Inmorales contrastes
María Teresa Jardí
El cumpleaños de un nieto me lleva a conocer una sala VIP de cine. Por si algunos de ustedes no saben a qué me estoy refiriendo, les explico que los asientos son reclinables al estilo de los sillones que se llaman o conocen como reposet, porque tienen un banquito incluido donde una vez levantado se ponen los pies y al lado, de cada confortable asiento de piel, se encuentra una mesita de uso personal y una lamparita compartida por cada dos lugares. Meseros ofrecen antes y durante la exhibición de la película, variadas comidas, que van de rollitos de sushi, a las baguettes y lo mismo puedes tomar un capuchino que un expreso. Y, claro, la película, no sé si todas las que en esos lugares se exhiben, pero sí la parte primera, que en realidad es la cuarta película de George Lukas, de su saga conocida como La Guerra de las Galaxias, se disfruta en tercera dimensión con las gafas respectivas que se entregan en propia mano.
Siempre me ha atraído la lucha del bien contra el mal y en esa medida a lo largo de mi vida lo mismo me gustaron las novelas de aventuras que las películas que tratan el tema. Cuando mis hijos eran pequeños la saga de Lukas me parecía la moderna versión de Julio Verne por lo que tocaba a las premoniciones de lo que, quizá vendría, y el sábado, debo decirlo con pena, me pareció del todo light la peli tan sólo al compararla con la lectura diaria de la prensa. Ni siquiera es que sea demasiado exagerado, 160 pesos, el costo del boleto de esos cines VIP, que se pueden comprar por Internet. Tanto que han subido en general todos los cines. Supongo, que el negocio está en la comida, que también en una confortable sala exterior se vende y quizá en el negocio posterior de compra de las muestras, que en el exterior regalan, de productos de belleza.
Pero igual no es posible no pensar en el contraste que se ha generado en nuestro país delimitando los diversos sectores sociales cada vez más estratificados.
El cine al que me refiero se encuentra en Perisur. La primera plaza del Distrito Federal y probablemente de la república. No encuentro demasiados cambios por lo que a comercios toca, con una sola novedad agradable, una librería del Péndulo, a la que nos dirigimos nada más salir del cine. El nieto a buscar los libros que quiere de regalo y el resto también a regalarnos algún otro libro. Elijo de inmediato un libro de Pessoa “El banquero anarquista” y otras ficciones sociales, de la editorial Berenice. Y mi hijo Julián encuentra, para mí también, un nuevo libro de Henning Mankell, “ Un ángel impuro”, de TusQuets editores.
No puedo resistir la tentación de coger el primero en cuanto llega mi cabeza a la almohada. No lo leo. Por estos días leo a otro autor extraordinario que seguramente ustedes conocen, Haruki Murakami, también editados sus muchos libros publicados por TusQuets. Pero no resisto el darle una mirada al de Pessoa del que les comparto dos párrafos que leo, luego de haber sido elegidos por el azar, para mí.
“... Las injusticias de la naturaleza no las podemos evitar. Ahora bien, las de la sociedad y los convencionalismos, ¿por qué no evitarlas? Acepto, qué remedio, que un hombre sea superior a mí porque la naturaleza le dio talento, fuerza o energía, pero no acepto que sea superior a mí sólo por cualidades postizas que no tenía en el vientre de la madre, sino que le llegaron por casualidad después de ver la luz – la riqueza, la posición social, la vida fácil... El mal verdadero, el único mal es el de los convencionalismos y las ficciones sociales que acaban sobreponiéndose a las realidades naturales, desde la familia al dinero, desde la religión al Estado. La gente nace hombre o mujer... no se nace en estricta justicia natural para ser marido ni para ser rico o pobre, como tampoco para ser católico o protestante, portugués o inglés...”.
Así es y esa es una de las razones que yo encuentro para no votar por Josefina Vázquez Mota por el simple hecho de ser mujer. Tengo muchas más, como es obvio, para no hacerlo. Pero en la pobreza de análisis, que los contrastes inmorales propician, encuentro la razón de los muchos que están dispuestos a hacerlo por esa única cualidad, que de llegar sería el peor de sus defectos, incluso por aquello de que ya amenaza con continuar con la galopante versión genocida, de quien, usurpando, aceptó hacer una limpia de pobres como una manera de acabar con los indignantes contrastes económicos creados de manera ficticia a base de tomar todo unos y de no dejar nada a los otros.
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