Capturas en Madrid: esclarecimiento necesario
Uno de los cuatro
presuntos narcotraficantes mexicanos detenidos en días pasados en la
capital española, Rafael Humberto Celaya Valenzuela, resultó ser un
funcionario y político priísta que operaba en Sonora. Ocupó diversos
cargos en el gobierno municipal de Hermosillo y en el de la entidad, fue
precandidato a una diputación federal y, de acuerdo con algunos
informes, coordinó las actividades proselitistas de su partido en San
Luis Río Colorado. Por añadidura, el ahora detenido ostentaba en su
página de Facebook dos fotografías al lado del aspirante presidencial
priísta, Enrique Peña Nieto, en diversos actos de campaña. Según la
información proporcionada por la policía española, la captura de los
connacionales, a quienes se presentó como integrantes de una célula del cártel de Sinaloa que pretendía operar en España, y entre quienes se encuentra, al parecer, un primo de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, fue resultado de una investigación coordinada entre las autoridades peninsulares y la FBI estadunidense.
Estos y otros hechos refuerzan las dudas sobre la limpieza de las pasadas elecciones y ensanchan la zona oscura en la que se gestaron y consolidaron las campañas priístas. Es tan lamentable como inadmisible que hasta ahora tanto el propio Instituto Federal Electoral (IFE) como la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (Fepade) hayan actuado en forma omisa y hayan sido renuentes a prevenir las irregularidades e investigar los datos sospechosos al respecto que surgieron desde antes de la jornada electoral y que apuntan no sólo a una masiva y escandalosa superación de los topes de gastos de campaña previstos por la ley, sino también a la inversión de sumas multimillonarias de procedencia dudosa para la compra de votos en favor de Enrique Peña Nieto.
Por la salud del país, por la estabilidad de la vida republicana, y hasta por el bien del PRI y de su candidato presidencial, el IFE, el TEPJF y la Fepade deben despejar de manera inequívoca y apegada a derecho las crecientes dudas en torno a la legalidad de las campañas y de la elección de julio pasado, incluso si el esclarecimiento conduce a la invalidación de los comicios. Sería preferible ese curso institucional que una presidencia sin credibilidad social y marcada de origen por la sospecha.
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