Martí Batres Guadarrama
Objeciones de la Memoria
Calderón, el discriminador
En uno más de sus alardes de incongruencia, Felipe Calderón inauguró los trabajos de la decimoséptima Conferencia Internacional sobre el Sida, tema que se desarrolla en el Distrito Federal, con una frase sin desperdicio: “La batalla contra el estigma y la discriminación la debemos ganar en el terreno de la pluralidad, en el terreno de la educación, en el terreno de la comunicación, en el terreno de la cultura, en el terreno de la política”.
En efecto, no puede haber igualdad con discriminación. La discriminación en cualquier terreno, violenta, rompe, separa y divide. Aísla comunidades y genera condiciones para la desigualdad económica y social.
En nuestro país son cuatro los grupos más discriminados: aquellos con preferencias sexuales diferentes, mujeres, indígenas y pobres. Existe además la discriminación social y racial por falta de recursos donde a la gente humilde, a la gente pobre o a quien es de piel morena se le califica como naco. El propósito es marcarlos, aislarlos o desvalorizarlos.
Pero aún en el terreno político la discriminación se usa como herramienta. En 2006 a un candidato a la Presidencia se le tachó de ser un peligro para México con el propósito de construirle un estigma. Quienes usaron esas campañas negras y polarizaron a la sociedad, lo hicieron con plena conciencia de que discriminaban por razones ideológicas para aislar al candidato a quien no podían derrotar con argumentos, limpiamente. Fue Calderón quien impulsó esa campaña negra de discriminación para adjudicar a López Obrador un estigma.
Resulta indignante que desde el espacio privilegiado de la lucha contra la discriminación —la conferencia internacional en contra del sida— ahora Calderón pretenda erigirse en adalid contrario al estigma. Fue él quien impulsó la cultura de odio, de polarización y discriminación. Él es el menos autorizado para hablar de ello. Su política y programa de gobierno son resultado de una forma que aísla al que es diferente, que desprecia al pobre y ridiculiza al moreno, al tiempo que sataniza al que tienen un proyecto de nación distinto al proyecto neoliberal que él continúa impulsando.
Más lamentable aún fue que aprovechara un hecho criminal deleznable para —con una falta total de ética— pedir soterradamente reconocimiento y recriminar ejercicios democráticos alentados por otros órdenes de gobierno. De esta forma se confirma que la discriminación política e ideológica está presente en la columna vertebral del discurso político del señor Calderón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario