miércoles, 25 de abril de 2012

¡Santos dipsónamos!...ahora hasta salvos!!

¡¡Exijamos lo Imposible!!  
Calderón y la maldita Providencia
Jorge Zepeda Patterson 

Ahora resulta que los 60 mil muertos son un mero designio divino y el combate al narco tráfico una especie de guerra santa. El lunes pasado, Calderón dio una conferencia en Washington en la que se describió como el enviado a Los Pinos por una fuerza superior para luchar contra el mal.  

El Presidente dijo, “Es probable que mucha gente se acuerde de estos años por la violencia y la delincuencia, los crímenes. Pero yo creo que la vida, o la Providencia, llámelo como quiera, decide colocar a la gente acertada en el momento adecuado”. Se refería, obviamente, a su cruzada contra el narco.

Salvo que su cuarto de guerra tenga algo de divino, Calderón debería recordar que meter al Ejército a las calles fue una decisión estratégica y desesperada por parte de su equipo, para darle al Presidente el liderazgo del que carecía al arranque de su gobierno. Durante los meses que mediaron entre la elección y la toma de posesión en 2006 (julio a diciembre), el Presidente electo y su primer círculo se devanaron los sesos para inventarse un golpe de autoridad para los primeros días de la administración.

Los calderonistas estaban angustiados por la falta de legitimidad de su triunfo electoral y temían las acciones de los lopezobradoristas. Fueron los días en que el tabasqueño se había puesto la banda presidencial y nombrado a su gabinete de sombra. Algunos panistas temían que las protestas y las movilizaciones boicotearan todo acto presidencial. Por lo mismo estaban urgidos de dar un manotazo importante que mostrara al país que había un “piloto” firme y decidido para conducir la nave presidencial.

Había prometido ser el Presidente del empleo, pero juzgaron que no había condiciones de sacar adelante una reforma laboral ni manera de reactivar la economía al ritmo requerido. Especularon sobre la posibilidad de dar un quinazo y encarcelar a algún político poderoso, pero concluyeron que tampoco tenían la fuerza política para cargarse a algún líder sindical o a un gobernador corrupto. Todo lo contrario, incluso perdonaron al “gober precioso”, Mario Marín, de Puebla, a quien el candidato Calderón prometió enjuiciar, porque necesitaban una alianza con el PRI.

Lo único que encontraron para atraer la atención fue el combate al crimen organizado. A pesar de que en su campaña electoral no habló sobre el tema ni constituía una parte de su plataforma de gobierno, fue la primera acción importante de la nueva administración (a los siete días de tomar posesión). En su ignorancia sobre el tema creyeron que bastaba echarles encima al ejército para que los narcos salieran huyendo.

Al decir que la Providencia decidió colocar a la gente acertada en el momento adecuado, Calderón se equivoca dos veces. Primero porque no fue el momento adecuado. Antes de comenzar a dar de palos al avispero tendrían que haber desarrollado la inteligencia para infiltrar al enemigo, fortalecido y saneado a las policías, modificado la ley de seguridad, mejorado el sistema de rastreo de lavado de dinero, reformado las prisiones, llegado a un acuerdo con Estados Unidos, y un largo etcétera. No, no fue el momento adecuado. Le habría tomado la mitad del sexenio preparar a su gobierno para un combate de esta naturaleza, y no una semana, como fue el caso.

Y a juzgar por los resultados, tampoco ha sido la persona adecuada. Nada preparó a Calderón para esta cruzada. Y peor aún, nunca ha tenido la humildad para reconocerlo. Al meno eso podría haber modificado la estrategia. Está convencido de que hizo lo correcto pero al mismo tiempo se queja de que los cárteles han tomado tal fuerza que atentan contra el Estado e incluso ponen en riesgo las elecciones (afirmaciones presidenciales sobre Michoacán).

¿Cómo es eso? En 2006, el narco no atentaba contra los comicios pero cinco años de guerra más tarde son más poderosos, según el propio Presidente. Los dos argumentos no pueden ser válidos de manera simultánea, a menos que se padezca bipolaridad. Si era la gente acertada (él) para luchar contra los cárteles, ¿cómo es posible que el narco sea ahora más poderoso que antes?

No fue ninguna Providencia, ni el resultado de alguna incursión al monte Sinaí capaz de arrojar tablas bíblicas lo que exigió un combate al narco de manera inmediata y fulminante. Fueron razones de cálculo político, de naturaleza más bien egoísta, inspiradas por la necesidad personal de sobrevivencia lo que condenó al país a esta guerra absurda e irracional. Entre los 60 mil muertos han caído muchos inocentes, se han desplazado cientos de miles de personas y ciudades como Monterrey o Acapulco, o las carreteras de todo el país tardarán mucho tiempo en volver a ser las de antes.

Providencia es un barrio elegante de Guadalajara y el nombre de una tintorería en la colonia Portales del D.F. Ahora resulta que, a falta de argumentos, ya es también una mala coartada de Calderón. Necesitará mejores argumentos para defenderse del juicio de la historia, por no hablar de los juicios en tribunales.

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