¡¡Exijamos lo Imposible!!
Bombas de tiempo María Teresa Jardí
Que Nietzsche soñaba con ser leído y entendido por las generaciones del año 2000, es decir del siglo XXI, de la que bien pudiera ser la última centuria del ser humano en el planeta. Etapa en la que la naturaleza se sacuda de encima al animal humano. Tan poco inteligente y tan perverso que ha demostrado ser el hombre.
Si Nietzsche estaba convencido de que sería traído a la memoria, como nos dice Irving. D. Yalom, un psicólogo convertido en novelista, que tiene a su cargo la cátedra de psiquiatría de la Universidad de Stanford. Se equivocó por lo que toca al presente siglo en el que los mercados mandan y en el que cada vez a menos gente interesa encontrar respuesta a las interrogantes que la filosofía se plantea.
“Vivir significa estar en peligro”, decía Nietzsche, pero lejos de su mente debía encontrarse la posibilidad de que un niño de 32 días de nacido se pudiera convertir en “daño colateral”. Asesinato y punto. Homicidio sin importar la autoría. Asesinato a secas de quien efectivamente debió crecer al lado de sus padres, vivir su vida y elegir su muerte.
¿Daño colateral? ¿Qué es eso?, se habría interrogado Nietzsche, como tendríamos que seguirnos interrogando los mexicanos, incluso porque al aceptar la mentira contenida en el cambio de los términos todos nos convertimos en cómplices, en encubridores de un crimen atroz: el asesinato, sin motivo, de un ser humano.
Asimismo somos cómplices encubridores de otro crimen atroz al aceptar cambiar el término secuestrado al de “levantado”. Secuestrado que además presumiblemente se va a convertir, cuando no en asesinado, en desaparecido forzado.
Las cárceles son, todas, bombas de tiempo, porque eso es lo que conviene al sistema que sean las cárceles. Negocios a modo de funcionarios mayores y menores que viven de la corrupción que impera en las cárceles, viven como si fueran “señores”. No se entiende de otra manera que no se haya ¿podido? No. Que no se haya querido cancelar la señal de los teléfonos celulares en esos lugares convertidos en campos de concentración para encerrar a los pobres que no alcancen a ser limpiados por los paramilitares que desde el poder realizan en México una clara limpia.
Puede ser que la corrupción sea inherente al ser humano. Antaño las religiones funcionaban como el miedo necesario para mostrarnos, aunque no fuéramos en el fondo, como personas honorables. Luego las ideologías jugaron el papel que iban perdiendo las iglesias y la de izquierda implicaba tener una vida tan honorable como si de peces en una pecera, fuéramos los militantes de esa ideología y justamente eso es lo que nos hacía diferentes a los que eran de derecha, aunque haya que decir que antaño personas honorables lo mismo eran seguidores de derecha que de izquierda.
Pero al mercado no le gustan las ideologías y para poder convertir a la corrupción en regla se restó de las escuelas a la filosofía. Se convirtió al ruido en contaminante. Se mutiló la capacidad de pensar de los seres humanos...
Y por eso no importa quién maneje qué cárcel, todas o casi todas son en México bombas de tiempo que no estallan más a menudo porque a los que manejan el sistema no les conviene.
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