Contralínea
La demagogia como estrategia
Guillermo Fabela Quiñones *
Es de celebrarse el acuerdo al que llegaron el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el Congreso estadunidense para evitar el “abismo fiscal”, cuyas repercusiones hubieran sido fatales para nuestro país. Sin embargo, los riesgos de un colapso no se han superado, porque la raíz de los problemas económicos de México está aquí mismo, aun cuando la fuerte dependencia de nuestra economía a la estadunidense influye cada vez más en que los problemas externos repercutan aquí con más fuerza.
Se trata de un respiro en un mar embravecido que no habrá de durar mucho, porque la crisis que vive Estados Unidos es muy profunda y no tiene solución en las actuales circunstancias. Allá como aquí, los ricos nunca están conformes con lo que tienen y quieren más, en un proceso inacabable que pagan quienes no tienen más que su fuerza de trabajo para subsistir, así como los países cuya capacidad de sobrevivencia está en sus materias primas, cuyos precios en los mercados internacionales son controlados por las superpotencias.
Por eso Enrique Peña Nieto se congratuló por el acuerdo en la
cúpula del poder estadunidense, en tanto que permite seguir la ruta
trazada sin tener que recurrir a medidas extremas, como hubiera sucedido
de no llegarse a un acuerdo en Washington. El gobierno que encabeza el
priísta hubiera tenido que desenmascararse y actuar abiertamente en
contra de la nación, no digamos en contra de las clases mayoritarias.
Por lo pronto, podrá tener tiempo para no perder tan pronto la poca
confianza que los sectores mayoritarios tienen en su mandato.
En su primer acto público de 2013 puntualizó que debe ser este año
el de la transformación económica, pues “necesitamos destrabar los cuellos de botella
y liberar la energía creadora de los sectores productivos del país”.
Sin embargo, jamás podrá lograrlo con políticas públicas contrarias a
ese objetivo prioritario, como las mentadas “reformas estructurales” que
nos quieren imponer los centros de poder trasnacional, para acelerar el
proceso de desmantelamiento del Estado mexicano y favorecer sus
particulares intereses.
En la actualidad, México es un país hipotecado no sólo por su
impagable deuda externa, sino porque sus principales recursos no son ya
patrimonio de los mexicanos. Por eso les urge, a esos grandes intereses
trasnacionales, concretar la reforma energética que garantice el total
usufructo de Petróleos Mexicanos. Asimismo, es un imperativo para el
grupo en el poder sacar adelante la reforma hacendaria que ponga a salvo
los grandes capitales, objetivo esencial en esta etapa de crisis que
está viviendo el neoliberalismo.
En este momento, los discursos demagógicos de Peña Nieto pueden
rendir frutos, ya que la sociedad mexicana tiende a ser optimista para
evitar enfrentarse a la realidad. Promete un futuro luminoso, imposible
de cumplir sin afectar los intereses de la oligarquía. Ya se sabe que no
tiene una mínima intención de hacerlo, porque resulta menos costoso
para su gobierno enfrentar el descontento popular que la ira de los
grandes oligarcas. Otra sería la situación si la sociedad mayoritaria
estuviera organizada y dispuesta a hacer valer su fuerza. Pero
lamentablemente no es así.
De ahí que los discursos de Peña Nieto sean hasta dignos de
aplauso, pues están hechos de promesas que al pueblo le gustaría que se
hicieran realidad muy pronto; en su enajenación, las masas le dan no
sólo el beneficio de la duda, sino su apoyo, porque llegan a creer que
le hace falta para alcanzar las metas trazadas.
Por eso el secretario del Trabajo, Alfonso Navarrete Prida, se muestra condescendiente con los trabajadores y reconoce que las cosas en México no están nada bien en lo tocante a las relaciones laborales, como lo indica el que 60 de cada 100 trabajadores se encuentren en la informalidad.
Por eso el secretario del Trabajo, Alfonso Navarrete Prida, se muestra condescendiente con los trabajadores y reconoce que las cosas en México no están nada bien en lo tocante a las relaciones laborales, como lo indica el que 60 de cada 100 trabajadores se encuentren en la informalidad.
Con todo, en los hechos, eso no tiene la menor importancia para el
grupo en el poder, como lo demostró al luchar de manera muy firme para
que fuera aprobada la reforma laboral, cuyo resultado será impulsar con
más fuerza la informalidad.
En resumen: está muy claro que la actual administración federal se
dejará llevar por la demagogia más obvia e insultante, al fin que el
pueblo está muy enajenado por la televisión y no tiene una idea clara de
las causas que ocasionan su pobreza.
*Periodista
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