Álvaro Cueva
Me emociona profundamente ver a los jóvenes protestando porque
mi generación no era así. A nosotros nos tocó padecer los peores abusos y
jamás tuvimos el valor para quejarnos.
Es más, ni siquiera nos podíamos poner de acuerdo para las cosas más simples, imagínese para organizar un movimiento social.
Por eso, qué maravilla lo que está pasando, pero, al mismo tiempo, qué preocupante.
Entre las pancartas de “Televisa miente” de este 2012 y las de “Televisa miente” que miles de personas vimos en 1986, la única diferencia es el papel.
Me da miedo pensar que en 2038 vaya a aparecer otro grupo levantando los mismos letreros, que no vuelva a pasar nada, que la historia se repita y se repita, y se repita.
Por eso me molesta ver a tantas personas tratando de desprestigiar este fenómeno maltratando a los estudiantes en comparecencias disfrazadas de entrevistas, burlándose de la ausencia de líderes, de discursos o de agendas, y comparando esto con lo que sucedió en 1968 como si se tratara de algo ridículo, insignificante.
O no entienden lo que está pasando, o su objetivo es el de confundir a la sociedad, el de trivializar algo que sí es importante.
¿Y qué es lo que está pasando? Que jóvenes, de diferentes universidades, están manifestando su inconformidad con los medios de comunicación.
¿Por qué? Porque, en el colmo del cinismo, hace días, cuando Enrique Peña Nieto fue abucheado en la Universidad Iberoamericana, varios espacios, en lugar de reportar la nota, la cambiaron, la minimizaron o se atrevieron a acusar de cualquier cantidad de infamias a los estudiantes que participaron en esos hechos.
¿Y? ¿Tanto escándalo por eso? Sí, porque los jóvenes no son esas criaturas estúpidas que los medios tradicionales insisten en representar a través de personajes como Facundo o en alimentar a través de contenidos decadentes como los de Miss XV.
Nuestros jóvenes sí tienen dignidad, sí tienen inquietudes, sí están exigiendo otra clase de participación, y tan lo están haciendo que, ante el rechazo de los medios más poderosos, están creando sus propios contenidos en internet.
Y esto incluye desde videoblogs sobre drogas y sexo, hasta series y telenovelas pasando por animaciones, lecciones de historia y foros de discusión.
Si los periodistas más famosos, los noticiarios más importantes y los medios más influyentes de nuestra nación hubieran dado la nota ese día, como correspondía, tal vez no hubiera pasado nada.
Hoy ya es demasiado tarde y ni entrevistando a cada uno de los involucrados van a poder frenar lo que está ocurriendo en las calles, y es que esta historia viene de mucho tiempo atrás.
¿Por qué nuestros jóvenes, en lugar de protestar por cuestiones más trascendentales, como los de Europa, protestan por algo tan superficial como los medios de comunicación? ¿Será porque en el fondo son frívolos?
¡Para nada! La triste realidad de este conflicto es que aquí, a diferencia de lo que ocurre en otros países, la percepción es que el poder, en lugar de estar en el gobierno, está en los medios de comunicación.
¿Cómo es posible que exista esa percepción? ¿Acaso el presidente, los diputados y los senadores están pintados?
Pues no, pero, para efectos prácticos, en más de una ocasión los medios tradicionales han echado atrás alguna iniciativa del presidente, de los diputados o de los senadores.
Esto, sin considerar que más de un poder, en más de una ocasión, les ha rendido pleitesías, que han construido y destruido carreras políticas y que, ante violaciones monumentales, han gozado de una impunidad sorprendente.
Dicho en otras palabras, en el contexto mexicano, protestar contra los medios equivale a lo que en otras naciones representa protestar contra el sistema.
¿Por qué no hay discursos? ¿Por qué no hay agendas? ¿Por qué no hay líderes como en 1968? Porque esto no estaba planeado y porque ya no estamos en los años 60.
Nuestros jóvenes ya no defienden ideologías, se defienden a sí mismos, como entidades independientes y, que a nadie se le olvide, el origen de este conflicto está en una serie de ofensas individuales, en 131 muchachos que dijeron: ¡Basta!
