Jenaro Villamil
De nuevo Monsiváis, la cera y la pluma
“Una ciudad gobernada por el catálogo de sus virtudes. Ciudad de la solemnidad, ciudad del relajo. Ciudad que no le permite a sus moradores –distritofederalenses, ‘chilangos’-, el derecho psicológico de tutearla, de tenerle confianza después de las diez de la noche…
“Ciudad palimpsesto, la de México lleva, debajo del ropaje cosmopolita, las antiguas vestimentas y costumbres…
“Ciudad altamente politizada: escriba
usted un oficio y se le permitirá expresar su adhesión y su amor al
régimen, redacte un memorándum con cinco copias y se le concederá una
pancarta”.
Te leo de
nuevo. Es la reedición de los textos que escribiste entre 1963 (a tus 27
años) y los de 1972-1987 cuando dirigiste el suplemento La Cultura en México para la revista Siempre!. Es la edición de Aproximaciones y Reintegros, compilada y editada por Carlos Mapes, para editorial Trilce y la Universidad Autónoma de Nuevo León.
¡Qué prolífico has estado! Desde junio de
2010 –cuando nos dejaste plantados para la última (re)elección del
sistema- se han publicado muchas obras tuyas. Todas dicen que las
corregiste y las revisaste. ¡Con razón estabas tan cansado! Ya
sospechaba que para ti escribir sólo tiene sentido si reescribes, si
corriges, si agregas y dejas abierta una obra tan extensa como intensa.
Llego al Péndulo desde las 12. Nos
sentamos el libro y yo en la misma mesa donde sé que te gusta observar
el paisaje. Siempre nos citas los sábados. Antes era en la cafetería Auseba,
50 metros atrás en la calle de Hamburgo, convertida ahora en una
estética. ¿Habrá alguna relación entre tu ausencia y el arte de cortar
el cabello?
“La Merced, 4 de mayo de 1938. Como
principio, ni el de mi vida ni el de estas notas resulta muy aparatoso,
pero su ventaja es el privilegio de una veracidad avalada por mi madre,
la partera y los organizadores de este ciclo. Como entre brumas, escucho
ahora las voces de mi primer recuerdo literario, un primer recuerdo que
me iniciará en una vocación de la que ya no podré desprenderme, la de
escritor: es una llamada de Bellas Artes invitándome a formar parte del
ciclo Narradores ante el Público….
“Promiscuidad de los recuerdos: el
cristiano inglés John Bunyan se mezcla con el folletinista francés
Michel Zévaco y el realista mexicano Manuel Payno. Y otra precisión: no
hay el sudor del futbol soccer, ni siquiera canicas o balero. Sólo
precocidad y pedantería. La niñez acude más tarde, en la forma del amor
por la cultura popular y de la preocupación heroica por los cómics,
vagamente disfrazada de interés sociológico”….
No llegas. Puede ser otro de tus retrasos.
Pero necesito contarte: han editado esta
compilación de tu obra. Afortunadamente no tiene un lomo bonito. Si no,
ya estaría fotografiada por Pedro Torres para que se exponga en La
Ciudadela. Hay otras compilaciones muy bien hechas que también circulan.
¿Las revistaste?
En fin, tu pluma sobrevivirá a muchas compilaciones, incluyendo las que Mito Genial hacía con sus garras. Pero el mejor compilador era Coopelas o Cuello. Tenía algo chino ese gato, ¿no crees? O Ansia de Militancia que pasaba todas las tardes destruyendo lo que tejías en las mañanas.
Necesito que vengas. Tengo que mostrarte
estas fotos. Estás en el Museo de Cera. No te pusieron en el apartado de
Ripley sino en el vestíbulo de las novedades. No sé por qué estás
parado en frente del muñeco de Enrique Peña Nieto, el de cera, no el
real. Afortunadamente, no habla. Si no, ya me estarías pidiendo las
declaraciones para Por mi Madre. ¿Qué hacemos con tanto Elogio a la Ignominia? Ojalá sólo fuera ignorante. El problema es que no le importa. Ni a él ni a nadie.
Pero ya me desvié. Tu muñeco en el Museo
de Cera está frente al de Peña Nieto y al lado de Angélica Vale y de
Silvia Pinal. Tan bien que se ve la señora. Es la mejor cirugía plástica
que le han hecho. La de cera. Y a unos cuantos metros está un muñeco
que dicen que es Barak Obama.
-Está igualito –dice un señor al verte
enfundado en una chamarra de mezclilla negra (la misma de las tardes
para comprar películas) y tus lentes de antes de las cataratas. Y se
toma la foto con tu réplica en cera. Y llegan otros muchos. Te siguen
reconociendo. Y nadie distingue la diferencia entre el muñeco de Octavio
Paz y el de Steve Jobs.
-Nunca han leído nada mío –seguro te quejarás. Como siempre, cuando quieres lanzar un guiño para que te apapachen.
No le digo al hombre de esta ciudad que
te tutea. Mientras más ausencia física, más presencia de tu pluma.
Sospecho que, como los gatos, tienes más de siete vidas. Apenas irás por
la cuarta o quinta, en la que me tocó conocerte, ser tu amigo, tu
cómplice y un poco compinche.
Sé que vendrás. Aunque llegues tarde a
esta cita. Mientras tanto, me voy con la certeza de que eres un hombre
zapping: en cada esquina de la ciudad, dejaste una mirada; en cada
contenido te leo, en cada rincón te recuerdo y en cada amigo mutuo te
recreo. Y eso es más vital que la cera.
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