¡¡Exijamos lo Imposible!!
Adolfo Sánchez Rebolledo
La consulta y el partido de los hartos
La consulta habla de personas de carne y hueso: no es una encuesta a la que se responde desde el anonimato. Un millón y medio de ciudadanos en las urnas sólo les puede parecer una cifra desdeñable a quienes ignoran –o simulan ignorar– la fuerza de la conciencia cívica como elemento renovador de la sociedad en su conjunto. Hablar de fracaso, como hace el jefe panista, habla de su ruidosa incapacidad de ejercer la crítica sin descalificaciones, pero oculta el hecho político que el partido del gobierno debía apreciar con objetividad, al margen de sus naturales y reconocidas fobias: hay una corriente ciudadana activa dispuesta a intervenir en la vida pública sin pedirle permiso a nadie. En éste, como en otros temas de la actualidad, la crisis sigue abierta y no se cerrará con maniobras cupulares en los centros del poder. Claro que hubo fallas en el ejercicio del pasado domingo. El resultado de la votación pudo ser más amplio.
Las preguntas no eran precisas. El calendario debió ajustarse a una sola fecha, pero nada justifica la abstención deliberada, el sabotaje contra la participación ciudadana emprendido “desde afuera” como si el ejercicio de la democracia se agotara en el acto electoral periódico mediante el cual el sistema se renueva y se reproduce.
No obstante, y a pesar del desastre perredista, con esta consulta se configura la primera gran acción de resistencia civil de una fuerza cuya razón de ser se consolidará en la medida que descubra nuevos métodos de participación y ensaye formas de comunicación poco socorridas por los partidos, para atraer y convencer a nuevos sectores. La fraternidad (en lugar de la disciplina partidista o burocrática); la imaginación como alternativa al cliché ideológico, la solidaridad sin distinciones entre “los que saben” y los que van a aprender, abre formas de participación que se alejan de la vieja noción de militancia sin regodearse en el conformismo del “empleado-cliente” partidario hoy vigente, por desgracia. Ganar las elecciones es vital, pero si la ciudadanía no se fortalece y su participación se excluye, la democracia mexicana seguirá siendo la expresión de un país polarizado que se nutre de la desigualdad que marca el presente.
SIGUE EL HILO:
http://www.jornada.unam.mx/2008/07/31/index.php?section=opinion&article=022a1pol
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