muertos y decenas de heridos (que favoreció la fuga de 30 miembros de
Los Zetas), es la reproducción de lo que se vive al exterior, donde la
banda de Los Zetas lleva a cabo una labor de “limpia” de rivales. Tal
realidad es la herencia que dejará Calderón al país, pues gracias a su
“estrategia” surgió este grupo delictivo de origen paramilitar que
cuenta con todos los recursos para ganar terreno en el mundo del hampa.
El nuevo gobierno federal, y particularmente la Secretaría de la
Defensa, tendrá el insoslayable compromiso de poner fin a esta
organización delictiva que amenaza la estabilidad del país, que podría
ser utilizada con una finalidad política de corte nazi-fascista por
fuerzas conservadoras reacias a perder el poder.
No es casual que dicha organización paramilitar no tenga ningún tipo de
compromiso con nadie, pues eso facilita y amplía su campo de acción.
Tampoco debe serlo que se haya fortalecido muy rápidamente en este
“gobierno”, afectando severamente la paz social, problema que antes no
existía porque los cárteles tradicionales lo que menos necesitaban era
una situación que los pusiera en el ojo del huracán, como sucedió a
partir de que el inquilino de Los Pinos desató su “guerra” contra ellos.
Queda claro que el último recurso de tal estrategia fue la creación de
una organización delictiva confiable y que sirviera a su interés
fundamental: desarticular el mercado de estupefacientes para crear uno
nuevo, más funcional.
Si así como ha beneficiado a los miembros de las fuerzas armadas, lo que
sería justo si paralelamente beneficiara también a los trabajadores,
Calderón hubiera apoyado el fortalecimiento del tejido social del país,
sin duda no existiría el descontrol delictivo que se vive en buena parte
del territorio nacional. Ahora quiere arreglarlo con medidas de
emergencia, como un nuevo incremento salarial a las tropas. En este
sexenio, los aumentos salariales al Instituto Armado fueron de 150 por
ciento, al pasar un soldado raso de ganar 4 mil 300 pesos en 2006, a
devengar hoy 10 mil 800 pesos. Esto, desde luego, no es criticable, pues
se trata de un sueldo justo. Lo censurable es que no se actúe con igual
justicia con el resto de la población asalariada.
Cabe recordar que el último aumento a los salarios mínimos fue de sólo
dos pesos. Luego se espantan los miembros de la oligarquía por las
protestas de los trabajadores, que en México no han adquirido la
violencia que se ha visto en otras naciones, como en Grecia. Luego se
desgarran las vestiduras por los sangrientos sucesos de las cárceles
mexicanas, cuando son ellos los causantes indirectos de lo que está
sucediendo por su terquedad en mantener inalterable una realidad
sumamente injusta, y dar su aval a “políticos” como Calderón, cuya
capacidad gubernativa está a la vista de todos, con resultados negativos
por donde quiera que se vea, realidad que se manifiesta a pesar de las
costosas campañas en los medios electrónicos con el fin de ocultarla.
Los líderes de Los Zetas dicen que se llaman así porque después de dicha
letra no hay más en el abecedario, con lo que quieren señalar que más
allá de ellos no hay nada. En efecto, no hay un Estado de Derecho, no
hay un país de leyes, no hay democracia, no hay gobernabilidad. Los
grupos empresariales deberían preguntarse si eso es lo que quieren que
se perpetúe en el país, en vez de una nación con estabilidad y paz
social, con oportunidades para todos, con clases medias sólidas y en
ascenso, única opción real para desterrar la violencia y el crimen
organizado. Es muy claro que más violencia, como quiere Calderón, sólo
nos llevará a vivir en una nación sin futuro.
(guillermo.favela@hotmail.com)
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