¡¡Exijamos lo Imposible!!
Proceso
Un nuevo libro sobre Posada
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Los grabados de José Guadalupe Posada son
parte de nuestra imaginación de una manera esencial, entrañable.
Todos
los nacidos en este país a partir del segundo tercio del siglo pasado
hemos crecido inmersos en un mundo en el que sus personajes (terrenales y
ultraterrenales) son compañía habitual, parte del entorno cotidiano.
Convertida
en la piedra fundacional de las artes plásticas del México posterior a
la Revolución, su obra (o parte de ella, para decirlo mejor) ha sido
reproducida al por mayor.
Buena parte de sus dibujos ha
determinado nuestra idea de la vida popular en el México del cambio del
siglo XIX al XX, y por lo menos uno, la portentosa Catrina, se cuenta
entre nuestros más significativos referentes visuales mexicanos –los
otros son el águila y la serpiente, la guadalupana, el mapa del
territorio nacional.
Ningún otro artista plástico –ni siquiera
Diego– tiene tanta raigambre entre la población. Sin embargo, lo
conocemos mal. O, por lo menos, no lo conocemos tan bien como
deberíamos.
No sólo porque, como señala Rafael Barajas, El Fisgón,
“algunas piezas de Posada han sido difundidas hasta el exceso, en
cambio otras son apenas conocidas por los expertos”. Sino porque muchas
de las cosas que se han dado por supuestas eran, si no erróneas,
inexactas.
En los años sesenta solía apuntarse que el legado de
Posada estaba compuesto por más de 20 mil grabados. Es más probable que
no haya realizado más de 6 mil. Se consideraba que su trabajo expresaba
el descontento popular contra Porfirio Díaz (de hecho el célebre grabado
de Leopoldo Méndez lo presentaba como un revolucionario,
correligionario de los Flores Magón). Barajas muestra en su libro que
más bien simpatizaba con el caudillo y atacaba a los dirigentes
revolucionarios. Se daba por hecho que toda su obra había sido realizada
de manera artesanal (talla manual sobre metal tipográfico o placas de
zinc); ahora se advierte la gran probabilidad de que haya empleado los
recursos de la fotomecánica (fotolitografía, fotograbado) en la
elaboración de las ilustraciones que realizó en los últimos 15 años de
su vida. La valoración de su obra, iniciada en 1930 por Jean Charlot y
Frances Toor, entre otros, lo convirtió en un héroe cultural del Estado
mexicano posrevolucionario. Hoy se procura estudiar su vida y su obra de
manera más objetiva.
Ese es el propósito de la más reciente
adición a la vasta bibliografía que existe sobre el gran artista de
Aguascalientes: José Guadalupe Posada a 100 años de su partida, de Helia
Emma Bonilla Reyna, maestra en Historia del Arte por parte de la
Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
La maestra Bonilla
comenzó a estudiar de manera metódica la obra de Posada en el año 2000,
como parte de un estudio sobre la caricatura y la gráfica del siglo XIX.
Y este libro, síntesis de lecturas, viajes, entrevistas, exploración de
archivos, horas de observación de cada imagen, bien puede considerarse
como una suerte de puesta al día de lo que hasta ahora se sabe en
relación con Posada.
Sobre la vida del artista, dice la maestra
Bonilla, sabemos y estamos condenados a saber muy poco. La escasez de
fuentes testimoniales directas, de documentos escritos, de fotografías,
permite esbozar apenas el esqueleto de una biografía. Lo poco que se
pueda añadir a su conocimiento vendrá más bien del estudio de su
contexto histórico y de la interrogación de su obra, que apenas comienza
a realizarse de manera sistemática.
Cada vez son más los estudios
que abordan aspectos específicos de la obra de Posada. Ahí están, por
ejemplo, los notables ensayos reunidos en Posada y la prensa ilustrada,
catálogo de la exposición homónima presentada por el Museo Nacional de
Arte en 1996; la investigación de Mercurio López Casillas, José
Guadalupe Posada, ilustrador de cuadernos populares, que se concentra en
el estudio de los cuadernos (canciones, libros infantiles, manuales)
que Posada hizo para Antonio Vanegas Arroyo a partir de 1890. También es
muy notable el estudio de Aurelio de los Reyes (¡Tercera llamada,
tercera! Programas de espectáculos ilustrados por José Guadalupe
Posada), quien por un venturoso azar encontró en el Archivo Histórico de
la Ciudad de México un conjunto de carteles y programas de mano que
Posada hizo para difundir obras teatrales, proyecciones
cinematográficas, funciones circenses, etcétera. No se tenía noticia de
ninguna de esas piezas y su descubrimiento debe considerarse como un
gran acontecimiento. Por supuesto, el extenso estudio de Posada como
caricaturista político de Rafael Barajas Durán (Posada. Mito y mitote. La caricatura política de José Guadalupe Posada y Manuel Alfonso
Manilla, Fondo de Cultura Económica; México, 2009) es fundamental y da
pauta a investigaciones aún más minuciosas y específicas.
Aunque
tiene pie editorial de 2012, el libro de Bonilla Reyna, coeditado por
diversas instancias del gobierno de Aguascalientes, Banamex y el sello
Índice Editores, acaba de empezar a circular en estos días.
Todavía
estamos lejos de contar con un catálogo razonado de la obra de Posada,
pero libros como los aquí mencionados permiten pensar que no se trata de
una empresa imposible.
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