jueves, 9 de abril de 2015

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El Premio Nobel que se cansó de esperar
Ricardo Monreal Avila

Paul Krugman, Premio Nobel de Economía, estuvo hace unos días en México y habló de nuestro sistema económico. Se sumó al 70% de los ciudadanos mexicanos que, según diversos sondeos, ya se cansaron de esperar el “milagro económico” que traería empleos, bienestar y desarrollo para ellos y para el país

“¿Cuándo se dará este milagro mexicano? Si la gente ya se está cansando de esperar, yo ya me cansé de esperarlo. La liberalización tiene 30 años de antigüedad y claramente eso no bastó. No hablamos de un desempeño terrible, pero no fue lo que se esperaba. De modo que dudaría en predecir cuándo se espera este milagro”, dijo el también académico y columnista de The New York Times.

Aquí van algunos datos duros que seguramente provocaron el cansancio y el hastío krugmaneano.
Bajo ese modelo, el país ha transitado una etapa de bajo crecimiento económico, minado por altibajos, recesiones y crisis recurrentes como las de 1982, 1986, 1994-1995, y 2008, cuyos rasgos más característicos han sido las devaluaciones del peso, altos niveles de inflación, decrecimiento económico, pérdida de productividad y competitividad en los mercados mundiales, elevados niveles de desempleo y subempleo y aumento de la pobreza y la desigualdad.

En estos últimos 35 años se ha profundizado la desigualdad socio-económica, se ha incrementado la concentración del ingreso en unas cuantas familias, ha aumentado la concentración monopólica en manos de nacionales y extranjeros en sectores clave como las telecomunicaciones, la banca, los servicios financieros, los alimentos, el abasto al menudeo (tiendas de autoservicio), la minería, el transporte y otros, han aumentado los índices de inseguridad, violencia y delincuencia organizada en casi todas las regiones del país, dejando una secuela de pobreza y marginación en la gran mayoría de la población.

El renunciar al Estado de bienestar en favor del libre mercado a ultranza, el Estado mismo renunció a su papel fundamental de garantizar la seguridad de las personas y su patrimonio, de garantizar y proteger los derechos sociales de todos los mexicanos a la educación gratuita de calidad, a los servicios gratuitos y eficientes de salud, a una vivienda digna, a servicios públicos eficientes, a un sistema de transporte económico y de calidad y a proteger el medio ambiente y los recursos naturales del país.

Bajo ese modelo, la desigualdad se ha hecho extrema, generando desconfianza entre los ciudadanos, patologías sociales como la pérdida de valores y una especie de individualismo que se repliega de la política buscando soluciones de carácter individual y egoísta, contexto que ha sido propicio para incubar la corrupción en casi todos los niveles de gobierno (federal, estatal y municipal) y en todos los poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) que se ha acompañado de la impunidad, lo que ha llevado a una pérdida de credibilidad en casi todas las instituciones, incluyendo las electorales y las responsables de la seguridad pública y la impartición de justicia.

De la mano de la impunidad, la corrupción ha llevado a una pérdida de credibilidad en casi todas las instituciones, incluyendo las electorales y las responsables de la seguridad pública y la impartición de justicia. Es la crisis de confianza y credibilidad reconocida por las propias autoridades.

El modelo económico concentrador implicaba un crecimiento de la clase media, para atemperar las desigualdades extremas, pero también en este campo resultó fallido, porque sólo 34% de las familias se ubican en esta franja, y actualmente están amenazadas de extinción por una reforma fiscal lesiva y extractiva

Después de la crisis financiera mundial que estalló en 2007-2008 y cuyos efectos se resintieron en México de 2009 a 2010 y su preocupante secuela hasta la fecha (2014) con muy bajos niveles de crecimiento y pérdida en los niveles de productividad y competitividad internacional, aunado a la profundización de la desigualdad socio-económica, mayor inseguridad en casi todo el territorio nacional y muchas regiones ya controladas por grupos delincuenciales, aumento de los niveles de corrupción e impunidad en el sector privado y en casi todos los niveles de gobierno, parecían demandar un cambio de rumbo.

La secuela de la crisis de 2008 se reprodujo en medio de agudas tensiones sociales, resultado de la pobreza circundante que prácticamente se mantiene estática. De acuerdo al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) la población en situación de pobreza en México pasó de 46.1 por ciento en 2010 a 45.5 por ciento en 2012 (una ligera disminución en términos relativos) y de 52.8 millones de personas a 53.3 millones (un pequeño incremento en términos absolutos), mientras que la población en situación de pobreza extrema disminuyó ligeramente en términos relativos en dicho periodo del 11.3 por ciento al 9.8 por ciento y en términos absolutos de 13 millones de personas a 11.5 millones.

La Ciudad de México no es la excepción, la población marginada en pobreza extrema alcanza más de 180 mil personas que no tienen los ingresos mínimos indispensables para comer y casi 2.5 millones de personas se encuentran en condición de pobreza, es decir, casi una tercera parte de la población total de la Ciudad de México vive en pobreza.

Cierto que las últimas crisis económicas mucho nos pueden explicar el aumento de la pobreza en México, cierto que la falta de crecimiento económico es otra variable que influye de manera significativa, entre 2000 y 2012 (gobiernos panistas) el crecimiento promedio anual del PIB real fue de solamente 1.9 por ciento, destacando en dicho periodo 2009 cuando el PIB nacional registró una caída de -6.24 por ciento y en el periodo 2013-2014 (gobierno priísta) el promedio de crecimiento anual fue de sólo 1.67 por ciento, cierto que la situación podría ser peor sin la existencia de los programas de transferencias condicionadas y de otros programas sociales asistencialistas, pero la pobreza que alcanza a 53.3 millones de mexicanos y la pobreza extrema a 11.5 millones están ahí y es la que dibuja lo que somos como sociedad, la que demuestra el fracaso de las políticas neoliberales impuestas desde hace casi 35 años y la que demanda un cambio de rumbo.

En sólo tres décadas pasamos de un extremo a otro. Del estatismo asfixiante a la privatización disolvente. La privatización a ultranza no sólo llegó a sus límites, sino que ha evidenciado su forja disruptiva al crear una sociedad polarizada, insolidaria, violenta y anímicamente agotada

Por eso, el hastío de Krugman es también el hartazgo de millones de mexicanos.

ricardomonreala@yahoo.com.mx
Twitter: @ricardomonreala

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