¡¡Exijamos lo Imposible!!
Proceso
Reforma educativa… más rétórica
Con la aprobación de las nuevas leyes constitucionales y secundarias
de la educación, que buscan el control del ingreso y la permanencia y
despido de los maestros en ejercicio, pero que no van al fondo de la
aguda problemática educativa que se vive en el país, cabe preguntarse si
el actual gobierno podrá contar con los suficientes recursos para que
las mismas puedan ponerse en marcha, en medio de una recesión económica
que se extenderá hasta la mitad del actual sexenio, de una condición de
riesgo ambiental insólita (que ha redefinido el destino de miles de
millones de pesos) y del crecimiento de un conflicto magisterial pocas
veces visto en la historia nacional.
De por sí, México tiene uno de los
gastos educativos más irracionales del mundo, porque se encuentra con
los indicadores más bajos, entre los países de la OCDE, en inversión
orientada a los alumnos; con los más altos respecto de lo que se orienta
por gasto de gobierno, pero que escasamente tiene que ver con la
cobertura y la calidad del servicio educativo que se ofrece; con una
excesiva erogación (98% del total del sector) en sueldos y salarios,
para mantener un sindicato que todo lo concentra, absorbe y negocia
siempre a su favor y no hacia el bienestar de sus agremiados; con una
falta de inversión en mejoramiento de la infraestructura escolar, en la
formación de docentes, en la atención indispensable de la población más
rezagada y desescolarizada. En general, se trata de un país que
reproduce uno de los peores sistemas educativos del orbe, pero que ahora
pretende mejorar esas deficiencias sin contar con los medios
financieros que se requieren para lograrlo.
De acuerdo con la proyección de los recursos que está proponiendo el
gobierno federal hacia el sector educativo para 2014 (con el fin de
hacer válidas las iniciativas de reforma promulgadas durante este primer
semestre), se requerirá contar con una cifra superior a los 30 mil
millones de pesos, más 3 mil millones en otros programas especiales,
agregando una partida especial para investigación científica (que ha
sido ofrecida a la comunidad científica con el fin de alcanzar el 1% del
PIB para esta actividad) y partidas a negociar para las universidades
públicas (a las que por cierto se les ha presentado un presupuesto
inercial recesivo).
Todo ello cae por su propio peso cuando se está anunciando que, para
este año, no habrá crecimiento del gasto público ni desarrollo
económico, y que se proyecta mantener un crecimiento en extremo bajo
hacia los próximos tres años (entre el 1% y el 3% hacia 2014 y un ligero
repunte hacia 2015, que se proyecta de 5%), con lo cual se van para
abajo las pretendidas especulaciones de un mejoramiento de la calidad
del sistema educativo y del desempeño de sus docentes y alumnos; es
decir se trata de condiciones que están muy por debajo de las
pretensiones superlativas del gobierno en el campo educativo.
En contraparte, los recursos que se proyectan para resarcir la baja
formación y preparación del magisterio disminuyen, así como los gastos
en rubros que se relacionan de forma directa con el mejoramiento del
aprendizaje y calidad de los estudios, hacia la innovación educativa o
universitaria, la puesta en marcha experimental de nuevos modelos
pedagógicos, o la reducción de la burocracia de la SEP.
Con la reciente propuesta de reforma hacendaria, según se calcula,
podrán recaudarse unos 240 mil millones de pesos, los cuales, como se ha
anunciado, tendrán que ser repartidos entre todos los compromisos
multisectoriales y “estructurales” pactados, en donde con seguridad el
sector educativo será el que menos reciba, porque la reforma en los
ramos de distribución de los mismos, particularmente el orientado a
administrar los recursos federales hacia los estados, el denominado y
muy controvertido Fondo de Aportaciones para la Educación Básica (FAEB),
se verá mermado con el nuevo esquema centralista que se busca imponer.
En lo particular, se ha propuesto que la SEP centralice la operación
de la distribución salarial a nivel nacional (lo que desde la Ley
General de Educación de 1992 fue transferido a las Secretarías de
Educación de los estados), así como los fondos respectivos de
mejoramiento del servicio educativo en general, lo cual agrandará la
burocracia de la SEP, que de por sí absorbe casi el 20% del total del
gasto público federal; pero habrá que ver qué dicen y hacen los
gobernadores con los burócratas que se encargan de pagar a los maestros y
controlar sus prestaciones, promociones, incentivos y otros aspectos
del escalafón magisterial, cuando se les diga que van a tener que
despedirlos a todos.
En educación, gastar más no es equivalente a invertir en el sector
para mejorar las condiciones de trabajo y estudio de los principales
actores de la enseñanza y el aprendizaje, o para mejorar la formación de
profesionales y técnicos. La reforma hacendaria propone recaudar más
recursos para que la burocracia pueda gastar más, sin contar con un
proyecto y ningún plan de mejora y calidad educativa para todos. Más
leyes sin presupuesto, es como decir que lo que viene será más labia que
sustancia. Eso sí, con Espartaco de por medio.
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