¡¡Exijamos lo Imposible!!
Proceso
La tentación de la violencia
1
El negocio del narcotráfico no lo inventó el PRI, lo inventó
Estados Unidos, al crear durante el siglo pasado un doble vínculo
perverso entre el consumo y la criminalización de la droga. Mientras el
consumo de mariguana y cocaína se popularizaba espectacularmente en su
población, Estados Unidos criminalizó su transporte y venta. Pero fue el
PRI el que invitó al narco a colaborar en sus gobiernos.
2
Las
leyes se inventan para violarlas mediante cuotas a la autoridad. Esa
fue la práctica priista durante el siglo XX. Consecuente, el PRI dejó
pasar por el país la droga, pero ilegalmente, para poder cobrar su
cuota.
3
Pero un día, los narcos, empoderados,
decidieron cambiar el orden de sujeción y ahora dicen: O me dejas pasar,
y te dejo tu propina, o te mato a ti, a tu familia y a tus civiles.
Cuentan
en Chihuahua que una mañana el gobernador Reyes Baeza despertó con un
pistolero al pie de su cama. Apuntándole a la cara le dijo: Te voy a
explicar cuál va a ser nuestro nuevo trato. Cuentan igual que a Reyes
Baeza se le congeló la cara durante tres años en un rictus de terror.
4
La
práctica del PRI era mala, lo que hizo a continuación el presidente
Calderón fue aterrador. Prendió un cerillito para otear en la tenebra
del narco, vio que estaba en un cuarto de pólvora y PUM, el resto es
nuestra historia reciente. Cárteles descabezados fragmentándose en
pandillas enfrentadas. Un crimen desorganizado enloquecido, sin
lealtades internas ni límites.
5
La pregunta de hoy
es simple. ¿El PRI buscará volver al estado previo, a un pacto tácito en
que sujetaba al narco, o asumirá la guerra panista, que nos ha costado
60 mil muertos (según cifras oficiales, probablemente rasuradas), 500
mil millones de pesos (según un estudio encargado por el PRI), el
colapso del turismo y una cultura envenenada por la hostilidad y el tema
nihilista de la muerte?
6
Enrique Peña Nieto ha
declarado que asumirá la guerra en curso. Ha llamado, para conversar con
él, y acaso contratarlo, al ideólogo de la guerra contra el narco en
Colombia. También ha iniciado pláticas con los generales del Pentágono,
los mismos que recetan a México armas y más armas y luego más armas.
El
general colombiano busca trabajo, es comprensible. Sus soluciones pasan
por bombazos, operaciones con aviones caza, persecuciones en las calles
de ciudades, robocops asediando colonias habitacionales. Esa es su
película, por algo es militar.
Los generales del Pentágono son
también militares y su imaginación pasa por pirotecnias comparables,
aunque de mayor calibre. Luego de la guerra de Vietnam inventaron la
guerra de Irak, luego de Irak inventaron la guerra de Afganistán, luego
de Afganistán están buscando dónde justificar sus presupuestos
multimillonarios. Y México parece adecuado.
Pero los intereses de
México no son los de los generales del Pentágono o de Colombia. Se
equivocaría Enrique Peña Nieto en deslumbrarse con sus ofertas de ayuda
sin mirar el estado material en que han dejado a Colombia y en especial a
Afganistán. Una ruina donde a veces hay votaciones.
7
Se
ha dicho mucho pero importa repetirlo hoy, cuando en los niveles de
gobierno se repiensa la guerra. A cada bazuca de última generación que
el Ejército Mexicano compra o recibe dadivosamente del ejército
estadunidense, tres bazucas idénticas son compradas por los narcos. Y en
medio de los bazucazos está ese territorio que llamamos patria y esa
gentecita desarmada que somos nosotros, los mexicanos.
8
Se
ha dicho también mucho, pero nunca ha sido más importante que hoy
repetirlo. El blanco de la guerra del presidente Calderón siempre ha
estado errado. Lo que necesitamos no es una guerra contra el narco, sino
una política en pro de la seguridad civil.
9
Nuestra
estrategia respecto al narcotráfico debiera ser –oh paradoja–
precisamente la que Estados Unidos aplica dentro de sus fronteras. A
decir: hacer nada. Dejar al narco trasladar su droga a los mercados,
donde 100 millones de estadunidenses esperan para pagarla a precio de
oro molido, para fumársela y snifearla en jardines y fiestas alegres. Y
en contraste, vigilar a los operadores del narco para aplicarles una
cero tolerancia en crímenes contra civiles. El secuestro, el asesinato,
el robo, la extorsión, enumerados por orden de crueldad.
A
propósito, qué bonito y qué pacíficamente está creciendo McAllen, en la
frontera con México. El provisorio alcalde fraccionó los alrededores
desérticos, los cuadriculó con avenidas de cuatro carriles, y los
urbanizó. En esa cuadrícula impecable han llegado y siguen llegando
nuestros paisanos norteños, los ricos por supuesto, a construir sus
mansiones.
Esa es la casa del presidente de un periódico de
Monterrey, me señala con el índice un paisano taxista, con un dejo de
orgullo. Esa grandota es de un narco. ¿Ve aquella? Es de Gloria Trevi. Y
aquellita con el helipuerto en la azotea, es de otro narco. El taxista
sonríe: Viera qué bien conviven, todos son muy respetuosos.
10
Me
lo contó un cineasta mexicano. En el año 2008 cenó con el entonces
secretario de Gobernación, el joven señor Mouriño, que le habló de los
pormenores de la guerra del narco. Entre cucharadas de sopa, el
secretario se emocionaba al narrar las persecuciones, los disparos, los
PUM PLAZ POC de la lucha. Los cráneos reventados. Los sacos de lona
repletos de dólares, mojados de sangre.
Trajeron el siguiente platillo. Carne en su jugo. El cineasta no pudo animarse a cortarla con tenedor y cuchillo y masticarla.
Qué
fuertes se han sentido este sexenio los políticos que han defendido el
uso de la violencia del Estado, qué fuertes se sienten los generales del
Pentágono cuando ofrecen hoy sus servicios redoblados: qué error
tremendo cometerían Enrique Peña Nieto y sus jóvenes asesores al
confundir la fuerza con la inteligencia.
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