Plaza Pública
Miguel Angel Granados Chapa
PRD: triunfo de los tramposos
El que se anule la elección de presidente y secretario general en el Partido de la Revolución Democrática no significa que no hay quien se alce con la victoria. Concuerdo con lo dicho por Alejandro Encinas, la crudeza de cuyo juicio no se nubla por ser el afectado directo de la grave situación que señala: “Es un triunfo de los tramposos y los sinvergüenzas” que “son los mismos que provocaron la nulidad de la elección cuando compitieron contra Amalia García y perdieron posteriormente”.
Sin necesidad de nombrarlo, Encinas se refiere en su declaración del domingo a su contrincante Jesús Ortega, que en 1999 buscó la presidencia del PRD en contienda contra la hoy gobernadora de Zacatecas. Entonces sólo consiguió que se convocara a una nueva elección, como ahora, pero tampoco en ese segundo turno electoral pudo abatir a la zacatecana, y eso que contó con el fluir de un número importante de votos oaxaqueños, probablemente resultado de una pactada injerencia del gobernador José Murat en el proceso perredista, como los de ahora quizá muestran acuerdos con el gobernador Ulises Ruiz.
La estrategia perversa desplegada por los “tramposos y sinvergüenzas” les permitía recorrer, como en 1999, el camino de abultar la votación mediante arbitrios que se antojan aberrantes, y con ello ganar la mayoría; o reventar la elección por la forma en que pretendieron inflar el número de sus votos. El más socorrido de esos métodos, del que la planilla Nueva Izquierda esperaba obtener mayor número de sufragios que sus adversarios, fue sacar de la nada, es decir de casillas no instaladas, votaciones voluminosas. Es decir, no obstante la constancia documental de que cierto número de casillas en entidades como Oaxaca y Chiapas (y también en Veracruz y México) no se abrieron, y a pesar de la ausencia de documentación que probara la instalación de esas casillas, figuraron en los cómputos votos que favorecieron ampliamente a Jesús Ortega.
Doscientas cuarenta y un casillas fueron impugnadas porque no se probó que hubieran sido instaladas y por lo tanto recibieran votos. Para hacer creíble que los hubo, en actas surgidas de la nada todos los candidatos aparecen con papeletas a su favor, que se concentran, sin embargo, en Ortega. A partir de esa maniobra, el candidato de Nueva Izquierda ganó en las cuatro entidades citadas 62,837 votos, mientras que le fueron atribuidos 9,065 a Encinas y un puñado al resto de los aspirantes. El caso más llamativo se presenta en Oaxaca, donde a favor de Nueva Izquierda aparecen 35,980 votos contra 4,531 para Encinas. Sólo en esos cuatro estados obtuvo Ortega el 11.26 por ciento de su votación.
La impugnación de Encinas a los resultados electorales comprendió también las casillas atípicas, uno de cuyos casos consiste en una votación voluminosa, de hasta mil sufragantes. La cifra indica una manipulación, pues conforme ha resuelto el Tribunal Federal Electoral, y lo dictan la experiencia y el sentido común: “Es imposible que en una casilla se presente un elector cada minuto, de forma continua e ininterrumpida durante diez horas”. Si esa imposibilidad ocurriera, habría como máximo seiscientos votos en las urnas respectivas. Puesto que nihil impossibile est, tanto en las elecciones federales de 2006 como en la perredista del 16 de marzo aparecieron esos casos excepcionalísimos: en 56 casillas de la elección federal se registraron de 650 a 750 electores, mientras que estuvieron en la misma situación 161 casillas en los comicios perredistas. Ya es notorio que haya tres veces más en la elección anulada que en la federal validada por el Tribunal, pero la diferencia se abulta en términos proporcionales considerando el universo en que figuran esas casillas increíbles: hubo en 2006 un total de 131,287 y sólo 4,092 en 2008.
Invariablemente, en las casillas con votantes veloces ganó Ortega. Eso permitió que en las 189 mesas impugnadas por la insólita cifra de los sufragantes, de un total de 129,364 votos, el sesenta por ciento correspondieran a Nueva Izquierda: 84 mil 175; 17,214 para la candidata Dina Navarro; 13,216 para Encinas y otros pocos votos para los candidatos restantes. La votación obtenida por Ortega en las casillas atípicas significa el 15 por ciento de su votación total.
La comisionada Ernestina Godoy, que aportó al dictamen el estudio de esas dos clases de irregularidades —casillas con votación atípica y no instaladas— hace notar que juntas “suman 430 casillas (que representan 147,012 votos, el 26.35 por ciento de la votación del candidato Jesús Ortega, y un promedio de 341.88 votos por casilla, mientras que 4,500 casillas representan 410,717 votos, el 76.65 por ciento de su votación y un promedio de 91.27 votos por casilla”.
Puesto que ambos principales contendientes buscaban ser declarados vencedores, recibieron de mal modo la resolución del tribunal interno del PRD. Encinas no acudirá al Trife a impugnarla, por lo que se prepara desde ahora para participar en la elección que reponga la anulada. Ortega, en cambio, si buscará revertir el fallo de la Comisión de Garantías si es ilegal (cuando condicionó el domingo su eventual presentación ante el tribunal federal electoral no le había sido notificada la anulación e ignoraba por lo tanto sus razonamientos).
El proceso electoral a que se convoque no será más que una reedición del que finalmente ha concluido si no se identifica y castiga a los “tramposos y sinvergüenzas”, que los hubo en las más de las corrientes.— México, D.F.
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