Homozapping
Fin de Calderón, inicio de Peña Nieto: Reflexiones de una Docena Trágica
(Primera Parte)
Jenaro Villamil
Con el sexto informe de gobierno de Felipe Calderón culmina el ciclo de las dos administraciones federales del PAN. Una docena trágica para muchos mexicanos, cuyos costos no se compensan con algunas libertades ganadas desde la ciudadanía y no desde el poder. Son los casos de las libertades de expresión, la proliferación de medios alternativos y convergentes, la emergencia de una generación de ciudadanos que están dispuestos a salir a la plaza pública a expresar sus opiniones, aún con el miedo sembrado por una guerra tremenda que fracturó al país.
Comparto aquí las primeras reflexiones de este proceso:
1.-La Traición Foxista-Calderonista.-La
ilusión de “cambio” en el 2000 se transformó muy rápido en decepción,
especialmente para los que creyeron en el acto mágico de la alternancia
en el poder presidencial como sinónimo de transición a la democracia.
Desde antes de 2006, durante la embestida de Vicente Fox contra López
Obrador, un joven le mostró en un mitin público una cartulina que se
volvió en el lema de ese sexenio oscuro: “Fox, traidor a la democracia”.
Y en 2012, tras detentar un poder desde
un fuerte déficit de ilegitimidad, Felipe Calderón culmina su aventura
entregándole el poder al representante más aventajado del Grupo
Atlacomulco, la dinastía priista sobreviviente que se alió muy temprano
con Fox y con Calderón, tomó por asalto al PRI, financió gobernadores,
desplazó a posibles competidores y firmó un pacto de poder y mucho
dinero con Televisa para llegar a la presidencia de la República.
Si a Fox le gritaron “traidor a la
democracia”, Calderón bien puede ser recordado como “traidor al PAN”, el
partido que él mismo dirigió y que bajo su sexenio se convirtió en
tercera fuerza electoral, con una candidata presidencial desaparecida,
dos secretarios de Gobernación muertos, una guerra contra el
narcotráfico que ha afectado más a los ciudadanos que a los criminales y
un profundo malestar interno en el blanquiazul que no se ha expresado
aún con suficiente fuerza. Está latente.
¡Qué paradoja para los panistas! Tanto
Fox como Calderón terminaron aliándose con Enrique Peña Nieto. El
primero, desde 2005, cuando abiertamente apoyó al candidato de Arturo
Montiel a la gubernatura del Estado de México, a cambio de jugosos
contratos para sus hijastros y un pacto de impunidad en torno a la
corrupción.
Y Calderón no frenó ni investigó los
excesos presupuestales de Peña Nieto porque prefirió pactar con él y con
Televisa para cubrirse las espaldas y olvidarse de una sociedad
profundamente agraviada con su guerra y sus promesas incumplidas de
empleo y de “manos limpias”.
2.-La dura lección para la izquierda.-La
izquierda partidista ha transitado en esta docena trágica en el borde
del precipicio. En 2000 terminó como tercera fuerza electoral, con
Cuauhtémoc Cárdenas como candidato, después de ser el iniciador de un
ciclo importante de la transición, a partir de 1988; pero en el 2006 y
2012, a pesar de los esfuerzos mediáticos y el consenso de un sector de
los comunicadores del poder, López Obrador llevó a la coalición de izquierda a la segunda fuerza electoral.
Se dirán muchas cosas de la terquedad de
López Obrador, de su condición de líder carismático (muchas veces sin
los contrapesos suficientes para que las decisiones no sólo dependan de
él), pero el ex jefe de Gobierno capitalino logró formar una base social
y electoral a partir del desencanto con la “alternancia” y de su
indoblegable posición frente al fraude electoral y la corrupción
imperante en las altas esferas.
La presencia de López Obrador en el
escenario político electoral es paradójica: les recuerda a esas
instituciones que le fallaron a los ciudadanos en la promesa de un
régimen donde no imperara el dinero y la corrupción; pero también sigue
en los terrenos de la lucha legal y pacífica, conteniendo una violencia y
un descontento que ya hubieran desbordado a un país donde el “México
profundo” puede ser mucho más virulento del que imaginamos.
