Jenaro Villamil
Reconvertidos
en consultores, accionistas o cabilderos de trasnacionales importantes
en materia energética, eléctrica y manufacturera; asesores e
intermediarios entre gobiernos estatales y la banca privada para
“renegociar” las millonarias deudas locales, los dos colaboradores más
importantes del sexenio salinista, Pedro Aspe y José Córdoba Montoya,
están de vuelta como los principales “cerebros” del modelo político y
económico del candidato presidencial del PRI, Enrique Peña Nieto.
Pilares de la tecnocracia mexicana,
sobrevivientes en la disputa entre Carlos Salinas y su sucesor Ernesto
Zedillo, integrantes del “grupo compacto” que surgió en la Secretaría de
Programación y Presupuesto desde el sexenio de Miguel de la Madrid,
Aspe y Córdoba operan fuera de los reflectores, influyen en las
principales propuestas de gobierno de Peña, convencen a empresarios para
apoyar al ex gobernador del Estado de México y, sobre todo, definen el
tono ideológico de quien aspira a ser el presidente de los “compromisos
cumplidos” y del “gobierno eficaz”.
El vínculo entre Pedro Aspe, autor de la
frase “la pobreza es un mito genial”, y el equipo de Peña Nieto no es
sólo ideológico sino político. Luis Videgaray, su coordinador general de
campaña, es socio y alumno de Aspe desde la consultora Protego
Asesores, rebautizada el 2 de abril como Evercore Casa de Bolsa,
“empresa líder en banca de inversión”.
Evercore,
fundada en 1996 por Aspe, ha reestructurado más de 100 transacciones de
banca de inversión como “colocaciones de capital privado, financiamiento
de proyectos de energía, reestructuraciones financieras, fusiones y
adquisiciones y financiamiento a estados y municipios”. Entre esos
estados cuya deuda renegociaron están el Estado de México y el Distrito
Federal, así como decenas de municipios importantes como Tijuana, sede
del poder de Jorge Hank Rohn, el hijo incómodo del “profesor” Carlos
Hank González.
Más discreto, viviendo en una casona de
la Colonia Roma, José Córdoba Montoya, el jefe de la Oficina de la
Presidencia durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, artífice
de la estrategia política para lograr las reformas económicas y la
apertura comercial, es el principal ideólogo del “gobierno eficaz” de
Enrique Peña Nieto.
Defensor de un presidencialismo fuerte,
enemigo de los “gobiernos divididos”, Córdoba Montoya menosprecia la
necesidad de una reforma política para incorporar elementos
parlamentarios al modelo mexicano y es el artífice de la propuesta de
eliminar 100 diputados plurinominales, uno de los tres primeros
“compromisos” que Peña Nieto firmó al arrancar su campaña en
Guadalajara, el 30 de marzo.
Un tercer “cerebro” en el equipo de Peña
nieto es Santiago Levy, otro tecnócrata de triste memoria en su paso
como director del Seguro Social en el gobierno de Vicente Fox. Levy fue
subsecretario de Hacienda en el sexenio de Zedillo. Junto con Luis
Téllez, Francisco Gil Díaz, Agustín Carstens, Javier Lozano, Jesús Reyes
Heroles y otros tecnócratas de orígenes priistas, se sumó a la ola del
“cambio panista”, pero ahora regresa para terminar su proyecto de
política de combate a la pobreza.
Levy le vendió la idea a Peña Nieto de
crear el Sistema de Seguridad Universal, que supondría un costo total
menor al 4 por ciento del Producto Interno Bruto, pero implicaría
reformas constitucionales importantes, así como un IVA generalizado en alimentos y medicinas, propuesta que hasta ahora no ha hecho pública
el aspirante presidencial priista.
Peña Nieto ha mencionado en sus mítines
que mantendrá los programas para eliminar la pobreza, empezando por
Progresa y Oportunidades, creados precisamente por Santiago Levy. Desde
el 14 de abril, en Guanajuato y Morelos, Peña Nieto incorporó en este
esquema al Pronasol, el “programa consentido” del sexenio de Carlos
Salinas.
La Cátedra de Aspe
“El candidato que tenga 22 prioridades
no tiene ninguna. Yo planteo tres o cuatro importantes y necesarias: la
modernización del sector energético; la modernización del sector
educativo; y la modernización en ciencia y tecnología; quizá le
agregaría la reforma laboral”, afirmó Pedro Aspe Armella, ex secretario
Hacienda durante una larga conferencia de 3 horas la tarde del
miércoles 18 de abril.
Operador de las “modernizaciones” de la
era salinista –sinónimo de la política de privatizaciones-, Aspe dictó
cátedra ante los integrantes de la Academia Mexicana de Auditoría
Integral al Desempeño. Fue un evento sin prensa. Sólo estuvo presente Proceso. Y ante los auditores Aspe se explayó en su análisis de “La Recuperación Mexicana y el Resto del Mundo”.
Optimista de que en el próximo sexenio
vendrá una “explosión de consumo” entre los mexicanos, recomendó que el
próximo presidente de México debe expandir el modelo de Tratado de Libre
Comercio con las naciones emergentes de Asia-Pacífico y Latinoamérica, y
argumentó la necesidad de que culmine la tarea iniciada hace un cuarto
de siglo por el sexenio salinista: el “nuevo paradigma” de la
liberalización y la productividad.
