Esther Chávez Cano
De: Guillermo Fárber
La conocí ayer. Sus familiares le dicen "tía Güera". Es una mujer menudita, setentona, chihuahuense que pasó muchos años de trabajo en la ciudad de México, clasemediera, de modales apacibles y voluntad de hierro. Ahora ya viaja poco por una serie de cánceres que se ganó a punta de jugar a las vencidas con el Mal durante muchos años, y que hoy la limitan severamente por los efectos desagradables de quimios, radioterapias y demás terrible y tóxica parafernalia alópata.
A ella se debe el descubrimiento de ese aberrante síndrome urbano conocido como "Las Muertas de Juárez". Es fundadora del Grupo 8 de Marzo y pilar de la Coordinadora de Organizaciones no Gubernamentales en Pro de la Mujer, de la Casa Amiga ( http://www.casa-amiga.org/Femicidio.html ), etcétera. Esther es una activista, pues. Pero una activista pura, limpia, humanista, no partidaria, y yo me hinco ante gentes como ella, sobre todo en estos tiempos en que tantos farsantes (y farsantas) medran con el dolor y los sufrimientos ajenos, a los que dicen combatir (ONGL's, les llamo yo: Organizaciones No Gubernamentales de Lengua).
Y mientras se amontonan en su honor los reconocimientos y homenajes nacionales e internacionales, allá en Ciudad Juárez las voces oficiales murmuran que ella mancha la imagen de la ciudad. Entiendo. No es la sangre de las mil secuestradas, violadas, torturadas, mutiladas y asesinadas la que la mancha; la mancha la voz inacallable, la recia presencia viva de esa mujer menudita. Sí, está claro. ¿Cómo no le da vergüenza a Esther? ¡Qué poco patriótica! ¿Qué no entiende que no es bueno para el turismo, andar hablando de esas cosas? Total, qué más da, si casi todas eran solamente pobres obreras…
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