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La Jornada
Venezuela: incertidumbre y fortaleza
En medio de la
incertidumbre por la salud y la prolongada ausencia del presidente
venezolano, Hugo Chávez –convaleciente en La Habana tras una nueva
operación por el cáncer que lo aqueja–, la Asamblea Nacional de
Venezuela (parlamento) religió ayer a Diosdado Cabello como su
presidente. En lo inmediato, el nombramiento del militar garantiza al
chavismo el control de la situación política del país en caso de que
Hugo Chávez no rinda protesta el próximo 10 de enero, según el plazo
estabecido por la Constitución de ese país.
El respaldo unánime de los diputados del oficialista Partido
Socialista Unido de Venezuela a la relección de Cabello,
así como la
presencia del vicepresidente venezolano,
Nicolás Maduro,
y del mando
militar de ese país en la ceremonia de investidura del presidente de la
Asamblea Nacional,
son muestras fehacientes de unidad entre los
principales actores y corrientes del chavismo,
que contrasta con las
proyecciones que auguraban división.
Ante las presiones crecientes de la
derecha venezolana en el sentido de que Cabello sustituya al mandatario
en caso de que éste no cumpla con dicho fomulismo,
el legislador afirmó
ayer que Chávez sigue siendo el presidente de la República y seguirá siendo más allá del 10 de enero
.
Por lo que hace a los pronósticos de que la ausencia de Chávez
generaría un desgajamiento electoral del socialismo venezolano y un
desencanto de las bases bolivarianas,
la realidad se ha encargado de
desmentir esos pronósticos:
en las más recientes elecciones regionales,
realizadas el pasado 16 de diciembre,
el oficialismo ganó 20 de las 23
gubernaturas en disputa;
por otra parte,
la misma cohesión y fortaleza
política que mostró ayer el chavismo en la Asamblea Nacional se repitió a
las afueras de ese órgano legislativo,
donde miles de simpatizantes se
dieron cita para respaldar la relección de Diosdado Cabello y expresar
su solidaridad a Chávez.
Paradójicamente,
el periodo que Chávez ha permanecido alejado
de sus funciones –
sin duda,
la etapa de mayor dificultad e incertidumbre
para su gobierno desde la intentona golpista de abril de 2002–
ha
demostrado la solidez del proyecto de transformación social iniciado en
Venezuela desde 1998 y refrendado en múltiples ocasiones por la vía
democrática.
Con todo y el encono agresivo que ha padecido desde sus
inicios,
con sus problemas internos y externos,
con sus carencias y sus
excesos,
la revolución bolivariana no es hoy,
como supondrían muchos de
sus detractores,
un reducto del poder unipersonal,
sino un entramado
institucional y popular con capacidad de renovación y generación de
cuadros,
y capaz de sobrevivir,
incluso,
a su máximo dirigente y
fundador.
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