Contralínea
Directores de Comunicación y jefes de Prensa
Álvaro Cepeda Neri *
Desde que la amante de Vicente Fox llegó a Los Pinos disfrazada de coordinadora de Comunicación, durante 12 años el régimen panista completó la perversión y corrupción en el manejo de las direcciones de Comunicación y jefaturas de Prensa que, ya encaminadas por el priísmo diazordacista hasta el zedillismo, usaron esas dependencias para comprar periodistas, sobornar programas de radio y televisión y manipular la información favorable a los actos gubernamentales en el ámbito federal, sobre todo del “señor presidente” y sus secretarios del despacho.
Marta Sahagún, Rubén Aguilar y Max Cortázar, con sus leales repartidos en la administración pública centralizada y descentralizada (sobre todo en Petróleos Mexicanos, el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, la Lotería Nacional para la Asistencia Pública, etcétera), hicieron de no menos de 100 de esos cargos cuevas para el soborno, a veces disfrazada de publicidad y otras veces en notas y comentarios como inserciones pagadas para silenciar los hechos y la crítica, al dar un panorama rosa sobre la conducta y actos de los funcionarios. Los panistas construyeron una red de directores de Comunicación sobre todo para no dar información, y mucho menos publicidad, a la prensa que investigaba los hechos y actos del gobierno y que cuestionaba los abusos, corrupciones, hechos y omisiones que se desviaban de la legalidad.
Muchos de esos directores de Comunicación han brincado del panismo al priísmo. Lo mismo fueron azules que ahora tricolores e incluso amarillos. Navegan con todos los partidos. Indudablemente son otro cártel.
Y es que se organizan como delincuentes, aun más peligrosos, pues se
amparan a la sombra del poder político. Con el Partido Acción Nacional
(PAN) recibían línea de Max Cortázar (metido a “periodista” empleado de
Olegario Vázquez Raña del diario Excélsior). Ahora se agrupan con la nueva “estrella” del peñismo: David López (y sus alfiles en el Congreso de la Unión: Carlos Olmos y Manuel Argüelles). A los tres los ventanearon en una fotografía en Impacto, El Diario
(14 de mayo de 2009). Son un cuarteto (si se cuenta a Cortázar) temible
y capaz de todo contra la prensa que no acepta sus recomendaciones.
Hoy el peñismo se ha comprometido a
transparentar la publicidad y someterse, incondicionalmente, a lo que
dispone la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en sus
Artículos 6, 7 y 8 como derechos, con sus garantías, para la máxima
libertad de información y crítica hasta sus últimas consecuencias. Para
cumplir con eso tendrá que controlar a su director de Comunicación, el
cual tiene ya tendida su red desde al menos hace 18 años, al servir a
tres gobernadores mexiquenses. El último sexenio con el mismo Peña,
periodo que Televisa se llevó casi todo el pastel publicitario.
David López ha de ser obligado a la
mayor imparcialidad, a cumplir con su deber sin discriminación ni
ojerizas, para que fluya la información, no los boletines y el “te pago
si los publicas al pie de la letra”. Y, con su derecho a la
réplica, admite la crítica, análisis y cuestionamientos al ejercicio del
presidencialismo peñista; que con el resto de sus directores abran al
máximo la comunicación para informar a la opinión pública nacional; y si
todavía existen los nombramientos de jefes de Prensa, a su vez, dejen
de recibir indicaciones desde Los Pinos para callar y alterar la
información. Han de cesar las complicidades y permutarlas por
coordinación en su desempeño. Y suprimir a los favoritos en los medios
de comunicación.
Cubrir a Peña y a los peñistas no
significa alterar la información, pues de todas maneras el periodismo de
investigación y el Instituto Federal de Acceso a la Información y
Protección de Datos terminarán exhibiendo lo que se quiere ocultar. Y
que la única ética es la ética democrática y republicana, establecida
como fines legales y legítimos en la Constitución, aun reformada y
contrarreformada con adiciones y supresiones.
El foxismo y el calderonismo, a los que sirvieron no pocos de los actuales directores de Comunicación, dieron al traste
con esa función gubernamental. Fueron arsenales de dinero para comprar
espacios en radio, televisión y la prensa escrita, donde se divulgaron
mentiras. Y negaron publicidad abierta a los medios que no aceptaron las
condiciones de Cortázar y el PAN de Calderón y sus calderonistas, reyes Midas que convirtieron en falsedades todo lo que tocaron, y en boletines favorables al príncipe Calderón y sus secuaces.
Si la herencia dejada a Peña y al
peñismo en ese renglón no cambia, entonces prevalecerá la corrupción, el
“sobre” para los reporteros que acepten el soborno y la publicidad no
publicada para hacerle llegar cuantiosas sumas de dinero a los dueños y
directores de la prensa escrita, de las televisiones y cadenas de radio.
Si los directores de Comunicación y los jefes de Prensa continúan con
la inercia panista, los Max Cortázar seguirán tergiversando la
función de la comunicación gubernamental. Y en lugar de comunicadores
tendremos un nuevo cártel, de los 60 calculados por la Procuraduría
General de la República, a través de Jesús Murillo Káram dirigido desde
Los Pinos.
*Periodista
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