Regina, víctima del Estado criminal
 
MÉXICO, D.F. (apro).- Bajita, delgada y discreta, parecía frágil, 
pero era un roble por su voluntad, rigor e integridad personal y 
profesional. Regina Martínez –totonaca entera y orgullosa– fue, como 
persona y periodista, un emblema de heroísmo.
La conocí hace casi
 dos décadas, en 1993, durante una visita que hizo Cuauhtémoc Cárdenas a
 Veracruz, como parte de su precampaña presidencial. Era corresponsal de
 La Jornada y me la presentaron Alejandro Caballero y Pascal Beltrán del
 Río, enviados como yo.
Luego la traté cuando, hace una década, 
se inició como corresponsal de Proceso, y en Xalapa me acompañó en la 
presentación de mis libros, en el ocaso del gobierno de Miguel Alemán, 
cuando tenía ganado prestigio periodístico por su radical compromiso con
 el interés público que acreditaba en su trabajo diario en la agencia de
 noticias de nuestra revista.
En el noviembre reciente fue la 
última vez que charlé brevemente con ella, en medio del bullicio por el 
35 aniversario del semanario que nos hizo más compañeros, sobre Veracruz
 y la negra noche de terror y desazón que llegó a esa entidad en los 
años de gobierno de Fidel Herrera y que se intensificó con su delfín 
Javier Duarte, un fascista confeso.
Inescrupuloso y frívolo, el 
priista Duarte nunca hizo nada para esclarecer los cuatro asesinatos de 
periodistas en los apenas 17 meses de gobierno –Miguel Ángel López 
Velasco y su hijo Misael, Yolanda Ordaz y Noel López Holguín–, ni ha 
dado garantías para el retorno de otros 13 que salieron del estado por 
amenazas de muerte ni ha encontrado uno más desaparecido.
Este 
ciclo de impunidad fue el que produjo –más allá del autor o autores 
materiales– la muerte de Regina Martínez Pérez, de 49 años de edad, que 
ha cimbrado al periodismo independiente en Veracruz y en todo México.
Porque el asesinato de Regina Martínez y los de otros 80 periodistas 
desde el año 2000 –nueve al año en el sexenio de Felipe Calderón– sólo 
se explica por un Estado criminal, cuya vigencia garantiza una única 
certeza: El acoso, la represión y los asesinatos contra periodistas 
continuarán en México.
Ausente el Estado de derecho y 
consolidadas las complicidades al más alto nivel del poder público, en 
los tres niveles y al margen de las identidades partidarias, las 
garantías para el ejercicio del periodismo independiente –el 
comprometido con la sociedad, no el que se acomoda a los poderes– no 
existen más que en la retórica, la misma cada vez que cae un compañero.
Y cada que ocurre el asesinato de un periodista –entre los miles y 
miles de homicidios que anualmente ha producido la demencial guerra de 
Calderón– es ocasión para reactivar discursos sepultados luego por el 
olvido, la indiferencia y la mezquindad, que incluye a los medios 
agraviados.
La fiscalía adscrita a la Procuraduría General de la 
República (PGR) no funciona porque está hecha para la simulación, y no 
habrá leyes eficaces mientras se carezca de lo estricto: Voluntad 
política auténtica.
Y esa no la tienen –nunca la han tenido, ni 
siquiera en la retórica– los gobernadores priistas ni Vicente Fox ni 
Calderón, tan falsarios como los primeros.
Por eso Julio Scherer 
García, Rafael Rodríguez Castañeda y Salvador Corro, fundador, director y
 subdirector de Proceso, dejaron constancia ante el gobernador de 
Veracruz, y ante la opinión pública, que el asesinato de Regina no es 
fortuito, sino “resultado de un país descompuesto, de una situación de 
violencia cotidiana en la que actos extremos no son la excepción sino la
 regla cotidiana”.
“Esta situación la comparte Veracruz con la mayor
 parte del país. Al crimen abonó el ambiente de hostilidad y aun de 
acoso en el que la prensa independiente se ve obligada a cumplir sus 
funciones”, puntualizaron, y ante Duarte fue inequívoca la postura:
“Respecto de esa investigación, que está a cargo del gobierno de 
Veracruz, Proceso es escéptico. En una reunión con el gobernador del 
estado, Javier Duarte de Ochoa, en la ciudad de Xalapa, a unas cuantas 
horas del asesinato de nuestra compañera, la directiva de Proceso lo 
expresó así ante la promesa retórica de que ‘se investigará hasta las 
últimas consecuencias’. No les creemos y se los hicimos saber.”
En Proceso no habrá olvido, apuesta del poder criminal, no sólo por la 
tristeza y la ira que nos provoca el asesinato de Regina, sino porque la
 indignación y la memoria son también motores de nuestra profesión…
Comentarios: delgado@proceso.com.mx y Twitter: @alvaro_delgado

 
 
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