martes, 22 de noviembre de 2011

El asqueroso contubernio en las cupulas

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Mi delito ha sido defender a los mineros: Napoleón Gómez U.
  • El exilio, por persecución y amenazas del gobierno y empresarios
  • “Los sindicatos son ha sido un cáncer para la sociedad y hay que extirparlos”, habría dicho Calderón a los empresarios que financiaron su campaña.
  • Carlos Fernández-Vega
Inculpado penalmente de 11 delitos que “nunca cometí”; acosado por los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón; hostilizado por autoridades políticas y laborales, en complicidad con los líderes oficialistas de la CTM y el Congreso del Trabajo; amenazado, junto con su familia, por los barones del sector minero, con Germán Larrea y su Grupo México en primer plano, y permanentemente hostigado por los grandes empresarios del ramo para que renuncie a la dirigencia nacional del sindicato que encabeza, Napoleón Gómez Urrutia anuncia, no sin riesgos, su inminente regreso a México tras cinco años y medio de exilio en esta ciudad canadiense porque, dice, “todas las imputaciones fueron fabricadas y una tras otra se les han desmoronado en los tribunales; mis persecutores ya no tienen de dónde agarrarse; se les ha caído la farsa”.

Gómez Urrutia sostiene que los delitos reales, si así pudieran calificarse, no son otros que defender al gremio, “en su bienestar, dignidad e independencia”; denunciar públicamente la corrupción y colusión entre los gobiernos panistas y los grandes empresarios mineros; exigir castigo por el homicidio industrial cometido por Germán Larrea y el Grupo México en la mina Pasta de Conchos, “porque eso es exactamente lo que cometió”, y demandar la renuncia del secretario foxista del Trabajo, Francisco Javier Salazar Sáenz, “plenamente entregado a los intereses de Larrea, uno de los hombres más ricos de México a costillas de los bienes nacionales. Esos, y no los delitos que me fabricaron, son los motivos reales que provocaron la furia de esa voraz mafia de autoridades panistas y empresarios de la minería, la cual sentenció: córtenle la cabeza”.


Puntual fue la charla con el dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana, quien recibió a La Jornada en la oficina que solidariamente le proporcionó, en sus propias instalaciones y desde su llegada a Canadá, la United Steelworkers. “Ese fue el inicio público de la persecución, que se prolonga por más de cinco años”, explica Gómez Urrutia, “pero hay antecedentes que dejan en claro que todo se gestó cuando menos un año antes; se creó una conspiración para removerme del sindicato, tomar el control de la agrupación e imponer títeres al servicio de la empresa y del gobierno. En 2005 hubo varias reuniones clandestinas en las oficinas de Carlos Abascal Carranza, ya como secretario de Gobernación, y otras en las del titular de Economía, Fernando Canales Clariond, en las que participaron varios empresarios…”


CFV: Comencemos por los empresarios involucrados. ¿De quiénes se trata?

NGU: En primer lugar, de Germán Larrea, dueño del Grupo México, y su director Xavier García de Quevedo; los hermanos Julio, Sergio y Pablo Villarreal Guajardo, del Grupo Villacero; Alberto Bailleres, del Grupo Peñoles, y su director, Jaime Lomelín; Alonso Ancira Elizondo, del Grupo Acerero del Norte, y probablemente Xavier Autrey, su socio. Ellos, principalmente, junto con funcionarios foxistas de Gobernación, Economía y Trabajo, fueron quienes desde 2005 diseñaron la estrategia para atacar a nuestro sindicato, inventar acusaciones, intentar destituirnos e imponer una nueva dirigencia a su servicio.

En días previos a la explosión en la mina Pasta de Conchos, narra Gómez Urrutia, sucedieron dos hechos clave. Uno, la renovación de la mesa directiva del Congreso del Trabajo. “Un grupo mayoritario de dirigentes sindicales proponía que yo fuera el siguiente presidente del CT. Víctor Flores, de los ferrocarrileros, había estado ya dos años al frente del organismo, y los estatutos no si los hayan modificado en estos cinco años– definían que hasta allí llegaba. Sin embargo, los líderes de la CTM, el propio Flores, Enrique Aguilar Borrego, de los bancarios, y varios más, se habían reunido con Carlos Abascal, a quien propusieron que no hubiera cambios al frente del Congreso del Trabajo, aun violando los estatutos”.


El ambiente se tensó, y “en esta conspiración se acordó (dos días antes de Pasta de Conchos) enviar a un grupo de 300 golpeadores, drogados, fuertemente armados, a tomar las oficinas de nuestro sindicato, y así lo hicieron por un par de horas. Regresaba de una conferencia de prensa, cuando me avisan que no llegara porque el edificio sindical estaba en poder de esos vándalos, quienes robaron, destruyeron y saquearon documentos oficiales, sobre todo los probatorios de que una parte importante de los 55 millones de dólares del fideicomiso minero se habían distribuido entre los trabajadoresun total de 22 millones de dólares– de Cananea y Nacozari. El objetivo era que no tuviéramos cómo probar el legal y transparente manejo de esos recursos. Pero les salió mal: tenemos copias de todos y cada uno de los cheques entregados a los trabajadores, con actas de recepción firmadas por ellos”.


