Ebrard en su laberinto
Carmen Aristegui F.
4 Jul. 08
A la nefasta cadena de errores que marcaron los trágicos hechos del News Divine, el pasado 20 de junio, le ha seguido otra larga cadena de despropósitos que han colocado al gobierno de Marcelo Ebrard en la peor crisis de su trayectoria política. Ebrard, que hoy forma parte de las -siempre anticipadas- listas de los presidenciables, se juega con esto no sólo sus márgenes de actuación como gobernante en la ciudad, sino su capital político rumbo al 2012.
Ebrard daba muestras de construir, para sí, una estrategia que lo colocara como protagonista de la escena política, por ejemplo, en el debate petrolero, no al lado, sino delante de López Obrador. Hoy, con el caso News Divine, se encuentra instalado en medio de un laberinto. Ahí lo metieron, y él se dejó meter, el secretario de Seguridad Pública y el procurador de Justicia del Distrito Federal.
Su condición de rivalidad ha aflorado y la prensa no ha dejado de recibir información diversa que incrimina a la policía y/o al Ministerio Público, según sea el caso. Queda claro que de un lado y otro hay interesados en subrayar la responsabilidad de una instancia o de la otra en la tragedia del News Divine. Todo esto, por supuesto, para beneficio de la opinión pública. Cada día se tiene más claro que el caso News Divine se trasciende a sí mismo, para mostrar el tamaño y profundidad de un problema mayor: la procuración de justicia y la tarea policiaca son un desastre. El operativo del News Divine mostró un rostro que a ningún gobierno se le puede permitir, menos a uno que llegó con las siglas de la izquierda: la criminalización a los jóvenes. Lo que hoy se sabe de lo ocurrido en el antes, durante y después del operativo nos habla de un acto policiaco represivo en contra de estos cientos de muchachos que -apretujados en un lugar de mala muerte- bailoteaban su fin de cursos. Todo esto debe avergonzar al responsable político, legal y administrativo de la Ciudad de México y obligarlo a rectificar. No acaba de entenderse cómo -frente al tamaño de las faltas- los responsables de cada una de las áreas, voluntaria y humildemente, no pusieron a disposición sus respectivas renuncias.
No sólo Joel Ortega como jefe de la policía o Rodolfo Félix como procurador de Justicia deben rendir cuentas de tan deplorable panorama. Marcelo Ebrard, como máxima autoridad política de la capital del país, está obligado a explicar la gravedad y el alcance de lo que está sucediendo en la ciudad.
La difusión de las fotografías de los jóvenes que fueron fichados como si fueran delincuentes. Fotos que aparecen en la prensa y desaparecen de la investigación. Policías brutos e incapacitados. Problemas de mando, prácticas erráticas y descoordinación. Ministerios públicos ruines y abusivos. A los maltratos, durante y después del operativo y las prácticas vejatorias que se practicaron durante las diligencias, se suman las amenazas que dicen haber recibido familiares de víctimas y testigos. Está también, la serie de fotografías tomadas a funcionarios y autoridades durante el operativo, y difundida en la prensa, para ver de qué lado caben más culpas. Además de las vidas perdidas, todo lo anterior abre nuevos frentes de indignación ciudadana.
El caso News Divine es un compendio de errores, descoordinación y estupidez que terminó con el trágico saldo de 12 muertes (la mayoría jóvenes y adolescentes) que todos conocemos y que ha cimbrado profundamente a la sociedad mexicana. Es un caso que ha demostrado también cuán caro puede resultarle a un político -frente a la brutalidad de lo ocurrido y las fallas sistémicas que se exhiben de su gobierno- no tomar decisiones a tiempo.
Joel Ortega no tomó parte directa del operativo, ni empujó a jovencitos hasta asfixiarlos, pero tiene una responsabilidad política que asumir como mando máximo de quienes sí lo hicieron. Rodolfo Félix no desnudó jovencitas, ni las numeró con un plumón, pero hoy traslada, como responsable final de las investigaciones, una circunstancia que lo involucra. La Unipol, figura policiaca recién creada y puesta en práctica en el News Divine, obedece a un esquema de mando compartido entre la policía y el Ministerio Público. Su necesidad de deslinde ahora lo lleva, por ejemplo, a acusar de homicidio doloso a Francisco Zayas. Nadie creería que el mando del operativo hubiera "querido" matar a los muchachos. En realidad, la investigación está entrampada en un cruce de responsabilidades de los mismos que investigan. Y Ebrard, en medio de su laberinto. En un extremo, su procurador, y en el otro, el jefe de la policía.
Si ni Ortega ni el procurador presentaron sus renuncias o se separaron del cargo temporalmente de forma voluntaria para que se pudiera llevar a cabo una investigación que no los involucre, y que los sustraiga, no sólo de su pleito, sino de investigar a quienes han sido sus subalternos y colaboradores y, eventualmente, a sí mismos, entonces Ebrard tendría que decirles él mismo que se vayan. Antes de que sea demasiado tarde, y la ciudadanía se lo empiece a pedir a él.
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