¡¡Exijamos lo Imposible!!
La niña y el pederasta
No le prestarías tu hija a un pederasta, ¿o sí?”. Esta locución no sé si la escuché en una charla de gringos que echaban frases hechas —cuántas tienen los cabrones— o si la dije en alguna borrachera en la que me veía peor que Brozo o que gringo echando frases hechas. El caso es que describe bien uno de los muchos desencuentros que tengo con la reforma petrolera que presentó el señor Calderón: por más mal padre que seas y por más chimuela, flacucha y fea que esté tu hija, no dejarías que un pederasta la llevara todos los días a la escuela. Luego, si el joven secretario de gobernación y el grupo GES de su familia —que han firmado cientos de contratos con el PEMEX actual, que restringe la participación del capital privado en muchas áreas, gracias a su influencia— me dice, siguiendo con la alegoría, “ándale, déjame pasear a tu niña”, no puedo más que gritarle que “!No!” nada más de imaginar los contratos que firmaría desde su posición, si se aprueba la mentada reforma que él impulsa. Y el anterior es un caso puntual, sobran ejemplos de privatizaciones que, por un lado, beneficiaron evidentemente a los compradores y que por el otro, perjudicaron terriblemente a la nación. El binomio Banca-FOBAPROA es el más perverso. Señores, no les tengo confianza. Pero claro, también puede ser gracias a que nunca he confiado demasiado en los relamidos. Algo tiene la gomina.
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