Las izquierdas llegan al escenario de
este 2012 con más fortalezas que debilidades: lograron remontar los
réquiems anticipados de su “candidato muerto”; construyeron una alianza
con la sociedad civil desde un movimiento paralelo con Morena; surgió
otro movimiento estudiantil, #YoSoy132 que es el germen de una
transformación más profunda que rebasará a los propios integrantes
iniciales de este movimiento.
Estas izquierdas (no sólo la del PRD)
ganaron una batalla cultural muy dura: demostrar que sin democratizar el
régimen de medios de comunicación no habrá sistema democrático en el
país; destapó las venas abiertas de una elección donde predominaron el
dinero, la coacción y el montaje mediáticos, a pesar de la ceguera
tremenda del IFE y del TEPJF para mínimamente marcar una distancia.
Las debilidades de esas izquierdas están
a la vista y este proceso será muy importante para enfrentarlas:
reproducir la misma cultura autoritaria en sus espacios de poder; la
fragmentación al infinito que les impide crecer electoralmente en
algunas regiones del país (especialmente en el norte) o volverse muy
clientelares en el Distrito Federal, Guerrero o Zacatecas (entidad que
perdieron); privilegiar la política de los intereses por encima de la
política con los ciudadanos; carecer de estrategia de comunicación
alternativa que no busque imponer agendas sino informar.
3.-Los Poderes Metaconstitucionales de la Telecracia.-
La docena trágica nos ha enseñado que el auténtico cambio de sistema y
de régimen político no puede depender sólo de los actores políticos
profesionales: los burócratas, los candidatos, los gobernadores, los
legisladores, el presidente de la República. Y menos de los
comunicadores que son propagandistas del statu quo desde medios que son el nuevo poder metaconstitucional como son las dos grandes televisoras y los grupos radiofónicos e impresos más alineados con el consenso Televisa.
¿A qué nos referimos con poder metaconstitucional?
Los magistrados del TEPJF y los consejeros del IFE –con la salvedad de
una reflexión crítica de Alfredo Figueroa- nos demostraron por contraste
dónde esta ese poder. Es la capacidad de operar en la impunidad para
promover, vender como información lo que es propaganda, presionar para
sus intereses corporativos, acumular mayor concentración y pretender
convertirse en un monopolio de la opinión pública, como lo ha demostrado
la operación de fusión Televisa-TV Azteca, a través de su negocio
compartido en Grupo Iusacell, o el descarnado caso de MVS y el freno al
proyecto de la banda ancha.
Ni con el pétalo de una investigación
profunda, los consejeros del IFE y los magistrados del TEPJF quisieron
indagar en lo que todo mundo ha visto (incluyendo a los propios
priistas) desde el origen de la construcción del producto Peña Nieto. Se
escudaron en la “falta de pruebas” de la coalición del Movimiento
Progresista y en el silencio cómplice del PAN calderonista. Sin embargo,
renunciaron a su propia capacidad para investigar y sancionar anticipadamente
lo que estuvo a la vista de todos: el exceso de gasto y despilfarro (al
grado de sospechar en una mecánica de triangulación de fondos y lavado
de dinero) para promover la percepción de triunfo anticipado de un
candidato. No lo pararon a tiempo y menos se atrevieron a hacer una
mínima reflexión sobre ese uso y abuso del poder mediático.
Cuando Jorge Carpizo escribió su tratado El Presidencialismo en México,
en la etapa dorada del presidencialismo priista, le atribuyó a este
fenómeno facultades que iban más allá de la Constitución (no eran
ilegales, en sentido estricto, pero van en contra del espíritu
republicano de nuestra Carta Magna): designar a su sucesor (el dedazo); elegir a los gobernadores y al dirigente del PRI; concentrar un poder ilimitado durante un sexenio.
Estos poderes metaconstitucionales se
trasladaron a espacios de poder antes subordinados al PRI y al
presidente de la República. Es el caso de Televisa, el ex “soldado del
PRI”. Desde la llegada de Vicente Fox –el primer candidato spot de esta docena trágica-, el poder de las televisoras se acrecentó, a tal grado que se volvieron un poder salvaje (en los términos de Raúl Trejo Delarbre), un poder fáctico (en los términos del Banco Mundial) o un poder metaconstitucional al que nadie se atreve a ponerle un alto, limitarlo, democratizarlo.
Ya vimos que esa será una tarea de la nueva generación de ciudadanos que ha surgido de esta docena trágica.
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