martes, 29 de enero de 2013

¿Sin iformar de la violencia llegará la paz?

¡¡Exijamos lo Imposible!!
La Jornada
Paz simulada
Pedro Miguel
 
En marzo de 2011 Televisa y TV Azteca uncieron a la mayor parte de los medios informativos a un Acuerdo para la Cobertura Informativa de la Violencia a fin de garantizar un trabajo periodístico sumiso y acorde al discurso oficial. Para que la cobertura informativa de la violencia que genera la delincuencia organizada con el propósito de propagar el terror entre la población no sirva para esos fines, rezaba el texto de un pacto que, a lo que puede verse, tenía por objetivo aterrorizar a los partidarios de la buena sintaxis. Luego, en la ceremonia de firma del documento, realizada en el Museo Nacional de Antropología en presencia de la plana mayor de la oligarquía mediática y de sus loros, se transmitió la imagen de una víctima de secuestro que relataba con detalles espeluznantes la manera en que sus verdugos le habían cortado los meñiques de ambas manos con unas pinzas de mecánico, como lo cuenta la crónica de Fabiola Martínez publicada en estas páginas (La Jornada 25/3/11, p. 5).
 
Aquello fue un extravío temporal y pasajero porque la estrategia de guerra del calderonato pasaba por la siembra del terror en la opinión pública como una forma de legitimarse y de colocar una épica de unicel sobre el ego de un hombre menguado y sobre el negocio, jugoso pero mundano, de destruir el país (un ejemplo: en los primeros cuatro años de Calderón Estados Unidos vendió al gobierno mexicano el doble de armas y equipo militar que en todo el sexenio anterior, http://bit.ly/Wsw2Dy). El usurpador salió del paso con una felicitación desganada a los firmantes del acuerdo y al día siguiente el gobierno federal volvió a su línea de exaltación de la violencia, regresaron a cuadro las escenas de capturas y circularon de nuevo las fotos de criminales abatidos con huellas de muchos balazos.

Ahora el discurso de la guerra está agotado; el régimen de Peña Nieto lo sabe y, aunque no puede ni quiere apartarse de ese peculiar modelo de negocio que es la conversión de un país en campo de batalla, tiene que tratar de ganarse el favor de la opinión pública y de algunos célebres despistados mediante un supuesto viraje en la estrategia de seguridad que será, en realidad, de 360 grados porque las razones de la violencia permanecen intactas: el modelo económico es un productor incurable de marginación y delincuencia, la criminalidad organizada es la fase superior del neoliberalismo privatizador y los circuitos financieros de Estados Unidos y de México no pueden vivir sin las decenas o centenas de miles de millones de dólares que les da a lavar el narcotráfico; ello, sin contar con los vínculos históricos, sólidos y documentados, entre ese impresentable sector de la economía y la nomenklatura (ella misma dixit) priísta.

Pero a la oligarquía gobernante le urge terminar de despojarse de cualquier cosa que la relacione con la administración anterior y el régimen actual necesita que México parezca recuperar la paz y la seguridad en cuestión de semanas. Dicho de otra forma, si Calderón tenía sobrados motivos para caracterizarse como Rambo, Peña tiene los suyos para disfrazarse de Gandhi. Y está en ello.

Puede ser que ese requerimiento acucioso explique los dichos del priísta Mario Anguiano Moreno, gobernador de Colima, quien la semana pasada se lanzó contra Calderón porque éste pretendió combatir la violencia con la violencia y llamó, oh, a revisar las causas sociales que provocan la inseguridad y a no basar exclusivamente la solución en políticas gubernamentales punitivas. El gobernante de una de las entidades más gravemente alteradas por la violencia (en Colima el índice de homicidos vinculados a delincuencia organizada creció 5 mil por ciento entre 2007 y 2010) ha venido lanzando pullas (fundamentadas, pero muy tardías) contra el michoacano: que su guerra multiplicó el consumo de drogas, que las acciones federales detonaron una guerra entre grupos que se disputan el territorio colimense...

Posteriormente, Anguiano Moreno llamó a sus pares a sumarse a la política de seguridad de Peña y contó que éste había acordado con los gobernadores no informar sobre hechos violentos y que sólo se va a estar informando de las personas detenidas cuando sea estrictamente necesario. Literal: Estaba demostrado por estudios que nos han estado mostrando a nivel federal, que en la medida en que nosotros, gobierno federal (y) estatal, estemos poniendo el tema de la inseguridad, estemos informando cada vez que se detiene a un delincuente, entonces en lugar de ir contribuyendo a la armonía que se está aspirando, de lograr la tranquilidad, al contrario; estábamos fomentándola (la inseguridad). Vaya, pues: la opacidad derrotará a la violencia y la paz será construida a punta de simulación. Ahí tienen al nuevo PRI que construye, con ideas viejas y en el territorio de los noticieros, una nación grandiosa.

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