Contralínea
Fox y Calderón: Dos sexenios perdidos
Álvaro Cepeda Neri
Para el abogado Antonio Ruiz Chávez
Que Calderón resultó mucho peor gobernante y administrador que Fox,
no hay la menor duda. Y eso que Fox fue un desastre total como jefe de
gobierno y jefe de Estado. Ambos panistas desgraciaron (más) el país en
estos 12 años, durante los cuales se hicieron del poder presidencial en
términos pírricos, dejando a la nación totalmente carente de políticas
públicas económicas, sociales y culturales. El foxismo se aprovechó de
la inercia zedillista, la esperanza de la alternancia y la posibilidad
de inaugurar la transición “para resolver con más democracia los
problemas de la democracia”.
El calderonismo, embarrado de ilegitimidad y su cínico “haiga sido como haiga sido”, junto a sus “con estas manos limpias voy a entrar a la Presidencia”… “Seré el presidente del empleo”… “Mientras más altas trancas, más alto pego el brinco y me las salto”… “No te revientes, reata, que es el último jalón”, etcétera, demostró hasta el cansancio su eficacia militaroide, su ineficacia administrativa y sus fracasos neoliberales al dejar que el libre mercado y el libre comercio arrasaran con la producción agrícola; descapitalizó a Petróleos Mexicanos y aumentó la pobreza hasta los límites de la miseria con un desempleo masivo.
Zedillo inició la práctica de utilizar a los soldados para tareas
policiacas. Cundió este mal ejemplo con Fox. Y Calderón llegó casi al
golpe militar, como consecuencia de que los tres se pasaron de largo
el Artículo 29 de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, dando rienda suelta únicamente a la facultad presidencial de
la fracción VI del Artículo 89 de la misma Constitución, que no debe
ejercerse sin aquélla, salvo que de antemano el golpe de Estado haya
sido el objetivo de Calderón.
Ahora el avispero criminal del narcotráfico no da cuartel a
las Fuerzas Armadas y éstas combaten a la defensiva con una estrategia
fallida (Peter Paret, Creadores de la estrategia moderna, desde Maquiavelo a la Era nuclear).
En algún momento Calderón responsabilizó a Fox del auge del narcotráfico (los neopanistas de la greña).
Y tras su dramática toma de posesión envuelta en la posibilidad real de
nombrar a un Presidente interino, con 10 mil acarreados se festejó en
el Auditorio Nacional con gran boato, sus cuatro años de inquilino de
Los Pinos. En ese acto encontró culpable del mal al pasado inmediato,
sin mencionar a De la Madrid, Salinas o Zedillo, cuando la delincuencia
de las drogas se posesionó, sin todavía encabezar la violencia
sangrienta que inició con Fox y que Calderón atizó con su guerra incapaz
de utilizar la política para resolver los problemas de competencia
federal. Los panistas de estos dos últimos sexenios no han sido
corruptos, sino ladrones, rateros y depredadores que desmantelaron los
mínimos de bienestar iniciados con las privatizaciones
salinistas-zedillistas. Transparencia Internacional probó que la
corrupción ha empeorado y estamos peor que Trinidad y Tobago en
condiciones económicas (Reforma, Milenio y El Universal, 27 de octubre de 2010).
Calderón y su grupo, en su huída tras su mal gobierno antirrepublicano, despotrican contra la oposición –mientras aprueba las complicidades del Partido Acción Nacional (PAN) con la pandilla chuchista– y echan maldiciones contra “un regreso a la antigüedad, al pasado”, pero es necesario volver al punto de partida cuando los ciudadanos dieron la oportunidad a la derecha antilaica, ya que el país quedó atascado en 2000 con cero crecimiento económico y haciendo de los ingresos petroleros un botín (ver la nota de los reporteros Laura Carrillo y Ulises Díaz: “Rebasaron a México en 10 años del PAN: Brasil, Chile, Colombia, Rusia, India y China; en Reforma del 29 de noviembre de 2010).
Para más fundamento del desastre calderonista consultar la encuesta (El Universal,
29 de noviembre de 2010), donde el 48 por ciento piensa que “el país va
por muy mal camino y en una escala del uno al 10 le ponen seis de
calificación al desempeño del inquilino de Los Pinos”. De panzazo.
Con estos dos sexenios “se confirmó que la corrupción no era
exclusiva del Partido Revolucionario Institucional (PRI)”, que los
panista le tienen “desconfianza al Estado mexicano”, que Fox y Calderón
gobiernan de acuerdo con la doctrina empresarial (entrevista a la
investigadora Soledad Loaeza, en La Jornada, 28 de noviembre de
2010), y que Estado, nación y gobierno en sus manos han sufrido de
inmovilismo económico, político y social. Por eso no es una metáfora
aquello de que es “una tragedia regresar a lo antiguo”, sino que
detenido el país en lo que parecía el final del priísmo, resulta que
tenemos que volver a empezar, cargando con todo el desastre calderonista
y del PAN.
Y es que no tuvimos alternancia y menos transición. Al llegar al
final del mal sexenio de Calderón, tendremos 12 años perdidos, durante
los cuales tuvimos una regresión política en todas las dimensiones
sociales, económicas y culturales; y sin estrategia ni siquiera en su
guerra que arroja más de 100 mil homicidios, y que Fernando Escalante
Conzalbo investiga y analiza con rigor en su ensayo Homicidios: 2008-2010. La muerte tiene permiso (Nexos,
enero de 2011). El calderonismo, el foxismo y un PAN que está en la
basura, arrastraron a la nación a la devastación en todos los órdenes:
la inseguridad más sangrienta, el empobrecimiento masivo, la ruptura del
tejido social; desempleo y despidos con agresiones sin término a los
trabajadores, en suma, un cataclismo que la tiene al borde de una
disyuntiva: la violencia social contra un gobierno “contrario a los
principios” constitucionales o soportar la rebelión calderonista que
interrumpe la observancia de la Constitución.
*Periodista
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