¡¡Exijamos lo Imposible!!
Proceso
Entre gritos de fraude, lluvia y un Zócalo sin llenar, Calderón da su último Grito
MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- El cielo en rebeldía y una tormenta
de voces y mantas estallando en reclamos de fraude, enmarcaron la
celebración tradicional del Grito de Independencia, en el Zócalo de esta
ciudad.
A las 11:00 de la noche, el presidente Felipe Calderón
asomó al palco presidencial para tañir la campana de Palacio Nacional,
ante decenas de miles de personas cercadas por un numeroso
despliegue de fuerzas federales. La plaza no estaba llena. Frente a la
Catedral Metropolitana se observaba un amplio espacio vacío. El
tradicional Zócalo abarrotado no lo fue esta noche.
Momentos antes
las marchas revolucionarias cedieron la atmósfera al silencio, y fue
cuando por fin, la consigna de “fraude, fraude” fondeó la algarabía de
los invitados de la Presidencia que salieron a la calle, para atestiguar
la última arenga de Calderón. A la par de los gritos, mantas y
pancartas repudiaban el triunfo de Enrique Peña Nieto, aludían a la
“imposición” presidencial, al “Estado fallido” y hasta un tercio de
mujeres mostraron los pechos en señal de rebeldía.
Apenas un “viva
Felipe Calderón” se escuchó en las proximidades de Palacio, donde se
ubicó a los invitados de menor relevancia, en su mayoría mandos medios
de la administración pública federal.
La lluvia arreció apenas
salió Calderón al palco, por lo que de inmediato, los corifeos se
fueron en desbandada y a empujones intentaban abrir la puerta de acceso
asignada, que estaba bloqueada por el estado mayor.
Pero ya
adentro, la fiesta se democratizó y los que habían quedado en reserva
para corear a Calderon bajo el palco, pudieron entrar al Patio Mariano y
departir con las personalidades que participaban de la noche del grito
en los pasillos y las salas del poder.
Los patios de Palacio
fueron decorados con motivos mexicanos y salas de corte minimalista. Por
techo se colocaron toldos que mantuvieron secos a los invitados presidenciales… Afuera, la muchedumbre resistía el meteoro desde las 8:00 de la noche, eso si, al ritmo de Jeany Rivera.
Por
las mesas del Patio Mariano, los colaboradores de Felipe Calderon,
gustosos, repartian saludos. Roberto Gil, Alejandra Sota, José Angel
Cordova, y Enresto Cordero, eran de los más estrechados por la alta
burocracia panista que, despachando sonrisas acudio a la última noche de
gala por el grito de Independencia.
No es para menos. La
tradición indica que el Presidente de su último grito en Dolores
Hidalgo, pero Calderón lo quiso hacer aquí, en Palacio Nacional,
resguardado por los muros de la antigua sede presidencial y miles de
policias y soldados.
El recordatorio es persistente: en las
pantallas colocadas por los pasillos y galerias de Palacio, en los
objeto que se han repartido, con motivos patrios y en los
impermeabeables regalados a la hora de la lluvia para salir a corear a
Calderón: gracias México, se lee como un atisbo de temprana nostalgia.
Ya
se sabe que no quiso acudir el presidente electo Enrique Peña Nieto,
pero aquí está Jesús Murillo Karam, quizá el único priísta de
importancia que acudió a la fiesta mexicana con que se despide Felipe Calderón.
Diplomáticos
que se confunden con la clase política mexicana, agregados militares
extranjeros que se mimetizan con los nacionales, todos con pechos
repletos de insignias y medallas… Por allá, Emilio Alvarez Icaza,
que en su nuevo roll de funcionario de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, acude en calidad de diplomático y es mesurado en sus
expresiones sobre el régimen calderonista:
“Un gobierno de clarososcuros”, dice y rechaza tener elementos para advertir lo que pasará en el gobierno de Peña Nieto.
Entre
los danzantes tlaxcaltecas, la danza de los viejitos, el jarabe
tapatio, y un mariachi… En el Patio Mariano la fiesta sigue y sigue.
La
lluvia ha dejado de caer, las consignas se disiparon aún más rápido y,
poco a poco, ya entrada la madrugada, Palacio Nacional se empieza a
despoblar, dejando sólo los rumores de los “muertos”, macabra voz que
el ejército de meseros le da a los trastes sucios que quedaron regados
por el lugar.
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