Discreto en sus opiniones políticas,
Aspe no pudo ocultar su proclividad a la urgencia de una reforma
energética en México, defendida por el aspirante presidencial priista
Enrique Peña Nieto en su libro programático México, la Gran Esperanza, y
reiterada esta semana, a raíz de su crítica a la nacionalización
argentina de las acciones de la empresa española Repsol, propietaria de
poco más del 50 por ciento de las acciones de Yacimientos Petrolíferos
Fiscales (YPF).
No es casual el énfasis de Aspe y su
empresa consultora en la privatización energética. El 2 de marzo pasado,
a través de una transacción de entre 45 y 50 millones de dólares,
Protego-Evercore adquirió el 20 por ciento de Grupo Diavaz, cuyas
principales actividades son extracción de petróleo y gas, distribución
de gas natural. Desde 2008, Grupo Diavaz ganó la licitación para la
explotación de un campo madura en Ebano, San Luis Potosí.
En sintonía con la tesis de Aspe, Peña
Nieto planteó en su libro: “es necesario tomar medidas mucho más audaces
para revigorizar nuestro sector energético; para lograrlo tenemos que
despojarnos de ataduras ideológicas que impiden detonar el potencial de
Pemex como gran palanca de desarrollo nacional”.
Aspe en su conferencia “palomeó” a Peña
Nieto y a Josefina Vázquez Mota por plantear la misma apertura en el
sector energético y afirmó que en materia de modernización educativa y
de ciencia y tecnología “existe una baja productividad porque la
cobertura y la calidad de la educación, así como la inversión en
investigación, innovación y desarrollo tecnológico son elementos que
tienen un impacto directo en la productividad de la economía”. Las
mismas palabras expresadas por Peña Nieto en la página 64 de su libro México, la Gran Esperanza.
No son las únicas coincidencias entre el
peñismo y el ex director del INEGI, titular de la SSP y aspirante
presidencial en 1994. Aspe Armella defendió ante los auditores el
Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN), la herencia más
importante del sexenio salinista, y explicó por qué México será más
competitivo que China en la próxima década: por sus salarios más bajos.
“El costo unitario de la mano de obra en
China se disparó desde 2005. Por eso tenemos costos más bajos que los
salarios en China, pero debemos ser más productivos”, advirtió Aspe.
Puso como ejemplo el testimonio de un empresario de una ensambladora de
helicópteros Bell que trasladó su empresa de Shanghai a Ciudad Juárez.
La razón es que en China el costo salarial es de 45 mil dólares al año y
en México es de 35 mil dólares anuales.
En tono optimista, Aspe también minimizó
la crisis de inseguridad pública en México. Admitió que en círculos
empresariales extranjeros es una preocupación grande la ola de
violencia, “pero menor que hace dos años”. Argumentó que la tasa de
homicidios violentos en México es de 26-27 por cada 100 mil habitantes,
mientras que en Brasil es 36 y en Venezuela es 80.
“Este gobierno hereda una cosa buena:
por fin, existirá un grupo entrenado y bueno de la Policía Federal”,
afirmó. Aspe explicó que los canadienses, con quien él ha hecho negocios
en su consultoría, entrenan a 47 mil elementos de la PF y se necesitan
50 mil.
Cuestionado sobre la crisis de las
deudas estatales, como en el caso de Coahuila, Aspe afirmó que “es un
tema importante, pero no es sistémico, no puede desequilibrar el país”.
Argumentó que toda la deuda histórica acumulada de los estados apenas
representa el 2.7 por ciento del producto interno bruto nacional. Algunos
auditores le recordaron que su empresa Protego fue la artífice de las
renegociaciones en varios estados.
Ese es el origen del vínculo entre
vínculo entre Aspe y el Estado de México. Su socio en Protego Asesores,
Luis Videgaray, fue contratado para reestructurar y refinanciar la deuda
del Estado de México en 2004 por 2 mil 500 millones de dólares. También
desde 2006, Aspe pasó a formar parte del Consejo de Administración de
Televisa, la empresa que ha impulsado en forma clara la carrera
presidencial del mexiquense.
Con el respaldo de Pedro Aspe, Videgaray
se convirtió en secretario de Finanzas del gobierno peñista. En 2009
llegó a la Cámara de Diputados, fue impulsado por Peña para presidir la
poderosa Comisión de Presupuesto. En 2011 Videgaray fue aspirante a la
candidatura del PRI para el gobierno del estado y coordinó la campaña de
Eruviel Avila, el ex alcalde de Ecatepec, en las elecciones de julio
2011.
Desde noviembre del año pasado,
Videgaray es el coordinador general de la campaña de Peña Nieto. Bajo su
responsabilidad está una estructura paralela de 18 coordinadores
sectoriales, 32 por entidad federativa y 5 por circunscripciones
electorales. El poder que ha alcanzado Videgaray hace que los más
cercanos al equipo peñista consideren al alumno de Pedro Aspe como el
futuro “José Córdoba de Peña Nieto”, en clara referencia al jefe de
asesores de Carlos Salinas.
(Continúa mañana)
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