Más vale
Jorge Lara Rivera
Jorge Lara Rivera
“De lo perdido lo que aparezca” y “Vale más tarde que nunca” señalan, aunque realistas, con subyacente desconsuelo las conocidas sentencias populares. ¡Y qué remedio!, cuál otra queda a los ciudadanos pacíficos frente a los encumbrados en este país, cuando se carece de instrumentos procesuales para reconvenirlos por sus dislates y relevar a aquel que se extravía empecinándose –tozudo– en arruinar a nuestra Patria.
La dura roca de lo real obliga así, sin consideración por sus diplomas doctorales, al necio Agustín Carstens a entender la magnitud de esfuerzos que requieren estos tiempos. Le ha tomado más de diez meses, pero finalmente ha cedido ante la evidencia de inutilidad en sus jactanciosas proyecciones.
El nuevo recorte presupuestal (de cincuenta mil millones de pesos –con él se alcanza un monto de ochenta y cinco mil millones) en la administración federal, si es cierto que mantiene intocada la inversión oficial en áreas sensibles de salubridad pública, desarrollo social y de seguridad –¡vaya que el miedo no anda en burro!–, se ajustará más a las circunstancias.
Claro que lo haría más y mejor si, sin cobijarse en la irretroactividad de la Ley de Salarios Máximos, ya aprobada, de inmediato procediesen de motu proprio a reducir sus cuantiosos emolumentos y los absurdos privilegios con que vive esa plaga de langostas que es la alta burocracia federal.
(Sus ingresos resultan tan amados como para no importar hacer desfiguros, que el pueblo tiene que soportar, a gente como Fernando Gómez Mont U. con sus vulgaridades retadoras)
Pero aunque un gesto así causa ilusión hasta a la exhibicionista, esa candidata panista perdedora del III distrito yucateco quien, con careta de íntegra, buscara adeptos con el “hágase la Justicia en los bueyes de mi vecino”; no hay que esperar tanto, ni menos pedir “peras al olmo”, ¿verdad?
Sería ingenuo, además, tratándose de un régimen federal cuyo programa oficial ha sido la simulación.
Y para probarlo ahí queda ese otro ejemplo de doblez, el de su chicloso concepto de democracia, queriendo hacer de César Nava el “Paolo Boti” del panismo, imponiéndolo a la gente (igual que hace la televisora del Ajusco) como “el nuevo ídolo de la juventud”.
Para lograrlo se ha recurrido hasta a la compra, con un cártel de vividores que adecuadamente encabeza Bety Zavala P., la del alias roedor.
De cualquier modo el anuncio del recorte al “gasto corriente” del gobierno no da para “echar las campanas al vuelo”, pues, como para recordarnos la clase de gente con la que tenemos que habérnoslas, el mismo secretario de Hacienda avisó que en unos meses enviará al Congreso una iniciativa –aplicable en 2010– por “la necesidad de aumentar la recaudación tributaria”, cuyo objeto será “ampliar la base de contribuyentes”; es decir, crear nuevos impuestos generales.
Todo lo cual se corresponde con esa siniestra advertencia que Andrés M. López O. formuló a los mexicanos en medio de la efervescencia proselitista, acerca de que el gobierno federal panista ya preparaba, tenebrosamente, en Los Pinos un golpe terrible a las clases populares, listo a gravar con IVA alimentos y medicinas, en lugar de cumplir su deber exigiendo el pago de la carga impositiva que a la oligarquía toca hacer por ley. El Consejo Coordinador Empresarial se ha apresurado feliz a apoyar el referido anuncio, relamiéndose al anticipar que, desde luego, tal maniobra de sus cómplices los beneficiará.
Pero el PAN no controlará ya el Congreso. Y sin importar las palmaditas y las rascadas en el lomo que el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, Washington y la propia Organización Mundial para el Comercio y el Desarrollo le den al régimen por ser un bienportado mastín de sus intereses; habrá de tenerse presente lo políticamente arriesgado que sería y el altísimo costo social para México de aprobar tal despropósito.
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