Giordano Bruno
La negativa de Peña Nieto de no acudir al debate convocado por la periodista Carmen Aristegui, ha abierto nuevamente el debate acerca de la capacidad intelectual y solvencia del candidato del PRI. Cuando a un estudiante de bachillerato se le solicita que pase al frente a realizar un ejercicio o bien, a dar su opinión sobre un tema, definitivamente la respuesta: "No contestaré, porque no quiero dividir a la clase.", no es una opción. Y si esta fuera su respuesta, no sería una respuesta aprobatoria desde el punto de vista académico.
La actitud del candidato priísta es congruente con la opinión publica de que Peña Nieto, en cada ocasión que ha tenido la oportunidad de hablar en publico de manera libre y abierta, en medios no controlados por su equipo, ha demostrado una gran incultura e ignorancia, en el mejor de los casos. Y si a las razones mencionadas, añadimos las cuestiones legales, de corrupción, Atenco, el Estado de Mexico líder de femenicidios y últimamente los excesos en gastos de campaña, todos temas inevitables en el contexto de un debate libre, definitivamente no hay que ser un genio para concluir de que Peña Nieto y el PRI rehuyen al debate porque podrían perder toda la elección en una sola exhibición.
Y es que ni los mexicanos somos tontos, ni la abrumadora realidad se puede esconder. Peña Nieto depende de un aparato logístico sofisticado, toda una producción gigantesca que intenta suplir las carencias de un candidato inculto, ignorante de la realidad nacional, cómplice y representante de los que han dañado tanto a este país.
¿Que grandeza puede haber en un gobernante que no es capaz de sentarse en una mesa a charlar con su pueblo?
Espero que la negativa de debatir libremente no pase desapercibida por el pueblo mexicano, quien espero no se deje engañar por ese gran montaje telenovelezco de cuarta llamado "El amor tiene cara de los Pinos".
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