sábado, 26 de enero de 2013

Además acatamos las ordenes de otro País

¡¡Exijamos lo Imposible!! 
Por Esto!
El país de otros
Manú Dornbierer

Satiricosas

El año pasado apareció un libro de Denise Dresser llamado “El País de Uno”. Me pareció un título formidable y con el que estoy de acuerdo, por lo que me permito hoy utilizarlo para que los mexicanos sepan que el país de Uno es ahora “país de otros”.

Me es imposible ser chauvinista porque para tal efecto tendría que tener un nacionalismo ciego y de otros tiempos, y no es precisamente el caso. Pero defiendo desde siempre el nacionalismo, quizas sólo por lógica, por defender a mi país, el país de uno, el país en que nací y en el que vivo, aunque en mi caso (y el de Denise Dresser, creo) la ley mexicana hoy nos permite tener otra u otras nacionalidades a la par con la nacional.

Tal no era la situación de un soldado de Napoleón Bonaparte llamado Nicolas Chauvin, apasionado por las conquistas territoriales y militares de Francia a principios del siglo XIX. Era tanto su frenesí por defender de la menor crítica a su entonces imperialista por excelencia país que por semejante pasión pasó a la historia como un nacionalista ridículo y exacervado, para el que sólo lo francés valía la pena. Pero dentro de su exageración había algo comprensible: el orgullo de las buenas cosas de Francia y de su fantástica gloria del momento. En todos los países existen motivos de gran orgullo para sus ciudadanos y por otra parte algunas veces de gran vergüenza. En este momento México se encuentra en época de vacas flacas y de grandísimos errores políticos y sociales de los últimos sexenios. Tiene pésima reputación en el mundo gracias, específicamente, a las aberraciones de todos los presidentes neoliberales, el último en especial, el espurio Calderón cuyos berrinches que propiciaron la muerte y la tortura, servían dizque para afirmarlo en su ilegitimidad y proporcionarle algún apoyo popular, dado que “el presidente del empleo” no tenía ya ninguno por administrador incompetente, entre tanta barbaridad más.

Muchos tenemos hoy el lícito derecho de estar avergonzados de un país que se ha dejado destrozar por semejante tipo que después de todo lo que hizo todavía se pavonea en una Universidad como Harvard, a la que no le está haciendo ningún bien. Obtuvo el puesto por entreguista, precisamente, por haber servido los intereses neoliberales e hiperimperialistas de los Bush que, por cierto, están muy calladitos y muy protegiditos por el régimen “tan democrático” estadunidense, con la única diferencia de que el presidente Bush, probablemente tan espurio como Calderón pero aceptado sin chistar por la borregiza gringa, destruyó un país lejano como Irak impunemente, en tanto que Calderón hizo lo mismo pero con el país propio, hasta convertirlo en país de otros, como vemos a diario.

¿Por qué somos hoy el país de otros? Por la falta de nacionalismo, ergo, por el entreguismo tanto oficial de los gobiernos desde Salinas en adelante como por la venta constante de las empresas privadas mexicanas a transnacionales de otros países.

La cadena de televisión CNN entendió perfectamente esa situación cuando dijo “México perdió su Corona”, por el hecho de que la señora Aramburozabala, heredera del Grupo Modelo, vendió recientemente sus varias marcas de cervezas, conocidas mundialmente como grandes cervezas m-e-x-i-c-a-n-a-s a la firma belga similar “AB InBev” por 20,100 millones de dólares. Ustedes dirán que tenía derecho a hacer esa venta enorme pues era su propiedad y si lo que ella quería era montar una fábrica de automóviles de súper lujo, pues muy su gusto. Tal es el concepto legal de “propiedad privada”. Pero más allá de la legalidad hay valores más importantes como la gratitud al país de uno, la solidaridad con los compatriotas, la unión alrededor de una patria, especialmente en momentos en que necesita de apoyo de sus ciudadanos.

Su familia hizo su fortuna con gran inventiva pero en México, con obreros mexicanos, elementos mexicanos, beneficiándose del consentimiento gubernamental mexicano a las grandes empresas del país y sobretodo con clientes mexicanos, todos los que consumen la Corona. Si monetariamente la señora era la única con derecho de hacer con la Corona lo que quisiera (por ley), no lo era en cambio desde otros puntos de vista. La Corona era un punto de orgullo de México.

Se dice siempre y hemos tenido todos discusiones al respecto que la industria MEXICANA no era todo lo BUENA y competitiva que debía ser, pero por lo menos en bebidas no hay tal, puesto que la Corona se consideraba una de las mejores cerveza mundiales en su calidad de cerveza Me-xi-ca-na. Y si hablamos desde el punto de vista monetarista nada más es obvio que la derrama de dinero que producía se quedaba en -xi-co. Obviamente ahora es la compañia belga la ganona, tanto del consumo de los mexicanos mismos de esa marca, como del trabajo de millones de trabajadores cerveceros y para ser puristas hasta del agua de México.

Otras bebidas como los varios tequilas más famosos, El Herradura, El Cuervo, tampoco son ya mexicanos. Todas las características antes citadas se aplican a esas compañías compradoras extranjeras que usufructuan todo lo antes descrito y por supuesto el nombre de México. Los vendedores del tequila Herradura, los hermanos Pablo y Guillermo Romo de la Peña (quienes fueron los dueños originales) vendieron el tequila a una compañía estadunidense llamada Brown-Forman Corp. fabricante del whisky Jack Daniel’s en una transacción de 876 millones de dólares. Los Beckman, del Tequila Cuervo, hicieron lo propio y aparentemente vendieron la marca a una empresa inglesa llamada Diageo, por la cantidad de 3,000 millones de dólares en efectivo. Pero dejémonos de bebidas…

La familia Achard acaba de vender a la Sherwin Williams, las pinturas Comex por la cantidad de 2 mil 340 millones de dólares en efectivo, incluyendo deuda.

Y desde luego hablemos de los puertos y aeropuertos, para los cuales las compañías extranjeras que los manejan sólo pusieron algunos colorcitos y arreglos en las terminales, mas no construyeron las pistas ni los muelles y finalmente para no deprimirnos más hablemos de Petróleos Mexicanos invirtiendo en Galicia los miles de millones y la Compañía Federal de Electricidad vendida ya en un 40% a extranjeros, no obstante la Constitución y etc.

Desde que el neoliberal Salinas permitió que las empresas extranjeras pudieran tener el 100% de las acciones de las empresas mexicanas, ya no hay industria mexicana. Y ¿qué decir de la inicua explotación de los bancos extranjeros que rigen nuestra economía y nos cobran mucho más que lo que cobran a los usuarios en sus países de origen?

Entonces… ¿es el país de Uno, como dice Denise? ¿O es el país de otros? El que enriquece a otros.

satiricosas@gmail.com

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