viernes, 3 de febrero de 2012

España un País orgullosamente franquista

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Nadie sabía qué hacían con los muertos... 
María Teresa Jardí

El verdadero juicio contra Baltazar Garzón, móvil político, que para disimular llevó a entablar también los otros juicios, tiene que ver con el futuro de la Justicia en el mundo a partir de no olvidar la memoria. Al juez Garzón lo juzgan sus pares porque se atrevió a querer juzgar lo que no debe ser olvidado en aras de que no se repita lo que no puede ser perdonado porque no tiene perdón posible en tanto la humanidad exista.
Quiso Garzón, y de ahí los muchos apoyos que también tiene el juez falsamente acusado, establecer la verdad histórica, que de manera novelada, en España, está siendo escrita, desde el punto de vista de la Justicia.

Si la humanidad prevalece al siglo que parece el del inicio del fin del animal humano sobre el planeta. Garzón quedará inscrito para siempre entre los héroes que en el mundo cada siglo se cuentan con los dedos de una mano y sobran dedos.

Tomo de la última novela de Carlos Ruiz Zafón, que leo por estos días, parte de una trilogía, donde se escribe parcialmente la negra historia de la represión franquista, algunos párrafos que consignan detalles de lo que las víctimas relatan, como simples esbozos de los sufrido por ellas y sus familiares, ante el tribunal que se empeña en juzgar a Garzón como venganza por haber querido cerrar, documentando, la negra historia de fascismo franquista, retales, , de lo que relatan las víctimas que quedan vivas por estos días en defensa de Baltazar Garzón.

“... Una vez al día, durante una hora, conducían a los prisioneros de las dos primeras galerías al patio del foso para que les diese el sol, la lluvia o lo que se terciase. La comida era un tazón medio lleno de un engrudo frío, grasiento y grisáceo de naturaleza indeterminada y gusto rancio al que pasados unos días, y con los calambres del hambre en el estómago, uno acababa acostumbrándose... Una vez al mes los prisioneros entregaban sus ropas sucias y recibían otras que, en principio, habían sido sumergidas durante un minuto en un caldero con agua hirviendo, aunque las chinches no parecían haber recibido confirmación de aquel extremo. Los domingos se oficiaba una misa de recomendada asistencia que nadie se atrevía a perderse porque el cura pasaba lista, y si faltaba algún nombre lo apuntaba. Dos ausencias se traducían en una semana de ayuno. Tres, vacaciones de un mes en una de las celdas de aislamiento que había en la torre... Cada quince días se celebraba un juicio militar sumarísimo y a los condenados se los fusilaba al alba. A veces el pelotón de fusilamiento no acertaba a alcanzar algún órgano vital a causa del mal estado de los fusiles o de la munición y los lamentos de agonía de los fusilados caídos en el foso se oían durante horas... Los fallecidos por causa natural o vagamente inducida, normalmente de uno a tres por semana, se recogían a media noche, excepto los fines de semana o fiestas de guardar; entonces el cadáver permanecía en la celda hasta el lunes o el siguiente día laborable, habitualmente haciendo compañía al nuevo inquilino. Cuando los presos daban la voz de que uno de sus compañeros había pasado a mejor vida, un carcelero se acercaba, comprobaba el pulso o la respiración y lo metía en uno de los sacos de lona que se usaban para tal fin. Una vez atado el saco, yacía en la celda a la espera de que las pompas fúnebres del contiguo cementerio de Montjuic pasaran a recogerlo. Nadie sabía qué hacían con ellos...”.

Eso y más, mucho más, es lo quiso juzgar Garzón para darle la oportunidad al pueblo español de cerrar las heridas que la impunidad deja para siempre. Quiso que los españoles no olvidaran la memoria de la crueldad que traen consigo las dictaduras en aras de que en la Península Ibérica no se repitiera nunca más en la vida una situación similar a la vivida durante la larga y perversa dictadura franquista. Pero Garzón, para vergüenza del pueblo español, como esos presos de la novela, con falsas imputaciones de ser comunistas o simpatizantes de los comunistas o por nada o como venganza o porque sí o por encontrarse en el lugar equivocado en el momento equivocado, está siendo juzgado hoy, con la carrera arruinada y con el riesgo de pasar veinte años en la cárcel por el grave delito de haber querido hacer Justicia asistiéndole, como a los otros, la razón.

El libro se llama “El prisionero del cielo” y con él Zafón cierra la trilogía del Cementerio de los Libros Olvidados, compuesta también por “La sombra del viento y “El juego del ángel”. No se los pierdan.

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