Antes que atacarlos, como lo han hecho en muchos lados, hay que entenderlos, entender lo que significa ser joven en 2012 y corregir, ¿pero quién corrige a los medios? ¿Quién?
Es más, ni siquiera nos podíamos poner de acuerdo para las cosas más simples, imagínese para organizar un movimiento social.
Por eso, qué maravilla lo que está pasando, pero, al mismo tiempo, qué preocupante.
Entre las pancartas de “Televisa miente” de este 2012 y las de “Televisa miente” que miles de personas vimos en 1986, la única diferencia es el papel.
Me da miedo pensar que en 2038 vaya a aparecer otro grupo levantando los mismos letreros, que no vuelva a pasar nada, que la historia se repita y se repita, y se repita.
Por eso me molesta ver a tantas personas tratando de desprestigiar este fenómeno maltratando a los estudiantes en comparecencias disfrazadas de entrevistas, burlándose de la ausencia de líderes, de discursos o de agendas, y comparando esto con lo que sucedió en 1968 como si se tratara de algo ridículo, insignificante.
O no entienden lo que está pasando, o su objetivo es el de confundir a la sociedad, el de trivializar algo que sí es importante.
¿Y qué es lo que está pasando? Que jóvenes, de diferentes universidades, están manifestando su inconformidad con los medios de comunicación.
¿Por qué? Porque, en el colmo del cinismo, hace días, cuando Enrique Peña Nieto fue abucheado en la Universidad Iberoamericana, varios espacios, en lugar de reportar la nota, la cambiaron, la minimizaron o se atrevieron a acusar de cualquier cantidad de infamias a los estudiantes que participaron en esos hechos.
¿Y? ¿Tanto escándalo por eso? Sí, porque los jóvenes no son esas criaturas estúpidas que los medios tradicionales insisten en representar a través de personajes como Facundo o en alimentar a través de contenidos decadentes como los de Miss XV.
Nuestros jóvenes sí tienen dignidad, sí tienen inquietudes, sí están exigiendo otra clase de participación, y tan lo están haciendo que, ante el rechazo de los medios más poderosos, están creando sus propios contenidos en internet.
Y esto incluye desde videoblogs sobre drogas y sexo, hasta series y telenovelas pasando por animaciones, lecciones de historia y foros de discusión.
Si los periodistas más famosos, los noticiarios más importantes y los medios más influyentes de nuestra nación hubieran dado la nota ese día, como correspondía, tal vez no hubiera pasado nada.
Hoy ya es demasiado tarde y ni entrevistando a cada uno de los involucrados van a poder frenar lo que está ocurriendo en las calles, y es que esta historia viene de mucho tiempo atrás.
¿Por qué nuestros jóvenes, en lugar de protestar por cuestiones más trascendentales, como los de Europa, protestan por algo tan superficial como los medios de comunicación? ¿Será porque en el fondo son frívolos?
¡Para nada! La triste realidad de este conflicto es que aquí, a diferencia de lo que ocurre en otros países, la percepción es que el poder, en lugar de estar en el gobierno, está en los medios de comunicación.
¿Cómo es posible que exista esa percepción? ¿Acaso el presidente, los diputados y los senadores están pintados?
Pues no, pero, para efectos prácticos, en más de una ocasión los medios tradicionales han echado atrás alguna iniciativa del presidente, de los diputados o de los senadores.
Esto, sin considerar que más de un poder, en más de una ocasión, les ha rendido pleitesías, que han construido y destruido carreras políticas y que, ante violaciones monumentales, han gozado de una impunidad sorprendente.
Dicho en otras palabras, en el contexto mexicano, protestar contra los medios equivale a lo que en otras naciones representa protestar contra el sistema.
¿Por qué no hay discursos? ¿Por qué no hay agendas? ¿Por qué no hay líderes como en 1968? Porque esto no estaba planeado y porque ya no estamos en los años 60.
Nuestros jóvenes ya no defienden ideologías, se defienden a sí mismos, como entidades independientes y, que a nadie se le olvide, el origen de este conflicto está en una serie de ofensas individuales, en 131 muchachos que dijeron: ¡Basta!
Antes que atacarlos, como lo han hecho en muchos lados, hay que entenderlos, entender lo que significa ser joven en 2012 y corregir, ¿pero quién corrige a los medios? ¿Quién?
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