Los porros, narra Gómez Urrutia, llegaron encabezados por Elías El Sope Morales (expulsado en la convención nacional de 2000, con cargos probados de traición, corrupción y espionaje a favor de las empresas, sobre todo las de Larrea y los Villarreal), quien exhibió una “toma de nota” como supuesto nuevo secretario general del sindicato, “que al vapor e ilegalmente le entregó el secretario del Trabajo, Salazar Sáenz, violando la autonomía y la libertad sindicales, los estatutos internos y el convenio 87 sobre la libertad de asociación de la OIT, que México tiene firmado hace más de 60 años. Sólo hasta el 28 de febrero de 2006 anuncian que Morales había sido designado. No era miembro del sindicato, no hubo convención ni se tomó en cuenta a los trabajadores, y el primer requisito para ser electo es, precisamente, formar parte del sindicato. Fue una imposición total la que empresarios y gobierno pretendieron hacer; fallida, desde luego”.

En ese ambiente ocurrió la explosión en Pasta de Conchos. Algunos directivos de Grupo México se trasladaron a la mina (Germán Larrea nunca apareció, tampoco Fox); a Salazar Sáenz lo envió el presidente, y la dirigencia sindical viajó de inmediato al lugar de la tragedia. “Esto interrumpe lo que pensaban hacer, pero deja ver que impondrían a Elías Morales, harían públicas las acusaciones fabricadas y arrestarían a varios de nosotros sin fundamento legal. Esa fue la estrategia torpe, perversa, de funcionarios corruptos coludidos con empresarios corruptores (Calderón, ya como presidente electo, hizo una declaración que nosotros supimos, aunque nunca salió a la luz pública; le dijo a un grupo de empresarios que aportó recursos a su campaña: ´los sindicatos son como un cáncer para la sociedad y hay que extirparlos´).


“De momento todo se centra en la tragedia. Desde allí hago las acusaciones, porque el crimen que cometieron no sólo fue por las terribles condiciones de inseguridad e insalubridad que mantenía Grupo México y que nosotros veníamos denunciando, sino porque la Secretaría del Trabajo no realizó ninguna de las inspecciones que por ley son obligadas, pues Salazar Sáenz estaba coludido con Larrea. Sus empresas particulares eran proveedoras de Grupo México, y su yerno, Pedro Camarillo, era el delegado de la Secretaría del Trabajo en Coahuila, de tal forma que había una total colusión con la empresa. De allí mi acusación de ‘homicidio industrial’, porque eso es lo que cometieron, y la exigencia de que renunciara el secretario del Trabajo. Entonces se abrió y estalló el conflicto en el que ha habido asesinatos, detenciones, torturas, daños graves contra los trabajadores, acusaciones ilegales, toda una estrategia perversa, utilizando medios de comunicación, jueces, magistrados y hasta ministros de la Suprema Corte, contra nuestro sindicato”.

CFV: ¿En qué momento decides salir de México? ¿Qué te lleva a asumir que tu sobrevivencia sólo sería posible fuera del país?
NGU: A partir de mi acusación de homicidio industrial, al tercer día de la tragedia de Pasta de Conchos. De inmediato comenzaron las amenazas, telefonazos y correos electrónicos intimidatorios, mensajes que incluso dejaron en el parabrisas del automóvil de uno de mis hijos, en el que advertían que si no dejaba de acusar a Grupo México me iban a asesinar, y a mis hijos y esposa a descuartizar. Esos son los términos que utilizaban. También recibí comentarios de algunos amigos políticos, en el sentido de que preparaban un ataque frontal para detenerme; lo consulté con mis compañeros, con amigos líderes sindicales internacionales, y todos me recomendaron salir temporalmente. No lo quería hacer. De hecho, me quedé dos semanas más en Pasta de Conchos y en lugares de alrededor, exigiendo continuar con las tareas de rescate, una investigación a fondo para castigar a los responsables, y un trato justo y digno para los familiares de los mineros atrapados, pues consideramos que algunos de ellos aún podían estar con vida”.

De inmediato recuerda el histórico rescate en la mina chilena de San José Copiapó y compara: “Chile, en 2010, nos hizo ver que 17 días después del derrumbe se localizaron con vida a los trabajadores y los rescataron 69 días más tarde. Fox, al quinto día de la tragedia en Pasta de Conchos cerró la mina y dejó al Ejército. Los trabajadores sindicalizados intentamos seguir con las labores de rescate, pero lo impidió la tropa. No querían que se conociera la realidad de lo sucedido, ni la negligencia criminal cometida por el gobierno y la empresa. En esas condiciones era muy riesgoso continuar, exponer a la organización sindical, no sólo mi persona y mi familia, sino la de todos mis compañeros, porque iban por todo. Querían acabar y destruir sin miramientos. Cinco años después no hay responsables, pero sí 63 cuerpos abandonados en la mina. Grupo México es considerado por organismos internacionales entre los diez consorcios menos éticos del mundo. No respeta la salud ni la vida de los trabajadores, se guía por la avaricia y la corrupción a través de sus contactos gubernamentales. Grupo México se sintió totalmente protegido por Fox para tomar esta determinación. Lo mismo con Calderón. Ningún empresario, por obsesiva que fuera su actitud, se arriesgaría a pelearse con un sindicato, si no se sintiera totalmente protegido por el gobierno”.


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