viernes, 17 de abril de 2015

No tienen solvencia para comprar casotas

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Homozapping

El patrón inmobiliario de los peñistas: por sus mansiones los conoceréis
Jenaro Villamil

Proceso documentó en su reciente edición 2006 el patrón inmobiliario del grupo de poder en Los Pinos. Los reporteros Jesusa Cervantes y Santiago Igartúa investigaron, confirmaron y documentaron que el secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong y su subsecretario, Luis Enrique Miranda Nava, habitan en lujosas casonas de las Lomas de Chpaultepec, a la usanza del método utilizado por la pareja presidencial Enrique Peña Nieto-Angélica Rivera.

Es lo mismo, pero menos ostentoso. Miranda Nava, el amigo personal de Peña Nieto e integrante de los Golden Boys del montielismo, habita otra casona en las Lomas, además de las muchas propiedades que se le han mencionado en Ixtapan de la Sal, en Toluca y en varios municipios del Estado de México.

Rápido y furioso, Osorio Chong negó que las casas fueran de su propiedad. Afirmó que las rentaba, pero no entregó pruebas de ello y acusó a Proceso de tener una obsesión en su contra por textos publicados anteriormente. Tampoco negó ni confirmó su relación con Carlos Aniano Sosa Velasco, contratista consentido durante su gestión como gobernador de Hidalgo, que aparece en la misma correlación que Juan Armando Hinojosa con Peña Nieto.

Miranda Nava, hasta ahora, ha callado públicamente. Prefiere callar, quizá porque hay mucha más cola inmobiliaria que le pisen.

¿Qué refleja esta compulsión inmobiliaria de Peña Nieto, Videgaray, Osorio Chong, Miranda Nava más otros colaboradores del “primer círculo” presidencial?

1.-En primer lugar, hay un “problema de geometría personal” en este grupo de poder que se ve, a mismo, como una banda de élite. Banda no es lo mismo que clase política. Viven en los mismos lugares. Visten las mismas ropas. Presumen los mismos lujos. Contratan a la misma compañía de helicópteros. Hablan el mismo lenguaje del éxito inmobiliario. Son selfies existenciales de su propia importancia.

Viven en Las Lomas de Chapultepec, en los alrededores del bosque, porque quieren ser como el grupo que acompañó a la presidencia de Miguel Alemán. Se reinventan a mismos como modernizadores y nueva burguesía. También tienen sus mansiones en Ixtapan de la Sal, Valle de Bravo, Metepec, Bosque Real, Malinalco, Punta Mita, en los alrededores de campos de golf, el deporte de moda porque le gusta al primer mandatario.

2.-En todos los casos hay un mismo modus operandi: un tercero que les vende, les renta o presta su nombre para documentar la propiedad sin que ellos aparezcan directamente. Generalmente, un constructor que pasó de la medianía a la bonanza de la mano de sus contratos obtenidos por los propios habitantes de estas mansiones. Bonanza que se refleja en propiedades inmobiliarias que monetizan una especie de lavado de dinero y de favores.

3.-Estos bienes no se registran en las declaraciones patrimoniales más que genéricamente. Las razones de la opacidad son las mismas que las de la impunidad. Como no están “declaradas” oficialmente o pertenecen a sus esposas (esta especie de Juanitas inmobiliarias del machismo Atlacomulco) entonces hay poco o nada que hacer para la Secretaría de la Función Pública, siempre dispuesta a justificar a los funcionarios.

4.-El patrón inmobiliario habla de un proceso de acumulación de riqueza súbita que no se corresponde con el nivel de ingresos públicos. Sus salarios de burócratas de alto nivel no explican la solvencia para adquirir estas mansiones o para “rentarlas”, según la versión de Osorio Chong. Sin embargo, no pueden dejar de ostentar esas riquezas porque ahí está la crónica de su éxito: ellos viven como viven el jefe. Y Angélica Rivera, se retrata en revistas de sociales, para que no quede duda de que ella “habita” esos lujos.

5.-La riqueza para ellos no se mide en conocimientos, experiencias, grados académicos (como en otros grupos tecnocráticos), obra escrita, obras realizadas por mismos. Para ellos, la riqueza radica en casas grandotas, con muchos guaruras, pantallas que apantallan, amplias paredes, muebles “modernos”, automóviles caros, ropa de marca, y el confort que habla de un apego: vivir bien significa aparentar ser opulentos.

Se ofenden cuando los exhiben porque ellos no quieren eso: pretenden ser admirados, temidos, imitados, pero no fiscalizados, exhibidos o cuestionados.

Bíblicamente, por sus mansiones los conoceréis y por sus contratistas sabemos de qué se trata la gran corrupción.

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