La réplica de Javier Castelo a Calderón
Álvaro Cepeda Neri Nada como las dos obras del periodista y novelista (luchador por las libertades democráticas, contra los nazifascismos de ayer y de hoy) Albert Camus, para, con perspectiva histórica, leer nuestro tiempo mexicano de crisis política, social, económica y cultural. Me refiero –por la guerra intestina y fallida calderonista contra las delincuencias que han puesto en jaque mate la seguridad nacional y la pavorosa corrupción de los funcionarios y empresarios– a Estado de sitio (“expresión dramática, desde el monólogo lírico hasta el teatro colectivo, pasando por la pantomima, el simple diálogo, la farsa y el coro”) y La peste, vaso comunicante con la anterior, y donde esa peste también es la corrupción provocada por las plagas que invaden al gobierno del Estado. Los tres personajes de nuestra tragedia postelectoral, Calderón, López Obrador y Peña, se han referido a esa podredumbre que carcome a las instituciones, desde dentro y fuera. Y es detenida de inmediato o se desborda y la nación apura el estallido de la violencia política, cuyo fantasma (¡oh, Marx!) recorre el país por la corruptísima manera como se realizó la elección presidencial.
Para justificar su ilegitimidad, Calderón, bribón y cínico, salió con su “haiga sido como haiga sido” (sic), e inició la escalada para desmantelar al estado de derecho. El imperio de la ley constitucional fue quebrantado desde el asalto presidencial de Salinas, el crimen político de Colosio para imponer a Zedillo (quien alardeaba del deterioro jurídico de nuestras leyes escritas como medio para los fines políticos) y el ascenso del bárbaro Fox, que ha culminado con el calderonismo. Y que si el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación avala el atraco y contra viento y marea e impone a Peña, prolongaría con su obregonismo a sangre y fuego (su tesis para obtener un título en la universidad Panamericana, fue sobre el presidencialismo de Álvaro Obregón) la represión de Atenco, como ratificó en la Universidad Iberoamericana, despertando a la bestia autoritaria del viejo Partido Revolucionario Institucional.
A lo que voy es a que Calderón, sobre todo con el respaldo
militar-policiaco, no respetó la Constitución para normar sus actos.
Desde su guerra inconstitucional que nunca fundamentó en el Artículo 29,
sin el cual carece de sustento la fracción VI del Artículo 89, hasta su
necedad de no promulgar la Ley General de Víctimas, con lo que incurre
en desacato y debió ser obligado a renunciar por causa grave y llevado a
juicio político, nombrando un presidente sustituto que concluyera los
cuatro meses que le faltan, Calderón ha llevado a la nación, con sus
actos y omisiones contra el estado de derecho, al abuso del poder
presidencial donde el cumplimiento de las leyes sólo es para los
mexicanos de a pie, pero no para el gobierno, desgobernadores y
presidentes municipales. A Sonora ha ido más de 30 ocasiones (y así
fuera una) sólo para alentar, apoyar y financiar el robo del agua al
Valle del Yaqui, a las ocho tribus, a la población del municipio de
Cajeme (y su cabecera, Ciudad Obregón) y a los agricultores, para
llevársela a la capital, por capricho e imbecilidad del desgobernador panista ultraconservador y reaccionario Padrés Elías.
Resoluciones y amparos de tribunales federales han determinado que
Padrés cancele la construcción del acueducto, por una serie de
violaciones administrativas y ambientales. Sobre todo por el abuso del
poder de insistir en llevarse el agua de la presa el Novillo, apodo de
la que lleva el nombre de Plutarco Elías Calles. Pues bien, Calderón va a
Sonora únicamente para que el desgobernador de marras se robe ese
líquido, cuando israelitas, españoles y canadienses le han recomendado
la instalación de una o dos desaladoras, en Bahía de Kino y en Guaymas,
para resolver de fondo la escasez del vital líquido para casi toda la
entidad. Pero no. Padrés, Calderón y Luege Tamargo, de la Comisión
Nacional del Agua se han embarcado en la complicidad de violentar el
estado de derecho al no acatar los fallos del Poder Judicial de la
Federación. Pero el senador por Sonora, Javier Castelo Parada, con
gobernadores yaquis, representantes de Cajeme y los productores, han
hecho valer sus derechos en los tribunales contra el despojo.
Calderón estuvo el pasado 13 de julio por enésima ocasión en
Sonora, y otra vez apoyó el desacato en que ha incurrido Padrés Elías,
festinando su abuso del poder. Fue entonces que el senador Castelo
Parada (¡panista de toda su vida de lucha!), le respondió para
replicarle sus cinco temerarias afirmaciones de descarado apoyo para
que, violando las resoluciones judiciales federales, siga construyendo
el acueducto para el robo del agua del rio Yaqui, que Lázaro Cárdenas
otorgó a Cajeme y las tribus yaquis. Castelo Parada ha estado luchando,
con los sonorenses afectados y los que apoyan por todo Sonora a sus
compatriotas, contra las irracionales decisiones de Padrés y el abuso
presidencial de Calderón. Si éste y el desgobernador continúan
encaprichados en burlarse de la legalidad, no queda la menor duda de que
los sonorenses del Sur no cejarán en su lucha ante los tribunales hasta
someterlos al estado de derecho.
*Periodista
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