¡¡Exijamos lo Imposible!!
Peña Nieto, lo Anacrónico como ModernoJenaro Villamil
“El PRI es un partido plural y diverso.
La pluralidad es la esencia de nuestra fortaleza”, declamó Enrique Peña
Nieto, con las manos levantadas, frente a una multitud que se cubría de
la llovizna.
La contradicción entre las palabras del precandidato único y
los hechos que se sucedían como una puesta en escena del gran teatro de
carpa que es la política priista no parecían incomodarlo: el mexiquense
hablaba de pluralidad y diversidad, pero él es el único dueño de la
escena.
Lo apoyaron todos los
comités estatales, los seccionales, los de las organizaciones, los
sectores (esa herencia del corporativismo añejo), los legisladores y
hasta los actores afiliados al PRI. Nadie se salió del guión
públicamente. Hasta el gran ausente, Manlio Fabio Beltrones, fue
incluido en la república unitaria del hijo predilecto de Atlacomulco.
No es para menos, en el PRI la unidad se
confunde con unanimidad. Y en la política del Estado de México, el
epicentro de donde surgió el financiamiento, la asesoría y el empuje
para que este joven administrador de 45 años llegara a la candidatura
tricolor, la unidad es sinónimo de complicidad.
Si no hay complicidad no eres confiable, reza un dicho de la escuela de Atlacomulco. Por eso, Peña Nieto es como el Mago de Oz: reparte
contratos, candidaturas, asesorías, convenios publicitarios, promesas
del retorno “a la grande”, reparte la certeza de que él es inevitable.
A nadie le incomoda ver a Arturo Montiel, su tío, tutor y maestro, que cayó en desgracia ante un tele-escándalo con
guión armado de Televisa, retornar a la escena del Auditorio Nacional
Plutarco Elías Calles. Montiel es el Jefe Máximo de esta aventura que
dejó inconclusa en el 2005. A nadie le preocupa porque Televisa, juez y
parte en el escándalo de corrupción montielista, ahora es la gran
plataforma para que Peña Nieto y el Grupo Atlacomulco puedan retornar al
viejo proyecto.
Todos los ex gobernadores vivos del
Estado de México están ahí reunidos. No podían faltar a la cita y al
proyecto que cada uno de ellos acarició: ser candidatos a la presidencia
del PRI. No se le hizo a Alfredo del Mazo González, ni a Emilio
Chuayfett, ni a Arturo Montiel, pero ahí están para ser testigos de que
“ahora sí” llegarán a Los Pinos con las bolsas cargadas de negocios.
Como dijo el gran maestro mexiquense, Carlos Hank González, “donde hay
obras, hay sobras”.
Ya demostraron que no se necesita del dedazo presidencial sino del infomercial para
llegar hasta este punto de la historia. Las encuestas –promovidas por
la misma televisora con la que firmaron el contrato- favorecen a Peña
Nieto. Los actores –de la misma televisora- están con Peña Nieto y hasta
una actriz de telenovela se convirtió en La Gaviota real. Los
comentaristas y analistas –vinculados a la misma televisora- también
apoyan, maravillados, esta magia de la unanimidad.
En otras palabras, lo moderno es lo
arcaico del guión oculto. Lo moderno es la política telegénica. La
retórica aunque sea antigua, suena mejor con un buen close up. Peña Nieto ha demostrado que es un alumno aventajado del media training. Falta
que demuestre estar a la altura de la modernidad pospuesta siempre en
el PRI, el partido-Estado que ahora es el partido-pantalla.
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