Plan B
Lydia Cacho
Lydia Cacho
Durmiendo con el enemigo
04 agosto 2008
http://www.lydiacacho.net/
Miles de mujeres que hoy viven con sida, no han cometido otro pecado que confiar en el hombre que aman
Miles de mujeres que hoy viven con sida, no han cometido otro pecado que confiar en el hombre que aman
Cuando llegué a Dakar, Senegal, hace 10 años, para un diplomado sobre VIH-sida, me prometí volver y mirar más allá de las cifras, escuchar a la gente, contar sus historias.
Entré en un galerón con techo de lámina, el calor desértico profundizaba el tufo de medicamentos. Entre los olores distinguí el singular aroma de la piel de una bebé recién bañada por la enfermera. Antes de que yo pudiera reaccionar, ella puso en mis brazos a una pequeñita de ojos inmensos y piel como caoba. ¡Es una lástima que sea niña, no tendrá mucho futuro!, dijo la enfermera al tiempo que se dio la vuelta para bañar a otro de los casi 100 huérfanos que perdieron ese año a madre y padre por el sida. La pequeña también era portadora, la proyección para su muerte era de tres años. Escribo estas líneas y evoco su mirada en la mía, y la sensación de su manita tibia apañada a mi mano que teclea.
Viajando en África conocí a cientos de mujeres que no solamente fueron contagiadas por sus esposos, sino además, se convirtieron en las cuidadoras y enfermeras de los hombres seropositivos de la familia, o de la tribu. Mujeres con triples jornadas para acarrear agua, llevar alimentos y medicamento a casa, para educar criaturas. Condenadas a subsistir en un mundo en que son cuidadoras sin vida propia.
Tiempo después, en Oaxaca, entrevisté a mujeres portadoras de VIH cuyos esposos emigraron a Estados Unidos, expulsados por la pobreza. Volvieron de visita, con dólares en la bolsa y el virus en la sangre.
Ellas se quedaron, muchas desnutridas, víctimas de un hambre ancestral, con bajas defensas, sin acceso a medicamentos adecuados, sin trabajo. En un campo que no produce alimentos. Algunas con criaturas pequeñas, o embarazadas con bebés ya contagiados, sin tratamiento prenatal. Mujeres maltratadas en la sierra de Oaxaca, de Veracruz, de Puebla, de Chiapas. Ellas no saben que 96% de las mujeres seropositivas viven violencia en casa. Que si piden el divorcio para huir del maltrato pierden el acceso al Seguro Social.
Nadie les dijo que las mujeres contagiadas de alguna enfermedad de transmisión sexual, son cinco veces más vulnerables a adquirir VIH-sida. Muchas piensan en sus criaturas, en los 25 millones de niños y niñas del mundo que habrán quedado huérfanas del sida para el 2010. Pienso en las mujeres que murieron de sida, contagiadas por sus esposos. Cuando escribí en el libro Muérdele el corazón la historia de Soledad, muchos me dijeron:
“Eso ya no sucederá en México”. Pero sucede. Jovencitas de entre 15 y 24 años conforman 60% de las portadoras de VIH. Casi 50% de las personas con VIH son mujeres. Muchas casadas, monógamas, contagiadas en el lecho conyugal. Las que no pudieron comprar un condón femenino, que no se atrevieron a exigirle condón a su pareja, ni una prueba de sangre cada año. Las que como Soledad creyeron que a su hogar el sida no llegaba. Miles de mujeres que hoy viven con el virus, no han cometido otro pecado que confiar en el hombre que aman. México, sede de la conferencia mundial de sida 2008, es un país que no acaba de comprender los efectos reales de la desigualdad, el machismo y la pobreza.
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