El protector de Antonio
Patrón es Calderón
María Teresa Jardí
Un cobarde es el que a bofetada limpia acaba por romperle la nariz a la mujer que, seguramente, tiene en su haber —es obvio, es lógico, es diáfano—, como antecedente, una larga cadena de palizas.
Qué habría pasado, me pregunto, si la indignada sociedad yucateca se hubiera pronunciado, como ahora lo hace, contra las tropelías documentadas, prueba sobre prueba, denunciadas también en el por POR ESTO!, cometidas por los hermanos Patrón Laviada durante el imperio, sexenal, del más imbécil de la familia.
¿Qué habría pasado si en el pasado reciente se hubiera opuesto la sociedad yucateca a los excesos de los Patrón Laviada, horrorizada, incluso por las implicaciones familiares como lo hace ahora a pesar de que salta a la vista la responsabilidad de la mujer, con relación a la culminación, con la nariz rota, de lo que tuvo que ser una crónica anunciada tolerada en aras del confort que le garantizaba que el golpeador fuera hermano de quien fungía como sexenal emperador?
Amén de los beneficios que para la propia sociedad meridana habrían traído aparejadas, la protesta y la demanda de castigo, si hubiera reaccionado, ayer, como reacciona hoy, la sociedad yucateca.
Es muy probable que Antonio no le hubiera roto a la mujer la nariz, incluso porque habría sabido que la impunidad tiene los límites que la sociedad le exige, a los gobernantes, en términos de lo que la propia ley le obliga y manda.
Se trataba, entonces, de asuntos de una gravedad extrema. El control, por ejemplo, de la venta de la droga al menudeo desde la secretaría de inseguridad pública, en manos de un sujeto, que todos sabían impresentable, El “Puma” Carrillo, empleado, antaño de Cervera, heredado y controlado por el hermano del hoy golpeador que a la sociedad horroriza.
Dónde estaba la sociedad indignada cuando se denunciaba que la venta de la droga se hacía, incluso a las puertas de las escuelas a las que acuden los hijos de los ricos.
Ah! Claro, es que antes el hermano, de los hermanos Patrón Laviada, como emperador gobernaba y la derecha ante el dinero cierra los ojos en aras de obtener su parte de la tajada.
¡Bonito país el que estamos dejando a las futuras generaciones!
Y hasta puede ser que debido a la publicidad de lo que antes callaba la mujer y la sociedad con la que se codeaba. A final de cuentas, aunque el hermano siga protegido por el usurpador, ya no controlan el poder en Yucatán. Al menos no los Laviada. Y como quién sabe si el Gamboa, también Patrón, llegue nunca a desgobernar Yucatán. A pesar de que en bandeja de plata le están sirviendo la posibilidad de llegar entre el impresentable alcalde panista y la propia Ivonne Ortega, tan gastalona, cuando de promoverse se trata. Y como la sociedad, con su doble moral, se ha mostrado tan horrorizada con la ruptura de la nariz. La misma sociedad que aplaudía que el Alto Vacío llenara Mérida de gasolineras.
Ah!, claro, es que eran de los Mouriño y a los extranjeros lo que quieran que para eso los mexicanos tenemos alma de conquistados y no de conquistadores. Como la sociedad exige el castigo, que no es capaz de exigir en cosas que de manera fundamental afectan la convivencia ciudadana, hasta puede ser que se cite a declarar al marido pegalón y se le fije una fianza para que, en libertad, se siga el juicio, por lesiones. A final de cuentas, lo de Antonio y su mujer es un hecho privado que cae dentro del maltrato intrafamiliar que, debido a la impunidad, a casi todas las familias de una manera o de otra afecta.
Despreciable es, efectivamente, quien golpea a una mujer. Pero la conservadora sociedad meridana tendría que analizar hasta dónde no es ella responsable también, con su tolerancia, de que un impresentable con poder use como saco de box a su mujer.
Los errores muy caros se pagan. López Obrador, contraviniendo la opinión del Consejo Ciudadano, nombró a Eduardo Sobrino y el PRD yucateco, al servicio del PAN, se habrá encargado ayer de dar al traste con la Consulta Popular en el Estado.
Imperdonable es una sociedad que empieza por aceptar a un usurpador en el poder. El que usurpa el poder, por definición, es un traidor a la Patria y si además es entreguista, como lo es Calderón, acaba por proteger a los Patrón Laviada, a los Ulises Ruiz y a los Carlos Marín, mientras la guanajuatización del país avanza.
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